CULTURA

EXPOSICIÓN

En Eslida, el arte se escucha y se mira en pleno bosque

Once artistas forman ‘Bosque Habitado’, una exposición en la Sierra de Espadán impulsada por la asociación Cor de Suro en el marco del programa europeu 'Cork Experience'. Una muestra hecha de materiales naturales, procesos compartidos y escucha al territorio.

Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

“Cuando el arte se instala en la naturaleza sin invadirla, lo que hace es revelar aspectos que quizás pasaban desapercibidos”. No es una consigna, sino la idea que ha guiado a Cor de Suro en la creación de Bosque Habitado, un proyecto artístico en la Sierra Espadán que convierte el bosque en algo más que un fondo verde. Lejos de los relatos bucólicos o las escapadas sensoriales, la propuesta parte de una práctica situada: once artistas y artesanas trabajaron durante varios días en un laboratorio creativo donde el corcho, la tierra y los materiales vegetales se convirtieron en herramientas para mirar el territorio desde otra relación. La exposición -que puede visitarse libremente en Eslida- no solo habla del paisaje, sino de cómo habitarlo desde el arte.

“Desde el tipo de materiales utilizados hasta el modo de instalar las piezas, todo se pensó para no dejar huella en el bosque”, explica Ana Fialho, coordinadora de la iniciativa. El proyecto forma parte de ‘Cork Experience’, una acción impulsada por la Unión Europea – Next Generation EU, a través del Ministerio de Industria y Turismo, en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. El programa busca activar propuestas culturales y turísticas con arraigo local en territorios rurales. En este caso, las piezas instaladas en plena sierra se han construido con corcho natural, fibras vegetales, madera o tejidos reutilizados.

 

Durante siete días, los once artistas se juntaron en Eslida para trabajar, compartir y crear. No hubo escenografía: el bosque era el lugar y también el contexto de todo lo que pasaba. Las obras no se llevaron hechas de casa, se hicieron allí. “Cada parte del laboratorio estaba pensada para facilitar la convivencia y el aprendizaje”, cuenta Ana. Y eso incluye desde cómo se organizaron los espacios hasta cómo se plantearon los tiempos. No fue una residencia artística al uso, sino una experiencia que mezclaba trabajo, escucha y práctica compartida

A nivel logístico, el reto fue importante. “Teníamos que coordinar horarios, traslados, materiales… y todo sin romper el equilibrio del entorno”, explica. A eso se sumó el ritmo propio de la montaña. “La sierra te obliga a ir más despacio, y eso también cambió nuestra forma de hacer”. La clave, dice, fue la red de apoyo: el ayuntamiento, el Parque Natural, vecinas, amigos. Gente que ayudó a que todo funcionara. “Las dinámicas se fueron adaptando según lo que pasaba. En parte, ese era el objetivo”.

Arte en el camino

Quien camine estos días por los alrededores de Eslida puede encontrarse con una pieza textil suspendida entre los árboles o una instalación hecha con hojas y materiales recogidos del entorno. Son algunas de las obras que forman parte de Bosque Habitado, y que se distribuyen en un pequeño itinerario a las afueras del pueblo, accesible a pie y señalizado.

El recorrido empieza en la Fuente Matilde, un rincón de Eslida donde los alcornoques han cobrado rostro, y puede seguirse tanto en la app Wikiloc como en Google Maps. Las obras están pensadas para transformarse con el entorno, así que quien la visite probablemente no verá exactamente lo mismo que quedó registrado el día de la inauguración. Y eso también forma parte de la experiencia.

Entre las obras, hay intervenciones textiles como el portal de Mae Calvo, esculturas que juegan con lo simbólico y lo natural —como las piezas de Cristina Casinos, Roberto Alba o Lidia Herrero—, propuestas que invitan a explorar el bosque desde el cuerpo —como las de Ana Flores o Diana Manzanaro— y trabajos que despiertan la imaginación desde lo cotidiano —como los de Lucía Ruiz, Sara Cerezo o Manuel Roldán—. También hay quien ha apostado por lo ritual, como Águeda Forés, o ha intervenido varios puntos del recorrido, como Amparo Calero. Cada propuesta aporta una mirada distinta, pero todas comparten una misma voluntad: habitar el bosque desde el respeto, la escucha y la creación efímera.

  • -

“La acogida fue muy positiva, mucha gente del pueblo vino a ver la exposición y se interesó por el proceso”, cuenta Ana. Hubo incluso personas que ofrecieron su ayuda logística, espacios o herramientas. “La conexión con la comunidad fue real. No solo nos permitió sacar adelante el proyecto, sino que lo hizo más sentido”.

“Queremos que quien visite Bosque Habitado sienta que está entrando en un espacio distinto, más pausado y sensible, donde el arte dialoga con el bosque”, añade. “Que se permita observar con otros ojos, descubrir formas nuevas en lo cotidiano, y sentir que hay algo vivo y efímero habitando el paisaje. Más que una exposición, es una experiencia. Y esa experiencia invita a escuchar, a dejarse tocar por lo que el entorno nos cuenta y por lo que las obras sugieren”, reafirma.

  • -

Cor de Suro: red desde lo rural

La iniciativa parte de Cor de Suro, una asociación cultural con sede en Eslida que nació en 2022 con la voluntad de explorar el vínculo entre territorio, artesanía y creación contemporánea. Aunque su origen está en el trabajo con el corcho natural, el colectivo ha ido ampliando su práctica hacia proyectos que conectan cultura y ruralidad desde un enfoque activo y situado. Bosque Habitado es una de sus primeras propuestas de gran formato, pero no será la última. Esta edición ha funcionado como una experiencia piloto para testar nuevas formas de creación.

“Una de las cosas más bonitas ha sido ver cómo este tipo de proyectos generan red”, explica Ana. “Ya hay artistas que nos han escrito preguntando si habrá otra edición, o cómo pueden participar. Y lo cierto es que no nos planteamos un cierre: lo que buscamos es seguir alimentando este tipo de encuentros, aunque tomen otras formas”.

  • -



Para el equipo de Cor de Suro, esta primera edición deja aprendizajes importantes. “A nivel colectivo, la certeza de que es posible llevar adelante un proyecto complejo, con muchas capas, de forma cuidadosa y transformadora. Hemos confirmado que el arte puede ser una herramienta para activar redes, emocionar, y mirar el territorio con nuevos ojos”, resume Ana. “A nivel personal, nos llevamos vínculos, aprendizajes y mucha emoción. La conexión que se creó entre las personas participantes fue muy profunda —muchas decían sentirse parte de una ‘familia corchera’— y eso es algo que no se fuerza, surge cuando las condiciones son las adecuadas”.

Más allá de la intervención artística, Bosque Habitado deja una huella invisible: la de quienes compartieron procesos, escucharon el bosque de este pueblo de Castellón y se dejaron transformar por él.

“El bosque se convierte en un escenario, sí, pero también en un interlocutor”, reflexiona Ana. “Este tipo de propuestas invitan a una relación más emocional, simbólica y respetuosa con el paisaje. Ayudan a entender que el bosque no es solo un recurso ecológico o turístico, sino también un espacio cultural, lleno de memoria, de belleza y de posibilidades”.

  • -

 

Recibe toda la actualidad
Castellón Plaza

Recibe toda la actualidad de Castellón Plaza en tu correo