CULTURA

ENTREVISTA

Lucía Vallés: "Salir del circuito urbano quita presión y te permite trabajar de forma honesta"

En ‘Fam, fam, fam’, la artista alicantina transforma la comida y el textil en un espacio emocional que remite al hogar. La muestra puede verse en Vilafranca del Cid hasta el 8 de diciembre

  • Lucia Vallés
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

La comida recorre la obra de Lucía Vallés (Alicante, 1999) como un lenguaje propio. No solo como imagen, sino como una forma de hablar de afecto, de territorio y de cómo compartimos lo cotidiano. “Al venir a València, mi abuela siempre me hacía tuppers de comida. Era su manera de hacerme saber que me quiere y, la verdad, me parece una forma muy bonita de decir te quiero”, cuenta la misma. Mudarse hasta otra ciudad y reconocer tu hogar en una salsa o en un plato de paella, puede ser lo que te salve, de hecho, un día malo. 

Fam, fam, Fam, la exposición que presenta en Vilafranca de Cid, nace justo de ahí: de cómo la comida puede activar un lugar emocional que se parece al hogar. Vallés mezcla ese imaginario con el textil y con un azul que recuerda a las cocinas valencianas, construyendo un espacio cálido que invita a tocar sus obras más que a mirarlas.

En Vilafranca, además, este universo encuentra un contexto distinto al habitual. La muestra inaugura La Coladuria, el nuevo espacio impulsado por la artista textil Anne Barton de Mayor, y lo hace en colaboración con la Galería Batec. Un proyecto que apuesta por artistas emergentes y por activar el casco antiguo implicando al vecindario. Fam, fam, fam puede visitarse hasta el 8 de diciembre.

-La comida está muy presente en tu trabajo. ¿Por qué te interesa tanto ese tema?
-La verdad es que desde que empecé a hacer obra, cuando aún pintaba, siempre tuve una fijación con la comida. A todos nos gusta comer, pero reflexionando sobre por qué pintaba comida, me di cuenta de la importancia del acto de comer, no solo por la accion de alimantarse, sino también como un espacio para compartir. La mesa, como un lugar de socialización, al final es el ejemplo más claro. Cuando quedas para comer con alguien, lo que menos importa es la comida en sí, sino la compañía, el estar juntos.

Además, también me interesa la identidad que da la comida en un sentido territorial. Es súper descriptiva de un lugar; cuando viajas, una de las primeras cosas que buscas es la gastronomía, porque es algo muy identitario y conforma parte de la cultura y de las personas que viven allí. Por eso la comida tiene una riqueza social enorme que se materializa en los alimentos. Mi trabajo, en realidad, intenta albergar toda esa dimensión de la comida, no tanto fijándose en el alimento en sí, sino en todo lo que gira alrededor.

-Si tuvieras que quedarte con un momento que te parezca especialmente inspirador del ritual de comer, ¿cuál sería?
-Cocinar para alguien o que alguien cocine para ti. Al venir de Alicante a València a estudiar, mi abuela siempre me hacía tuppers de comida. Era su manera de hacerme saber que me quiere. Que te pongan en el tupper “albóndigas, Lucía” o “cocido, Lucia” me parece una forma muy bonita de decir te quiero. Es como convertir ese cariño en algo físico. En este caso, en una comida.

-El azul domina toda la exposición. ¿Por qué ese color? ¿Qué te conecta con él?

-Como siempre había trabajado con toda la gama de colores, cuando decidí experimentar con el tejido busqué una especie de síntesis máxima, en casi todos los sentidos: tanto formal, porque el dibujo se volvió más sintetizado, como cromático. A la hora de elegir un color me quedé con el azul, porque está muy relacionado con la cocina valenciana y ha estado muy presente a lo largo de mi vida. Esa idea del azulejo azul siempre me ha recordado a la cocina. Además, me parece interesante porque es un color que no está presente en la comida y eso genera un contraste entre el contenido y el color.

-¿Y qué te llevó a probar con el textil? ¿cómo cambia tu forma de pensar la imagen cuando trabajas con la lana?

-La verdad es que llegué al textil porque me aparecieron varios vídeos de esa técnica y me pareció súper interesante como forma de expandirme. Siempre he pintado, pero me gusta aprender cosas distintas, y el tejido me llamó la atención porque da un aspecto de calidez y de hogar. Sentía que concordaba bastante con el discurso de lo cotidiano que estaba dando.

Trabajar con lana también me parece bonito por eso, porque es un material muy cálido que te transmite confianza. Empecé investigando con telas pintadas, no tanto con tejido, y ahí me di cuenta de que no todo tenía que ser un bastidor como lo entendemos normalmente. Me apetecía salir del formato cuadrado, del lienzo, y probar con objetos o piezas más libres. Es una técnica muy divertida; me gusta alternarla con la pintura, que te obliga a meterte dentro del cuadro, mientras que con el tejido tienes más libertad para decidir la forma, cómo colocarlo o incluso convertirlo en un objeto más que en una obra.

