AGRO

El aceite de Castellón respira tras dos años negros: mejora la campaña pero la cosecha se queda al 50%

La meteorología, con episodios de frío, humedad, calor extremo y tormentas de granizo, ha provocado una importante pérdida de fruto. El sector augura una moderación de precios frente a los picos de años anteriores.

  • La recolección de la oliva comenzará a finales de octubre.
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CSATELLÓ. Tras dos años consecutivos de cosechas mínimas por la sequía, la provincia de Castellón afronta la nueva campaña de aceite de oliva con un repunte de la producción. Sin embargo, las expectativas de volver a niveles habituales no se cumplirán. La meteorología, con episodios de frío, humedad, calor extremo y tormentas de granizo, ha vuelto a condicionar el desarrollo del cultivo y ha provocado una importante pérdida de fruto en la fase de floración.

En el Alto Palancia, uno de los principales focos productores de la provincia junto al Maestrat y la Plana Alta, la previsión es de una campaña intermedia. Así lo explica Paco Ribelles, director del área Agro de la Cooperativa de Viver: “Después de dos campañas desastrosas por la sequía, el arranque del año auguraba buenas expectativas por las lluvias de primavera y una buena floración. Pero las lluvias más tardías y dificultades para abordar el tratamiento del repilo hicieron que algunos árboles perdieran más hoja de lo habitual. A ello se sumó la ola de calor de junio, que provocó una caída fisiológica de la oliva. Tampoco hay que olvidar que el granizo también nos afectó. Todo ello ha hecho que las expectativas de una buena campaña finalmente no se cumplirán y nos quedaremos en un nivel de producción medio respecto a una campaña habitual”.

En cifras, Ribelles calcula que, frente a los 1,1 millones de kilos de una cosecha normal, este año la cooperativa se quedará en torno a 700.000 kilos, lejos de lo habitual, pero muy por encima de los apenas 125.000 o 200.000 kilos logrados en las dos últimas campañas.

En el norte de la provincia, el Maestrat es otro de los enclaves con mayor peso en la producción de aceite. Allí, la situación también apunta a un repunte insuficiente. Según Arturo Zaragoza, productor de Rossell y responsable de la sección de aceite en la Unió Llauradora i Ramadera, “la previsión es que finalmente la campaña se quede en un 50% de lo que sería una campaña habitual”.

Zaragoza recuerda que el año pasado, por la sequía, muchas almazaras ni siquiera pudieron operar. En esta campaña, pese a la esperanza inicial, “gran parte de la producción se ha perdido durante el proceso de floración porque durante los meses de febrero y marzo se encadenaron dos meses de frío y humedad, que afectaron a la brotación y la floración”. Además, advierte de la incertidumbre que aún pesa sobre el resultado final, puesto que “el fruto sigue en el árbol y la mayoría de variedades no se recogerán hasta finales de octubre, con el consiguiente riesgo si se producen episodios de granizo durante el mes de septiembre”.

La provincia de Castellón cuenta con un mosaico de variedades que reflejan la diversidad de sus comarcas olivareras. En el Alto Palancia destaca la serrana de Espadán o serrana del Palancia, una variedad autóctona muy apreciada por su intensidad y cualidades organolépticas. En el Maestrat predominan la farga, canetera y nana, variedades tradicionales que dan lugar a aceites con personalidad propia, mientras que en la Plana Alta conviven producciones destinadas tanto a cooperativas como a almazaras privadas.

En cuanto a precios, tanto Ribelles como Zaragoza coinciden en que se prevé una moderación respecto a los récords de los dos últimos años, marcada por la escasez generalizada en el mercado internacional. Aun así, en palabras de Ribelles, “los clientes valoran la calidad y las cualidades de nuestra variedad autóctona por encima de los precios”.

Con este panorama, la campaña 2025 se perfila como un punto de inflexión: mejorará notablemente respecto a las dos anteriores, pero seguirá muy lejos de los niveles de una cosecha normal. El sector afronta el reto de la climatología, que se ha convertido en el factor decisivo en el olivar castellonense, y mantiene la mirada puesta en la estabilización de precios y en la creciente valorización de las variedades locales como motor de futuro.

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