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PERIODISTAS CULTURALES

María Ángeles Arazo: “La cultura no está en las aulas y ese es su gran problema”

  • Fotos: ESTRELLA JOVER
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VALÈNCIA. María Ángeles Arazo es periodista cultural desde finales de los años 50. El ritmo de producción actual, a sus 89 años, pasa por la publicación de dos artículos a la semana. Los pueden leer en Las Provincias, diario para el que lleva trabajando más años que los que dura una carrera en este oficio. Compaginando una vida libre con una actitud feminista “en el trabajo y en la casa”, ha escrito más de cincuenta libros, aunque ella rebaja la cifra desde la modestia y para discriminar encargos, publicaciones menores y algún que otro olvido consciente. Ha escrito de fe y supersticiones en la España negra, ha conocido el valor de las personas olvidadas y engañadas en el ámbito rural valenciano. Ha sido reportera social, ha entrevistado a las estrellas internacionales que pasaron por la ciudad, ha sido redactora bajo la batuta de Vicent Andrés Estellés y compañera (a las órdenes) de María Consuelo Reyna.

No pocos valencianos la tienen presente desde sus estanterías, a través de alguno de los 30 títulos creados al alimón con Francesc Jarque. Junto al ya desaparecido fotógrafo conformó una dupla creativa irrepetible. Mediante la palabra y la imagen, Arazo y Jarque definieron la gastronomía, las tradiciones, los ritos, el folclore, los pueblos, el patrimonio y, en definitiva, la cultura valenciana de la segunda mitad del siglo XX. Un legado crítico que ahora se expone visualmente en La cámera i la vida, muestra póstuma de visita obligada (hasta el 29 de septiembre en el Museu Valencià d’Etonologia). Ella ha prologado el catálogo porque la periodista que fue sigue en activo. En su cabeza se acumula una de las perspectivas más ricas sobre la transformación del cap i casal. De la riuà a Calatrava, de los locales underground del Carmen en los 70 a la expansión del carril bici. La conversación que sigue es una cata a la experiencia acumulada, un descenso a una hemeroteca viva y crítica sobre este lugar y sus eventuales pobladores. 

-¿De padres periodistas?
 -No hay ninguna relación familiar con el oficio. A mí me gustaba contar lo que veía. No podía imaginar algo mejor que vivir de contar lo que quería conocer. Es la clave de mi inicio. Eso y tener una madre moderna a más no poder. Era taquimecanógrafa y estudió francés en la universidad tan joven que la tenían que acompañar. Sus ideas modernas me ayudaron siempre, además de que me apoyara en todo.

-¿Pero tenía claro que quería ser periodista?
 -Estudié magisterio también, pero tenía claro que quería serlo, sí. Estudié en Madrid, porque en València no había nada de esto. Nos llamaron la promoción de València, por la riada del 57. Del 57 al 60 estuve en clase. Éramos una veintena, entre los cuales solo había cuatro chicas. El primero de la promoción quizá te suene: Jesús Hermida.

-Pero tenía claro que quería volver a València. Escribir ‘de València’.
 -Tan claro como que escribí desde antes de irme a Madrid. Tuve alguna oferta más tarde para quedarme allí, pero antes de irme ya estaba publicando en Levante. Publicando y cobrando, porque siempre he procurado publicar… y cobrar (ríe).

­-¿Cómo surgió la oportunidad de publicar en Levante?
 
-Siempre he sido muy osada. Sobre todo, de joven. Mandé mi primer artículo a Levante antes de irme a estudiar periodismo a Madrid. El artículo acabó, naturalmente, en la papelera. Llamé y logré que me pasaran con el director. Le pregunté qué había pasado, por qué no se había publicado. Muy amable, me dijo que no era lo que un lector de Levante buscaba. Me dijo qué era lo que sus lectores querían, me invitó a escribir otro y al día siguiente ya se lo había enviado.

-¿Y ya eran temas culturales?
 -Sí. Siempre he querido hablar de la cultura, del patrimonio, de las tradiciones, del folclore… Me gustaba mucho la pintura. La gente tenía el pasatiempo esnob de visitar las salas de arte. Prat, Benlliure, más tarde Azcárraga… A mí me gustaba y, supongo,  una cosa me llevó a la otra.

-Enseguida llegó su serie ‘Valencianos en Madrid’, quizá una pista para los actuales formatos Valencians pel món o Españoles en el mundo. ¿A quién entrevistó?
 
