Entrevista

CULTURA

David Pastor, trompetista: "La música comunica y es un alimento para el alma indispensable"

Es profesor de jazz en la UJI y codirector de la Big Band de la universidad

  • David Pastor
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CASTELLÓ. La edición de los Premios de la Academia de la Música de España que se acaba de celebrar ha tenido un nombre que a no pocos sonará en Castelló, David Pastor. Este trompetista y compositor nominado por sus compañeros en la categoría de mejor álbum de jazz por su trabajo ‘TimeLapse’ es codirector de la Big Band UJI y profesor en el taller de lenguaje e improvisación de jazz del Servicio de Actividades Socioculturales de la universidad. Pastor también es profesor titular de trompeta en el Taller de Músicos de Barcelona, donde además dirige la Big Band, y en su currículum no faltan los cuatro años en los que estuvo trabajando para El Terrat al lado de Andreu Buenafuente.

Desde su comienzo en el mundo de la música, ha participado en los grandes festivales de jazz internacionales como el de Montreal (Canadá), Montreux (Suiza), Eurojazz (México), Jazzaldia, Barcelona o Madrid. Así mismo, colabora activamente con artistas como Miguel Poveda, Santiago Auserón, Sole Giménez y Martirio, entre otros. Aprovechando el último concierto en el Paranimf de la Big Band de la UJI, Castellón Plaza le pregunta por su distinción en los prestigiosos premios de la música y por su vida como trompetista.

— ¿Cómo ha vivido esta nominación en los Premios de la Academia de la Música de España?

— Siempre es una satisfacción estar nominado y más si es en unos premios tan importantes como estos. Es un reconocimiento y una alegría. Estoy muy contento, la verdad. Lo más importante es que han reconocido mi trabajo mis compañeros de profesión. En estas nominaciones han votado músicos de disciplinas tan variadas como el pop, el rock, la música urbana o clásica.

— ¿Cómo es la vida de un trompetista?

— Mi vida es muy ajetreada, y por eso mismo, no me puedo quejar de nada. Hago muchas cosas. Soy un trompetista con muchos frentes abiertos. Se me conoce mucho por mi faceta de jazz, pero también trabajo la clásica y trabajo con otros artistas. Soy director, compositor y, profesor, no paro ningún día. Tengo una carrera como artista internacional y puedo tocar madera porque las cosas me van muy bien y siempre estoy con la trompeta en la mano. No es común, eso es verdad.

— Pero pese a todo lo que me cuentas, ¿eres ante todo trompetista?

— Sí, claro. Es mi instrumento. Por encima de todo soy trompetista. 

— ¿Y tu instrumento no te da un margen demasiado corto con la música clásica?

— No creas. Cuando yo empecé a estudiar música, el único itinerario que podía seguir de una manera oficial era el clásico, por eso mi titulación es como intérprete de este género. El jazz lo comencé a estudiar por mi cuenta a los 14 años, he sido un autodidacta total. Luego la cosa se hizo grande poco a poco. Estudiar clásica y estudiar jazz al mismo tiempo me ha permitido ser muy polifacético.

Se me conoce mucho por mi faceta de jazz, pero también trabajo la clásica y trabajo con otros artistas

— ¿No has parado nunca de estudiar?

— No. De estudiar nunca se para, siempre nos estamos formando. Ten en cuenta que muchas veces tocamos música nueva, y esa música la tienes que estudiar. Están los grandes clásicos y los temas de jazz de toda la vida, pero también tocamos música que se hace en el momento, arreglos, composiciones o piezas nuevas. Siempre hay algo que estudiar.

— ¿Siempre es necesaria esa pasión que tienes?

-La pasión es necesaria. Pero las horas de estudio del instrumento, que nadie ve pero que le dedicas a diario, es lo que te hace tener un estatus dentro de la música. Si quieres ser un músico de nivel profesional y te quieres dedicar en cuerpo y alma, la pasión tienes que multiplicarla porque vas a necesitar pasar muchas horas en tu habitación practicando y haciendo ejercicios de técnica, de escalas y de respiración porque hay una parte de talento, pero es como una planta y si no la riegas y le pones abono se va a marchitar. Y para todo eso necesitas pasión. Eso es algo que el público no ve. Solo percibe que sales al escenario, lo pasas bien y das una hora de concierto. Pero para que ese trabajo salga perfecto detrás hay mucho trabajo.

— ¿Durante una actuación eres capaz de percibir desde el escenario si todo va bien?

