VALÈNCIA. Puede que hace unos meses aquello de ‘Pa' ti naki, chicken teriyaki’ no te sonará de nada, pero en pleno verano del 2022 ya deberías saberte la coreografía entera y, si tienes una edad razonable, hasta puede que hayas hecho un ‘tiktok’ bailándola. Si hay una palabra que define la escena musical de este año esa es ‘motomami’. O ‘motomari’, si eres Ana Blanco. La publicación del álbum de Rosalía no ha dejado indiferente a nadie, convirtiéndose en el lanzamiento más comentado de los últimos años. Pero tras las canciones y los vídeos faltaba la traca final. El universo musical de Rosalía se ha desplegado en su totalidad en el Motomami Tour, que este sábado ha recalado en una -calurosa- València, una gira que se levanta gracias a la colaboración con numerosos creadores, entre ellos, un nombre clave de las escena artística valenciana.
Carlos Sáez (València, 1988) ha sido el encargado de diseñar uno de los elementos más icónicos de la gira y que, además, tiene una conexión directa con el lenguaje visual que plantea el propio álbum: el casco de moto. Si la portada del disco muestra a una Rosalía desnuda solo cubierta con un casco, la gira revela una evolución de esta pieza, que cubre la cabeza tanto de la cantante como de algunos de sus bailarines. El diseño se inspira, como gran parte de la campaña del álbum, en elementos del anime, un diseño que nada entre las referencias a los guerreros así como en los dibujos animados, como puede ser esa suerte de coletas iluminadas que decoran el casco de Rosalía.
El casco es uno de los elementos más característicos de la iconografía construida por la estrella catalana, que ha hecho de él el gran símbolo de la era motomami, en la que ha tirado de estos elementos tanto en las fotografías promocionales del álbum como en los propios vídeos. Sin ir más lejos, en el corto para ‘Saoko’ las motos cobran un gran protagonismo. Esta no es una obsesión nueva para Rosalía, que desde hace años ha reinterpretado distintos elementos pertenecientes al contexto del polígono industrial y el motor, como es el dos ruedas que ‘toreaba’ en ‘Malamente’ o los camiones sobre los que se despedía en ‘Pienso en tu mirá’. También es este universo una inspiración desde el punto de vista sonoro, como aquellos ‘rugidos’ que incluye en ‘De aquí no sales’, uno de los cortes de El Mal Querer.
La carrera de Sáez es una trayectoria joven pero cargada de éxitos. En 2019 abría las puertas de su proyecto individual Concrete Effect, en la galería Espai Tactel, una exposición le valió el premio de adquisición de DKV y otro del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), que sumó a su colección la obra Neurón. Un año más tarde se alzaba con el Premi Col·lecció Cañada Blanch 2020 con la obra ARM, una suerte de brazo mecánico, abandonado y tratado como reliquia. Si bien su colaboración con Rosalía la valdrá un buen puñado de fotos, este no es su primer coqueteo con el sector musical, a sus innumerables colaboraciones con la artista Arca se suma su reciente trabajo en los visuales de Gas Lágrima, de la banda valenciana Margarita Quebrada.
La artista valenciana Lola Beltrán da vida a Rosalía en un estilo de lo más manga para una pieza especial e inédita que acompaña a un reportaje sobre la voz que está sacudiendo el mundo. La tinta valenciana da un repaso (no verbal) a la música a través del arte