-Berlanga, López Ibor, Concha Piquer o al Maestro Rodrigo. A Rodrigo recuerdo entrevistarle antes de ser tremendamente popular gracias al ‘Concierto de Aranjuez’. Vivía con su mujer en una buhardilla muy humilde de Madrid. Conservo una carta suya…

-¿Conserva mucha correspondencia?
 
-No, no mucha. No me gusta presumir (ríe).

Fotos: ESTRELLA JOVER

-En los 60 da el salto a Las Provincias. Y eso que sus series, como Valencianos en Madrid (los reportajes se publicaban ocupando tres días de la semana) eran conocidas. ¿Por qué cambió de diario?
-Pues porque como yo no era de Falange… En Levante, al final, siempre que había una vacante acababa entrando alguien de Falange. Y a veces también entraban sin vacante. Me harté de esperar a que me hicieran redactora en plantilla. Llamé a José Ombuena y le dije, el día que tengas una plaza, avísame y me voy con vosotros. Habló con los propietarios y, directamente, me incorporé al cabo de unos días.

-¿Cómo se lo tomaron en Levante?
 
-He de decir que Adolfo Cámara, que era el director, hizo todo lo posible porque me quedara. Pero yo ya me había comprometido con Ombuena y no había marcha atrás.

-José Ombuena fue director de Las Provincias de los 50 a los 90. Estuvo al frente de un diario muy distinto, en una València muy distinta, en cuatro décadas muy distintas. ¿Qué supuso su dirección para la evolución de su carrera?
-Es una figura clave para mí. Era muy profesional, pero con una gran humanidad. Le pedí nada más entrar que, por favor, me dijera en cada texto qué estaba mal. Y con todo el trabajo que tenía, lo hizo. Me influyó más allá de mi trabajo diario. Por ejemplo, hice un prólogo muy erudito para mi libro Valencianos de la mar, lleno de referencias a La Ilíada y La Odisea. Cuando se lo enseñé, me dijo, quita eso del libro. Me dijo, eso está en todos los libros. Y es cierto que el infierno está lleno de periodistas que citan citas. Me dijo, tú escribe lo que sientas al estar en el Mediterráneo, lo que pienses tú al estar en estos sitios. No escribas lo que ya han dicho todos los demás.

-¿Cómo era la rutina productiva una vez convertida en redactora de Las Provincias?
 
-He tenido mucha suerte. Me he movido sin horarios, con una libertad tremenda. Yo llevaba el artículo que se esperaba de mí. Eso sí, cumpliendo siempre con la fecha o la hora del cierre. Cumplía y tenía libertad.

-¿Cómo se producía una sección como Valencianos en Madrid?
 
-Pues me iba allí, me pasaba los días que hiciera<<<<<<< falta y volvía con mi artículo. Concha Piquer me hizo pasar más días de la cuenta a la espera de la entrevista…

-¿Método de escritura?
 
-Hispano Olivetti.

-Y, supongo, pocas mujeres en la redacción.
 
-Pocas, pero algunas. Consuelo Reyna, que también estudió en Madrid, Concha Rago, Nieves Marco... Pero no abundábamos.

-Pero solo una tuvo los arrestos de lidiar con Hemingway. Se ha escrito sobre su conato de entrevista, que acabó siendo una estupenda pieza periodística pese a que la conversación nunca sucedió. Una especie de Sinatra has a cold a la valenciana…
-(interrumpe) ¡Y han tratado de hacer una película con aquella vivencia mía!, pero yo me he negado, claro está. Al menos, a participar. Ernest Hemingway pasaba por València con motivo de la Feria de Julio. Venía con su amiguísimo Antonio Ordóñez y él ya era muy reconocido. Así que tenía que intentar entrevistarle, pero era un obseso. Era un obseso sexual. Me decía, por qué no dejamos la entrevista para después<<<<< de la corrida. Te espero en mi habitación, es la número 69. ¿Sabes lo que significa? 

-¿Y cómo resolvió la situación? Porque llegó con él hasta la Plaza de Toros.
 -Soy antitaurina, aunque una vez la Diputación me encargó un libro sobre festejos taurinos y aproveché para hablar de las plazas de la región, que suponen un patrimonio muy desconocido. Pero bueno, aunque no sé mucho de toros, sé que cuando no sé quién toca la trompeta, aquello empieza. Intenté hacer la entrevista hasta que sonó la trompeta. Entonces me fui y la entrevista nunca llegó a producirse.

-Pero usted escribió el relato.
 
-Ay, por favor. Deja de llamarme de usted.

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