CASTELLÓ. ¿Quién no tiene algún objeto de cerámica en su casa? Quizá sea uno de los materiales integrados en la vida cotidiana de la sociedad más versátiles y valorados. Nació como un elemento funcional en las sociedades prehistóricas y, poco a poco, ha adquirido también un papel determinante en el aspecto decorativo. Hablar de cerámica es hablar de sentimientos, de conexión con la tierra, con la naturaleza, con la esencia de la humanidad.
Esa es la filosofía con la que trabaja en su taller de Sant Mateu, Elisabeth Simon, quien dice que la cerámica "es fluir, lentitud, respeto por los tiempos, sentir y respirar, perder el control a veces, valorar, escucharte y saber escuchar el murmuro de la materia, y sobre todo coherencia con lo que siento, con la naturaleza, sostenibilidad y consciencia". De origen francés, aunque con raíces aragonesas, lleva más de 30 años en España y desde hace ocho vive en la capital histórica del Maestrat. Desde allí, ha reiniciado hace unos 4 años su "relación de amor" con la cerámica, en la que ha trabajado en distintos momentos de su vida, y ha comenzado su nuevo proyecto como ceramista de gres de alta temperatura con las ideas claras: "Al igual que en mi vida, donde nunca he seguido modas ni influencias, tampoco lo hago ahora en el mundo de la cerámica".
Elisabeth ha creado la marca 'Au gres du temps', desde la cual, diseña y produce sus creaciones a partir de los conocimientos que le han aportado su currículum académico como estudiante de Bellas Artes, pero, sobre todo, su experiencia vital como autodidacta. "El resultado de mis trabajos son años de experiencia con sus aciertos y sus errores a la hora diseñar, de crear los esmaltes a base de cenizas, caolín, óxidos naturales... Se podría decir que es un proceso similar al de los alquimistas", explica. En cuanto al nombre, explica la artesana que se trata de una expresión francesa que significa algo así como 'a medida que pasa el tiempo', y "es un juego de palabras que incluye la palabra gres y además refuerza esa característica en la elaboración de piezas de cerámica, que es la necesidad de tiempo", comenta.

Su pasión por el mundo del té ha llevado a la ceramista a centrar una gran parte de su producción en piezas como teteras, chawans (cuenco para el té japonés que, normalmente se emplea para elaborar el té matcha) y otros objetos relacionados con esta infusión. No obstante, también produce en su taller piezas como bols, centros de mesa o cuencos, entre otros, tanto de carácter funcional como decorativas. Eso sí, siempre relacionadas con la estética surgida de la filosofía wabi-sabi, una manera particular de ver el mundo y de entender la imperfección como belleza. En el caso concreto de las piezas cerámicas que crea Elisabeth las formas desiguales ya no aparecen como errores sino como una creación de la naturaleza. "Cada una de las piezas que elaboro son únicas", asegura. Y es que no hay ninguna igual, ya que "cada una de las elaboraciones, después de las dos hornadas que les doy, la primera de 10 horas a 980 grados y la segunda de 13 horas a 1.300 grados, cobran matices diferentes", explica.
Poco a poco, Elisabeth se ha hecho un nombre a nivel comarcal y su trabajo en gres de alta temperatura en su horno de gas ya es reconocido en la zona. "Es una técnica mucho más laboriosa que proporciona un producto mucho más duradero que el que se realiza en la alfarería popular", advierte la artesana. De momento, la venta de sus productos los realiza a través de instagram, del boca a oído, y también a través de ferias locales y comarcales, aunque estas navidades también está prevista su participación en algunos eventos en Aragón, Barcelona y Tarragona. No obstante, Elisabeth dice tener los pies en el suelo y ser consciente de las dificultades que existen, ya que la artesanía, en muchas ocasiones, no està valorada.

Alemanía, Suiza o Francia son algunos de los países en los que ha vendido su producto fuera de España la ceramista residente en Sant Mateu, que ha elegido este lugar para vivir y para crear "por su calma, su entorno natural, con su patrimonio increíble de olivos milenarios y el carácter de su gente". Elisabeth mantiene que "mi casa me encontró y sentí que era aquí que me tenía que quedar, así que la restaure, poco a poco, e instalé mi pequeño taller de cerámica en la planta baja, en el mismo corazón del pueblo", asegura, con el que "no me voy a hacer rica pero sí quiero vivir decentemente", concluye.
El proyecto de Elisabeth incluye también talleres y experiencias como degustación de té y creación de un chawan o cerámica para principiantes, pero siempre en grupos reducidos, como máximo de 4 personas, “para que haya un trato más personal”.