CULTURA

Rafael Álvarez, 'El Brujo': "Dios es un cachondo, pero a veces no le cogemos el punto a sus chistes"

El dramaturgo presenta el día 22 en Benicàssim 'Mi vida en el arte'

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BENICÀSSIM. Con su inconfundible estilo de juglar contemporáneo, Rafael Álvarez, 'El Brujo', tomará el escenario del Teatre Francesc Tàrrega de Benicàssim con su último espectáculo, 'Mi vida en el arte'. En esta ocasión, sube el nivel con una obra en la que mezcla textos clásicos de místicos, de Cervantes y de Shakespeare con anécdotas personales y mucho humor. Asegura no tener miedo de conversar con el público a través de la poesía porque asegura que la gente que se sienta en la butaca es "inteligente y sensible", y ama "el verso y el buen teatro". 

El Brujo es uno de los actores y dramaturgos más emblemáticos del teatro español. Con una trayectoria que abarca décadas, El Brujo ha conquistado al público de la provincia en innumerables ocasiones con su habilidad en las tablas para mezclar el humor y la profundidad filosófica. El viernes 22 habrá otra oportunidad para disfrutar de su maestría y conocer un poco más su trayectoria profesional, esta vez, de la mano de los clásicos.

-¿De dónde nace la idea de este nuevo espectáculo, Rafael?

-Este espectáculo nació el año pasado en el Festival de Teatro Clásico de Almagro. Es un montaje que gira en torno a textos clásicos que he ido haciendo a lo largo de muchos años. Es una antología de textos de los místicos, de Cervantes y de Shakespeare. También incluye momentos en los que hablo de detalles biográficos, acontecimientos y anécdotas personales. Es un espectáculo dentro de un estilo completamente medieval, de juglar, que contiene textos poéticos, episodios y parodias humorísticas.

-¿Te explicas también a ti mismo a través de esta obra?

-Son anécdotas teatrales que tienen mucha gracia, que son paradójicas, sorprendentes y muy didácticas, y que explican un poco la vida de los cómicos: lo que pasa entre bambalinas y situaciones que a veces surgen con el público de manera completamente inesperada, a partir de las cuales los actores tenemos forzosamente que improvisar. Esos son momentos y recursos que tienen mucha gracia, y la gente se lo pasa muy bien y ríe mucho.

-¿El humor está presente en esta obra porque necesitas poner ese contrapunto a los textos clásicos que recitas?

-Todos los espectáculos que hago tienen humor, todos, porque va conmigo. Yo soy humorista, y yo creo en un dios que tiene mucho sentido el humor. Para mi, Dios es un cachondo. 

-¿Por qué piensas que Dios es un cachondo?

-Es que es así. Dios es un cachondo, pero a veces no le cogemos el punto a sus chistes. Cuando sufres una enfermedad, un accidente, un contratiempo, no le ves puñetera gracia, pero en realidad es una broma. Es una broma pesada, seguro que puede parecer pesada, pero únicamente es pesada porque en ese momento tú no tienes la capacidad de ver con distancia lo que te pasa, que es justamente lo que hace el teatro. El teatro es un espejo de la vida. Toda forma de terapia es considerar que la vida, y lo que te pasa en la vida, es pasajero y que es algo que no tiene tanta importancia. Podrías hasta pensar que lo que te ocurre es como una película. De hecho, así lo afirman los grandes místicos. Pero claro, eso no quiere decir que te descojones cuando se te muere un amigo. Lo que quiere decir es que tienes que considerarlo con un sentido de perspectiva, con una filosofía un poco ecuánime y de aceptación del contraste de la vida. Más allá de eso, hay otra vida. Y es una vida en la que todo ese conflicto no tiene razón de ser, es una estancia luminosa donde solo hay felicidad. Ese es para mí mi credo. Por todo cuanto te comento, el humor es básico en todas las obras que yo hago. 

-¿Por qué te atreves en este momento a subir al escenario teatro en verso?

-Siempre que voy a los festivales de teatro clásico, hago teatro en verso. Es la materia propia de estos sitios, de estos espacios. Hay festivales donde lo que se presenta es teatro poético del siglo XVI, del siglo de oro. Y el verso es muy bonito, es muy importante, es una cultura muy vieja pero que tiene mucha fuerza porque el verso es música. Y todo lo que se dice a través del verso es como una canción. Y son muy bellos esos fragmentos, esos versos de los grandes autores. Y por eso lo hago, lo hago en verso.

¿No te preocupa que a la gente le pueda asustar ir a ver una obra en verso al teatro?

-No. A la gente le encanta el verso, o al menos, a la mayoría de las personas. Hay mucho público al que es apasiona la cultura y que tiene mucha sensibilidad, por eso digo que a la mayoría de personas le encanta el buen teatro y el verso. Pero hay una idea dominante, que es que creemos que la gente es estúpida, que es bruta, que lo que se pone de moda es la brutalidad, o la hostilidad, y que si quieres vender un espectáculo, si quieres tener éxito y que te acepten, tienes que potenciar lo feo, lo desagradable, lo chocante y lo horrible, porque eso da morbo y vende, pero no es verdad. Cuando a la gente la tratas de otra manera siempre responde de otra manera y el público siempre responde cuando se le trata con respeto. Lo que pasa es que hay que perderle el miedo y no pensar que si me pongo de una manera concreta van a decir que eso no gusta o que es pedante. Por eso en ocasiones la gente quita un chiste grosero de una función y no, no debería. Yo doy una de cal y otra arena y a veces hago un chiste grosero para captar un poco la atención de la gente. Una vez que ya te están prestando atención pues voy y le recito los textos de López de Vega.

-Rafael, cuando la crítica habla de ti lo hace destacando siempre tu estilo único. ¿Cómo describirías esa forma de hacer tan tuya?

-Pues este es el estilo que yo te he mencionaba antes, el de los juglares. Esto que hago yo es una tradición dentro del teatro. Es mi forma de trabajar y está enraizada en un género, que es muy antiguo y que se centra en el trabajo unipersonal, como hacía el contador de historias. No es otra cosa que una forma de teatro medieval, del Renacimiento y también del siglo XX. Hace unos años lo practicaba un gran actor italiano, Dario Fo. Él fue un gran dramaturgo premio Nobel y se centraba en este estilo tan marcado dentro del teatro europeo.

-¿Qué te viene a la cabeza cuando te dicen que eres un referente del teatro español contemporáneo?

-Pues lo primero que me viene a la cabeza es que ya estoy un poco mayor, porque eso no me lo decían cuando tenía 30 años. Te dicen elogios que te das cuenta que son de veteranía, de muchos años. 

-También te dirán que en el escenario se nota que a tu edad estás en forma…

-Claro. ¿Pero qué te crees que estoy haciendo ahora mismo mientras hablo contigo por teléfono y contesto a tus preguntas? Estoy haciendo abdominales (risas).

-¿O sea que cuidas mucho el cuerpo?

-Todo el tiempo. Para el actor que trabaja en solitario es fundamental cuidar el cuerpo y cuidar la voz. Los tobillos deben estar siempre resistentes para que puedas hacer bien los giros y consigas que haya ritmo durante la representación. Fíjate que tiene que ver más con la danza que con el teatro.

-¿Es un cuidado diario?

-Claro, claro. Es un trabajo diario. Por eso nunca tengo vacaciones. Si me cogiera 15 días de vacaciones ya no vuelvo a subir a un escenario (risas).

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