-Tus piezas parecen formar una especie de alfabeto visual alrededor de la comida. ¿Piensas en ellas como parte de un conjunto o de forma independiente?
-Me gusta pensar en toda la obra en conjunto, porque desde el inicio, y todavía ahora, está concebida como una instalación. Por eso hay piezas que van al suelo. Me interesa transmitir esa sensación de estar en un comedor o en una cocina, y que quien entre sienta que está como en casa. Entre la calidez del tejido y las imágenes desenfadadas, casi divertidas, busco generar esa sensación acogedora.

-De hecho, hay algo muy físico y cercano en tu trabajo, casi invita a tocarlo.

-Sí, a mí me gusta que la gente lo toque, no tengo ningún problema. De hecho, como te decía, lo bueno de esta técnica es que puede ser a la vez un objeto y una obra. Cuando ves a la gente delante de las piezas, muchas veces lo primero que hacen es tocarlas, y luego ya piensan si deberían hacerlo o no. Al final no lo toca tanta gente como para desgastarlo, y además no es como un cuadro que cuando lo tocas se queda la huella. Esa textura aterciopelada invita a hacerlo.

-Este año has pasado por Hybrid en Madrid, Marte en Castelló y ahora inauguras en Vilafranca. ¿Cómo estás viviendo este momento como artista emergente?

-La verdad es que lo de Hybrid fue increíble. Al ser durante la semana del arte en Madrid, fue algo muy nuevo para mí, porque hasta entonces solo había expuesto en València, en el Centro de Cultura de la Juventud, o en Alicante. Estar presente en una feria era algo totalmente distinto. Iba un poco asustada por no saber qué me iba a encontrar, pero súper ilusionada y muy agradecida. Fue una experiencia muy guay: conocer gente, ver cómo era una feria que nunca antes había visitado… y poder vivir algo diferente a las más conocidas, como Arco o Urvanity. Además, el estar muy cerca de la gente me gustó mucho. Está bien tener contacto directo con quien ve tu trabajo.

En general, es muy motivacional todo. Muchas veces trabajamos sin saber muy bien para qué, pero cuando surgen oportunidades así, ves que el esfuerzo tiene sentido. Aunque lo hago porque me gusta y porque quiero ver mis obras, también está guay que puedan salir del estudio.

-¿Cómo ha sido, por contra, salir del circuito urbano y presentar tu obra en un lugar tan especial como La Coladuria?
-Al ser un pueblo alejado de Alicante, de donde yo soy, no puedo mover a mi gente para que venga, así que me lo he tomado como una experiencia nueva, sin saber muy bien cómo irá en cuanto a público. Pero solo con hablar con Anne y ver la ilusión que ha puesto en crear el espacio, te entran aún más ganas de participar.

También hace ilusión que no esté dentro del circuito urbano, porque quita presión. Lo haces de forma honesta, porque quieres y porque nos apetecía a las dos. Me parece algo muy bonito y muy sincero: simplemente hacerlo porque te apetece.

-La exposición llega además de la mano de Galería Batec, de la que formas parte. ¿Qué te aporta trabajar junto a una galería joven?

-También ha sido mi primera experiencia trabajando con una galería, así que está guay porque ellas son nuevas y yo también. Nos vamos retroalimentando. En lo personal tengo bastante feeling con el equipo, nos entendemos muy bien y hacen muy bien su trabajo. Este año y medio con ellas ha sido súper guay: me han dado la oportunidad de ir a sitios como ferias y expos, y tengo la sensación de que son muy flexibles. Como estamos ambas empezando, mola ver cómo poco a poco surgen sinergias y esa ambición de ir a más, de hacer lo mejor que podemos y aprender de cada cosa que hacemos.

-¿Qué otras artistas o proyectos te están inspirando últimamente?

-La verdad es que me inspiro mucho por lo que veo en Instagram. Ahora sigo a bastantes artistas textiles. En cuanto a referencias, me fijo mucho en lo que se hace en la Comunitat Valenciana. Por ejemplo, la Universidad de Alicante tiene cada año una convocatoria de residencias para artistas que están empezando y son muy guays. Y también en València, todo lo que gira alrededor de la universidad, como el PAM!PAM!, me inspira mucho.

-Después de Fam, fam, fam, ¿de qué tienes “hambre”? ¿Qué más te gustaría hacer?
-Siento que esta temática todavía me sigue moviendo a hacer cosas. Ahora que ya he roto esa barrera técnica, me queda un mundo por explorar. Tengo muchas ganas de probar nuevas mezclas con el textil, con la resina, y ver cómo se pueden combinar para crear nuevos objetos, piezas en 3D o esculturas. Estoy tirando por ese camino: ver hasta dónde puedo llegar con el textil.
 

Recibe toda la actualidad
Castellón Plaza

Recibe toda la actualidad de Castellón Plaza en tu correo