CASTELLÓ. Paseamos en la mañana de ayer por un Parque Ribalta exuberante, bajo un cielo salpicado de nubes gruesas, quizás el presagio de las fuertes lluvias previstas en los mapas del tiempo para las comarcas castellonenses y valencianas. Un domingo cualquiera, exhausto tras una semana de vibrante actualidad, de maldita actualidad, de hartazgo y desasosiego. Mi perro Pancho caminaba ayer desganado, arrastrándose sin sentido entre los matorrales, cargando con la artrosis y el cansancio. Yo hacia los mismo.

La pasada semana, no obstante, nos dejó motivos para la esperanza, con los discursos del reconocimiento al estado de Palestina, de los dos estados, en la sede de la ONU, con motivo del ochenta aniversario de la institución. 157 países apoyaron la creación de los dos estados, y apoyaron al pueblo palestino denunciando el Genocidio. El presidente del Gobierno español fue, sin duda, uno de los más contundentes, pero se dieron más casos de indignación y rechazo por tanta muerte de inocentes, de mujeres, hombres, niñas y niños, por la muerte de periodistas, casi 300 desde el pasado año, por el asesinato de personal sanitario, y por la muerte de personal humanitario. Médicos sin Fronteras ha anunciado que se marcha de Gaza por ser insoportable el riesgo que están sufriendo, porque ya no hay condiciones seguras para seguir cooperando.

En la sede de la ONU, hasta el Rey de España, plantó cara a Israel, pero no pronunció la palabra correcta, Genocidio. En estas solemnes jornadas de aniversario de la ONU, solamente desentonaron algunos monstruos en esta  gran torre de Babel, Trump. Milei y el propio Netanyahu que dio un repugnante discurso en una sala casi vacía por el abandono de la mayoría de delegaciones internacionales. Negó rotundamente los dos estados y anunció más muerte y violencia, patinando junto a las intervenciones surrealistas de Trump y Milei que atacaron directamente a la Organización de Naciones Unidas. 

Es demoledor seguir las palabras del individuo Netanyahu mientras siguen muriendo cada día decenas de personas en Gaza y Cisjordania. Produce una rabia e impotencia infinitas, a pesar del aislamiento de Israel que está provocando una comunidad internacional que ha dado sus primeros, y tímidos, primeros pasos para denunciar el Genocidio, movidos por la sociedad civil en todos los países. La realidad está retenida, es una fotografía fija, los días pasan con más muerte y desesperación, con el desencanto a cuestas, con una angustia difícil de superar. Y frente a pequeños avances está surgiendo a grandes zancadas la ultraderecha y su derecha, el PP, que parece querer lo mismo, defender y proteger a Netanyahu negando una evidencia tal como se negara en su día el Holocausto. 

La ultraderecha sigue creciendo en todas las encuestas, navegando tranquilamente en los territorios autonómicos, como sucede en el país valenciano. Imponer orden y ley es la consigna de estos grupos fascistas, pero también del PP que ha hecho propio este lema en un encuentro murciano este fin de semana, analizando su política migratoria. 

Para Vox sobran más de dos millones de españoles nacidos en el extranjero, sobran los inmigrantes que vienen "a cobrar subvenciones, a quitarnos el trabajo y a delinquir". En Castelló, no hace mucho, el portavoz de Vox en el Ayuntamiento, el concejal Ortolá, miembro del equipo de gobierno, advirtió que la ciudad no acogería a menores migrantes no acompañados, ni se dedicarían recursos económicos. Su compañero de Vox, el concejal Vidal, dijo en el último Pleno que los menores se acojan en los domicilios de la oposición. Nadie del PP ha desmentido las crudas afirmaciones de sus compañeros de gobierno. Lo curioso e hipócrita es la celebración, este domingo, de una jornada dedicada a "Castelló, ciudad acogedora del migrante y del refugiado", con el apoyo del Ayuntamiento. 

Corren malos tiempos, Vox exige a Mazón y el presidente autonómico cumple, Vox exige a Carrasco y la alcaldesa calla, Vox manda y Feijóo obedece. Y sociedad, asiente. José Saramago, en Ensayo sobre la lucidez, describe cómo una especie de apatía o confusión democrática permite que el discurso autoritario crezca: la gente incapaz de reconocer la importancia de "la voz propia" o de participar activamente termina siendo manipulada. Transitamos hacia sociedades donde la participación política baja, la fe en la institución mengua, y el desencanto facilita la adhesión a discursos fáciles, sobre todo entre la gente joven. 

Buena semana. Buena suerte.

No se olviden de Gaza, ni de Cisjordania.