CASTELLÓN

El punto de encuentro de un barrio: el despacho de pan El Fadrí traspasa 35 años de cercanía en Castelló

La panadería situada en la calle Marqués de la Ensenada baja la persiana para dar paso a una nueva cafetería

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CASTELLÓ. Los barrios de una ciudad se sostienen sobre una serie de columnas invisibles que articulan su vida cotidiana. Durante décadas, las panaderías tradicionales han extendido su función más allá del comercio del alimento para convertirse en motores que 'encienden' cada jornada. De esta manera, las panaderías ejercen un necesario papel como lugares de reunión matutina, donde los vecinos comparten saludos, comentarios o conversaciones mientras esperan tras el mostrador a ser atendidos. En Castelló, el despacho de pan 'El Fadrí', situado en la calle Marqués de la Ensenada, ha cumplido dicha función durante más de tres décadas, como una plaza interior donde se atesoran los gustos de cada cliente y las relaciones humanas se conservan en proximidad. El próximo sábado, sus propietarios, José Olivares y Adela Illana entregarán el testigo a una nueva cafetería.

Concretamente, la historia de El Fadrí abre su primer capítulo todavía un lustro más atrás y alejada de su longeva ubicación hasta el día de hoy. "La panadería surgió realmente hace unos 40 años", recuerda su dueña. "Empezamos con un negocio en sociedad cerca de la estación de tren, donde estuvimos unos seis años hasta que decidimos fundar un despacho por nuestra cuenta". Así, el acogedor establecimiento destinado a la venta de los diferentes productos artesanos ha subido la persiana cada mañana desde principios de la década de los 90 en su lugar actual con las estanterías rebosantes de panes de diferentes formas e ingredientes. El local regentado por José y Adela se extendió más allá de las elaboraciones típicas y autóctonas, como rosquilletas o cocas de los sabores más populares, hacia la cafetería y un servicio de desayunos que aviva el negocio desde primera hora.

La rutina de un barrio

El frenético ritmo de la realidad suele ocultar el ininterrumpido paso del tiempo y esconde la presencia de los pequeños comercios que componen la rutina diaria. "Siempre he sentido el aprecio de la gente, pero lo he notado especialmente desde que saben que traspasamos la panadería", confiesa Adela Illana mientras atiende las últimas comandas de la jornada. "Algunos clientes se lamentan, pero nadie somos imprescindibles y lo positivo es que el local no cierra, se abre una nueva etapa a través de gente joven que le dará su estilo con muchas ganas". No obstante, las relaciones construidas entre pedidos y diálogos a lo largo de más de 34 años pesan en una balanza que abarca las distintas emociones. "Tengo dos sentimientos opuestos: por un lado, las ganas de jubilarme y, por otro, la pena de dejar de ver a personas que, en definitiva, nos han acompañado toda la vida".

  • El establecimiento se ubica en la calle Marqués de la Ensenada. -

Pese a que aparentemente el producto en sí mismo no ha variado sustancialmente, los despachos de pan han experimentado en las últimas décadas un cambio notable en la forma de vender el alimento que les da nombre. "Hace cuatro décadas, cuando estábamos junto a la estación, venían familias que compraban diariamente cuatro, cinco e incluso más barras de pan; ahora apenas se llevan una o dos", asegura la propietaria de El Fadrí. Los principales motivos de este descenso, junto al paulatino declive de los establecimientos tradicionales, se explican a raíz de la relación negativa del pan con las actuales dietas saludables y, particularmente, de la competencia con las grandes superficies. "Ahora, la gente, sobre todo los jóvenes, no tienen tiempo y aprovechan para comprarlo en su viaje al supermercado", comenta Adela Illana. "La panadería ha quedado como un comercio de barrio de verdad".

Un cambio de manos para seguir adelante

Como en tantos otros oficios artesanales, la falta de relevo generacional amenaza también a la profesión de panadero por el "sacrificio" que conlleva poner en marcha el horno cada madrugada. "A medida que nos jubilamos, los negocios cierran y es una verdadera lástima, porque no los coge nadie y la tradición se pierde poco a poco", señala una de las dueñas del establecimiento. Sin embargo, en el caso de El Fadrí, las puertas del local continuarán abiertas, ya que sus propietarios, José y Adela, traspasarán el comercio a unas nuevas manos, más jóvenes, que lo renovarán, aunque mantendrán la esencia del despacho de pan. "Los productos van a ser los mismos e incluso añadirán sus propias novedades, principalmente en el apartado de la repostería".

  • El servicio de cafetería y desayuno aviva el local desde primera hora. -

Las paredes de la panadería castellonense guardan los recuerdos vividos tanto por los vecinos recurrentes como por aquellos que la visitaron de paso. "Me vienen a la mente tantas anécdotas en estos más de 30 años abiertos que no sabría quedarme con una", afirma Adela Illana mientras recuerda momentos de inacabables "risas", pero también algunos "difíciles". "Para la gente, especialmente para los mayores, ha sido un punto de encuentro donde relacionarse cada día; aprecio a los clientes de siempre y voy a echarlos mucho de menos, pero quiero que sepan que los dejo en buenas manos". En definitiva, El Fadrí cederá en unos días no solamente un despacho de pan tradicional, sino uno de los corazones sociales del barrio, fundamentado tanto en el producto como en una cercanía únicos.

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