— Lo percibo por el oído. La vista la tengo fatal y no veo lo que hace el público. Estoy concentrado en la música y con los aplausos del público capto si la gente se lo está pasando bien y ha conectado contigo. 

— ¿Cómo lo haces para cambiar de registro tantas veces?

— Del último concierto con la Big Band de la UJI he pasado a tocar tres días en el Café Central con mi quinteto interpretando el disco último que sacamos hace dos meses, luego volví a a Madrid para tocar en la Sala Sinfónica del Auditorio Nacional un tributo a Mike Oldfield y acabé junio en Segorbe con Jordi Barceló Trio con un espectáculo de flamenco y música latina y con Santiago Auserón, con quien llevo girando 14 años.

— Por eso te preguntaba, ¿cómo es posible cambiar de registro con una agenda como la tuya?

— Estudiando mucho y siendo organizado y planificando la agenda. Hay que tener la mente muy clara y todo bien estudiado. E intento aprovechar al máximo el tiempo.

Estoy concentrado en la música y con los aplausos del público capto si la gente se lo está pasando bien y ha conectado contigo

— ¿El cuerpo no se cansa ante tanto cambio?

— Tengo 51 años y siento que tengo 18 o 20. Yo tengo una discapacidad que he transformado en una suerte. Tengo un problema de visión que me impide conducir, y eso hace que vaya menos estresado por la vida. Me organizo y planifico muy bien en este sentido. Y además, soy una persona que sé decir que no.

— ¿Cuándo te diste cuenta de que la música iba a ser tu vida?

— Desde pequeño. Yo empecé en la banda de mi pueblo cuando tenía 9 años, pero antes ya estaba deseando ser músico. Cuando veía de niño desde la ventana a la banda de música tocar por debajo de mi casa sentía ya que tenía que formar parte de ese mundo. 

— ¿Ya pensabas en ser músico?

— Si. Yo le decía a mi madre que quería que me apuntara a música. Era muy pesado. Ella me contestaba siempre que lo haría una vez tomara la comunión. Hice la comunión un domingo 22 de mayo del 83 y el lunes 23 de mayo me fui solo a inscribirme.

— Ahí empiezas, y en algún momento te das cuenta que te puedes dedicar profesionalmente a la música...

— Si, pero ha sido algo fluido. No tengo ningún día marcado en el calendario. A los 14 años empecé a hacer bolos pagados y a los 18, cuando acabé el instituto y me dediqué plenamente a la música, comencé a ser profesional y ganarme la vida con el instrumento.

— ¿Nos puedes explicar cómo comenzó tu vinculó con la UJI?

— En 2004 se crean los primeros talleres de jazz. Fue una iniciativa de Jordi Albert, que había sido alumno mío. En ese momento me contrató, pero en enero del 2005 entré a trabajar para El Terrat, donde estuve cuatro años en el programa de Andreu Buenafuente, y lo tuve que dejar. Se quedó Ramón Cardo llevando los talleres y la dirección, pero en 2017 recibí una nueva llamada de Albert. Él acababa de regresar de México y Cuba, donde había estado un tiempo estudiando, e iba a presentar una licitación. Me explicó que me quería de director musical del proyecto. Ganamos la licitación y hasta hoy. Él regresó a México y desde entonces estoy junto a Víctor Colomer trabajando.

Es importante que las universidades tengan un servicio cultural además de los trabajos de investigación que normalmente se llevan a cabo

— ¿Hasta qué punto es necesario que la música esté presente en las aulas de la universidad?

— Es cultura para el pueblo. Es un servicio cultural para la gente que viene a formarse y para quienes vienen a ver los conciertos. Bendita sea toda la cultura. Es importante que las universidades tengan un servicio cultural además de los trabajos de investigación que normalmente se llevan a cabo. Sabemos que la UJI es líder en muchos aspectos científicos y humanísticos. Las universidades aportan un punto a la ciudadanía muy necesario. Los castellonenses, los valencianos y los alicantinos llevamos la música dentro, forma parte de nuestra cultura mediterránea. La música es un idioma más, es comunicación. Imaginate un día sin música. Hay muy pocas cosas que hagamos a diario que tengamos como una necesidad y la música la escuchamos todos los días. Pues bien, esa música la tiene que hacer alguien. Por eso digo que tener un servicio musical al servicio de la gente es necesario. Quizá no producimos económicamente pero es un alimento para el alma indispensable.

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