Cine

¿Y TÚ QUÉ MIRAS?

Películas refugio para tiempos muy antipáticos

  • Cantando bajo la lluvia.
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VALÈNCIA. Al final de La rosa púrpura de El Cairo (Purple Rose of Cairo, Woody Allen, 1985), la protagonista, sin casa ni dinero tras huir de un marido abusador, se mete en un cine donde proyectan Sombrero de copa (Top Hat, Mark Sandrich, 1935) y, entre lágrimas, acaba finalmente sonriendo al ver a Ginger Rogers y Fred Astaire en uno de sus maravillosos bailes. No se puede expresar mejor la condición de refugio que tiene el cine. Y en una doble vertiente: la sala como refugio físico y mental, en cuya oscuridad ponemos en suspenso nuestra vida mientras vidas ficticias e inventadas llenan la pantalla, y la propia película como refugio, la veas donde la veas, en una sala o en tu televisor, ordenador o smartphone. 

Lo cierto es que las películas de Rogers y Astaire fueron un refugio en la dura realidad de aquellos años de la Gran Depresión, en la década de los 30 del siglo pasado. Puro cine de evasión en el más noble sentido: un lugar falso, bello y fantasioso en el que olvidar durante un rato las muchas penurias cotidianas entre estilizados decorados Art Déco, diálogos llenos de ingenio y bailes asombrosos. Si usted no ama el musical y no entra en su lógica de fantasía y artificio máximo, esto no es para usted. Pero si lo ama, estará de acuerdo conmigo en que es el género refugio por antonomasia. Un mundo de fantasía más allá de la razón en el que perderse y ser feliz. También le digo que desconfíe de quien no sea capaz de dejarse llevar por Cantando bajo la lluvia (Singing in the rain, Stanley Donen y Gene Kelly, 1952), la alegría de vivir hecha película. Imposible no emocionarse con el famoso baile bajo la lluvia de Gene Kelly, en el que, de pura felicidad y amor, acaba saltando en los charcos como un crío y siendo reprimido, como en la vida misma, por la ley en forma de policía: niño, no se puede ir así por la vida, no alteres el orden y cumple las normas.

  • Sombrero de copa. -

En general, la comedia ofrece un buen cobijo, especialmente la gran comedia clásica de Hollywood, de La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, Howard Hawks, 1938) a Con faldas y a lo loco (Some like it hot, Billy Wilder, 1959). Todo el poderío del cine clásico, con relatos concebidos como mecanismos de relojería, a disposición del entretenimiento y el placer. Y dentro de este negociado, la comedia romántica es uno de los grandes refugios cinematográficos. O fue, porque tras joyas como Cuando Harry encontró a Sally (When Harry mets Sally, Rob Reiner, 1989), el actual estado comatoso del género difícilmente permite disfrutarlo. Entre otras, porque las gafas violeta del feminismo han cambiado nuestra mirada, menos mal, y porque esa visión del éxito capitalista asociado a la comedia romántica actual no hay quien se la crea. 

Eso sí, qué mejor que refugiarse en el triunfo del amor y esos relatos hechos para llorar a gusto. No cabe duda de que los grandes melodramas románticos son también buenos refugios. A la cabeza, Tú y yo (An affair to remember, Leo McCarey, 1957), en la versión de Cary Grant y Deborah Kerr. Y bien que lo siento por las nuevas generaciones que tienen que conformarse con sucedáneos sentimentaloides de saldo que no le llegan ni a la suela del zapato, como El diario de Noa (The Notebook, Nick Cassavetes, 2004) o Antes de ti (Me before you, Thea Sarrock, 2016). 

  • Full Monty. -

Hace poco, TVE tuvo a bien hacer un homenaje a Jane Austen por su aniversario emitiendo, un domingo por la tarde y una detrás de otra, Orgullo y prejuicio (Pride and Prejudice, Joe Wright, 2005) y Sentido y sensibilidad (Sense and Sensibility, Ang Lee, 1995). No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que fuimos muchas las que nos sentamos en el sillón a las cuatro de la tarde para volver a disfrutar del tira y afloja sentimental de Darcy y Elizabeth Bennett y no nos levantamos hasta las ocho tras ese momentazo cinematográfico que es cuando Elinor, absolutamente genial Emma Thompson, se rompe tras estar sosteniendo el mundo en sus hombros y escondiendo sus emociones durante toda la trama. Gracias, TVE.

Y hay algo aquí que va más allá del placer de ver triunfar al amor. Me refiero a la belleza de las películas, a ese componente visual y sensorial con el que disfrutamos de algo bien hecho. Hay un refugio estético y emocional en esa belleza que el cine proporciona. Incluso sin ese triunfo del amor, los melodramas suntuosos son magníficos cobijos, como la bellísima Deseando amar (In the mood for love, Wong Kar-wai, 2000) o el espectáculo total que es Lo que el viento se llevó (Gone with the wind, V. Fleming, G. Cukor, S. Wood, 1939). Claro que si usted, por ejemplo, es un fan del cine de terror, probablemente encontrará ahí algunas películas en las que cobijarse, por más que mucha gente no lo entienda. 

  • Pequeña Miss Sunshine. -

El cine británico es especialista en esto de crear películas acogedoras y cálidas. Son esas comedias costumbristas con un alto componente social y de denuncia, protagonizadas por gente normal y corriente de clase obrera, como usted y como yo, de las que The Full Monty (Peter Cattaneo, 1997) o Pride (Matthew Warchus, 2014) son los mejores ejemplos. También normales y corrientes son los protagonistas de esa delicia, película refugio por antonomasia, que es Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2006). 

Y luego está la maldita nostalgia, que hace que toda una generación, que es la que ahora gobierna el mundo cultural y económico, se refugie en las pelis que poblaron su infancia y adolescencia, hasta convertirlas en canon, en títulos míticos gracias a una mirada acrítica y profundamente sentimental. Sí, me refiero a films como Regreso al futuro (Back to the future, Robert Zemeckis, 1985), Los Cazafantasmas (Ghostbusters, Ivan Reitman, 1984), Los Goonies (The Goonies, Richard Donner, 1985) o Cuenta conmigo (Stand by me, Rob Reiner, 1986). 

En fin, como bien se dice, para gustos, colores. Ya lo dijo Pascal: el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y con un mundo tan jodido y feo como el que estamos padeciendo, con tanto malismo triunfante, vamos a necesitar refugiarnos en el cine y en películas en donde triunfa el bien y el amor o, por lo menos, no son derrotados ni humillados por la maldad. Todo, eso sí, para recargar pilas y volver a la batalla, que los malos son poderosos, están muy crecidos y no tienen escrúpulos. Que en 2026 veamos su derrota.

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