Recordamos claramente cuando Carlos Mazón llegó a la presidencia de la Generalitat Valenciana tras las elecciones de mayo de 2023. Recordamos cómo se apresuró a prometer que no iba a precipitarse en la configuración de su gobierno porque estaba en la búsqueda de los mejores.
Lo que vendió como prudencia, no era más que una burda excusa excusa. La realidad era que costaba encontrar a quien se atreviera a sumarse a un gobierno plagado de sombras y herencias incómodas, esa sombra de la corrupción que marcó la etapa del PP valenciano. El recuerdo de Eduardo Zaplana, padrino político de Mazón y símbolo indeleble de la corrupción que manchó durante años a la Comunidad Valenciana, seguía demasiado fresco en la memoria colectiva. Era entendible que costara sumarse a un gobierno percibido como la continuación de una etapa política marcada por el clientelismo y la corrupción.
Lo cierto es que la supuesta “búsqueda de los mejores” desembocó en un gobierno marcado por la improvisación, la mediocridad y, principalmente, por la claudicación ante la extrema derecha. Mazón decidió entregar áreas clave como Justicia y Emergencias a Vox, un partido negacionista en materias tan sensibles como la violencia de género o el cambio climático.

- Foto de familia durante el acto de toma de posesión de los miembros del Consell PP-Vox. -
- Foto: JORGE GIL/EP
Poner en manos de quienes niegan la existencia de la violencia machista la protección de las mujeres víctimas fue una temeridad. Confiar la gestión de las emergencias —un área que requiere rigor, preparación y sensibilidad— a un partido negacionista fue la primera señal de alarma de un gobierno que prefería satisfacer a sus socios ultras que garantizar una gestión responsable. Lo volvimos a ver hace pocos días, en el reciente pacto del Ventorro donde han vuelto a vender a los valencianos y las valencianas a cambio de mantener aforado al señor Mazón.
El desastre no tardó en aflorar. La ruptura del gobierno de coalición entre el PP y Vox dejó tras de sí un solar de incompetencia. Dejó al descubierto que Mazón no tenía un plan para los valencianos e intentó resolverlo rápidamente, en 24 horas tenía los puestos cubiertos. Fruto de su improvisación acabó designando al frente de las emergencias a una persona que, meses después, en sede judicial, reconocería sin pudor que no tenía ni idea del área que se le había encomendado. Que alguien acepte prometer o jurar un cargo para el que no está preparado no solo es una estafa a la ciudadanía, es una irresponsabilidad: Esta falta de preparación, como hemos visto, nos ha costado muy caro.
¿Este era el “gobierno de los mejores” que Mazón prometía? Es evidente que no tenían la capacidad, pero tampoco la conciencia de lo que significa la responsabilidad de tener a cinco millones de personas a tu cargo.
Porque no se trata solo de incompetencia individual: se trata de una estructura de poder que, ante la adversidad, decidió mirar hacia otro lado. Ahí está el ejemplo de Salomé Pradas, la responsable de activación de las emergencias, que tardó horas en pedir el auxilio de la UME cuando la situación ya era insostenible. No fue por falta de advertencias. Según las declaraciones de la delegada del Gobierno, se ofreció la intervención de la UME desde el primer momento, pero Pradas hizo caso omiso.
Aún más indignantes han sido las conversaciones desveladas entre altos cargos durante las horas críticas de la emergencia. Es el caso de la conversación desvelada entre el secretario autonómico Argüeso y la Vicepresidenta del Consell Susana Camarero, la máxima responsable de los valencianos detrás de Mazón, cuando el número dos de la emergencia a las 14.44 horas del día 29 de octubre le alerta sobre el inminente colapso de los barrancos. La respuesta de la Vicepresidenta y Consellera de Servicios Sociales fue “Jope, si necesitas algo, nos dices” para seguir después con su agenda. La número dos de Mazón, y máxima responsable de las residencias de la tercera edad se fue a entregar premios mientras los valencianos se ahogaban, mientras las personas ancianas en las residencias se ahogaban.
¿Era esa la respuesta que merecíamos los valencianos y valencianas de la vicepresidenta del Consell el peor día de nuestra historia? Evidentemente no.
No hubo sentido de la responsabilidad, no había urgencia. La emergencia no era su prioridad. Lo único que parecía movilizarles, visto en el caso de Argüeso, eran los favores personales de conocidos, como ha quedado reflejado en las investigaciones.

- Salomé Pradas y Carlos Mazón en una imagen de archivo. -
- Foto: ROBER SOLSONA/EP
No hubo responsabilidad en la respuesta y no ha habido responsabilidad en la asunción de las mismas. Cada día es más evidente que este Consell ha sido un fraude y debe dimitir.
Toda esta cadena de despropósitos pone de manifiesto algo mucho más grave que la simple falta de preparación: estamos ante un partido, el PP, que antepone los intereses de partido y las lealtades personales al bienestar de la ciudadanía. Y Mazón, lejos de asumir responsabilidades, sigue atrincherado en el poder, aferrado a su sillón como si nada hubiera pasado.
Atrincherado en la mentira y la gresca. Esta misma semana, se desvelaba otro de sus embustes. Mientras el Consell de Mazón, lleva meses criticando al Gobierno de España por el abandono a los valencianos. Conocemos que el pasado mes de enero la Comunitat Valenciana recibió un anticipo de 500 millones de euros a cargo del sistema de financiación que las comunidades autónomas cobran el julio. Un balón de oxígeno que permitía a la Generalitat poder afrontar los pagos que tuviese que hacer frente. Pero el presidente del Ventorro prefiere la confrontación estéril, la estrategia de victimismo constante que ya ni siquiera sus propios votantes compran. No le interesa la gestión eficaz, sino mantener viva la llama de la confrontación política, esconder la apuesta y el compromiso del Gobierno de España, aunque sea a costa de ignorar los hechos y ralentizar la recuperación.
El fraude de Mazón es tan insultante como evidente. Prometió simplificación y eficacia, y ha terminado rodeado de mediocres, entregado al negacionismo y superado por la incompetencia. El supuesto “gobierno de los mejores” se ha revelado como un experimento fallido que pagamos, una y otra vez, todos los valencianos y valencianas. Y mientras tanto, él sigue aferrado al cargo, como si la responsabilidad nunca fuera con él.
Como en el cuento del Rey desnudo, Mazón sigue desfilando convencido de su autoridad, mientras la realidad de su gestión queda al descubierto ante todo el pueblo valenciano, ya sin apariencias, ni siquiera ante los “suyos”.