Opinión

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ANTROPOLOGÍA INDUSTRIAL

Industria CV

El origen de nuestro variado tejido industrial proviene de la forma en la que la revolución industrial en nuestras tierras se materializó en unos distritos específicos, agrupados geográficamente: los clústeres sectoriales

Publicado: 28/11/2025 ·06:00
Actualizado: 28/11/2025 · 06:00
  • Polígono industrial Fuente del Jarro, en Paterna.
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A lo largo de mi carrera profesional, me he reunido con frecuencia con directivos y consultores de fuera de nuestra comunidad y, al preguntarles qué creían que tenía más peso en la economía valenciana, en términos de PIB y de empleo, casi siempre señalaban la agricultura con un porcentaje ilusoriamente alto.

Se sorprendían cuando les mostraba que la Comunitat Valenciana —entonces y ahora— es la segunda comunidad autónoma española por empleos industriales, con el 12,6% del total, y la tercera por PIB industrial empatada con Andalucía (más extensa y poblada), con un 11% del total español.

Al margen del predominio del sector terciario —que informa poco de la estructura económica—, resulta llamativo que la Comunitat produzca más en términos absolutos que el País Vasco o Madrid, con su efecto capital. Y sorprende ahora que las cifras sigan ahí, cuando algunas industrias multinacionales o ya no existen o no son ni sombra de lo que fueron, a la espera de que arranquen nuevos actores.

El origen de nuestro variado tejido industrial proviene de la forma en la que la revolución industrial en nuestras tierras se materializó en unos distritos específicos, agrupados geográficamente: los clúster clústeres s sectoriales. Estos clústeres han evolucionado con suerte desigual y en una creciente competencia internacional, pero todos siguen existiendo a estas alturas del siglo XXI.

El azulejo de Castellón es un referente mundial y ha desarrollado importantes sectores complementarios. Algo similar ha ocurrido con el sector metalmecánico, sobre todo en la provincia de Valencia, mientras que otros han crecido con producción global, como el calzado del Vinalopó y el textil de la Vall d’Albaida y l’Alcoià, que además cuenta con otro sector histórico, el del juguete.

El mueble ha soportado el asalto de las grandes cadenas del DIY y sigue vivo en Valencia y en el norte de Castellón, mientras las industrias de materiales de construcción se han beneficiado del crecimiento de la edificación. Otros sectores como el del envase y embalaje suponen, junto al del plástico y el químico, una densidad empresarial superior a la media española.

Lo común a todos estos clústeres es que están formados por empresas que producen bienes para el consumidor final. Si les asociamos los éxitos autóctonos de la distribución, como Mercadona o Consum, y el tejido empresarial puntero en transformación agroalimentaria, podemos hablar de un caso de éxito notorio. Incluyendo la construcción, la industria en conjunto supone más de un cuarto de nuestra economía y un 50% del total por el efecto multiplicador sobre el sector primario y de servicios.

A los sectores tradicionales se unen ahora las nuevas tecnologías.  Según un informe reciente del IVIE, la Comunitat Valenciana tiene un 20% de industrias de alta tecnología de competitividad excelente, el doble que la media de España. No somos Silicon Valley, pero ya somos vanguardia en imagen y multimedia digital, mientras crece el número de nuevas empresas e inversiones en el ámbito de la electrónica avanzada, servicios digitales e IA. La red de institutos tecnológicos, adaptada al esquema de clústeres, fue una de las mejores medidas de política industrial de las pasadas décadas y, sin duda alguna, su efecto fue muy positivo, pero no suficiente.

Cuando nuestra renta per cápita continúa bajando respecto a la media española, deberíamos preguntarnos qué sectores aportan mayor valor añadido, mayores salarios y mayor beneficio a largo plazo. Ensombrecida a menudo por sectores más mediáticos o más preocupados por la especulación y el beneficio rápido, la ciudadanía y los poderes públicos deben ser conscientes de la importancia trascendental de la industria. No se hará bastante hincapié en ello: su capacidad de generar estructuras productivas estables e inducir crecimiento y niveles altos de renta no tiene parangón con ninguna otra actividad. Por eso, los países con mayor pujanza industrial son los más ricos o con mejores expectativas. Así de claro.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 131 (noviembre 2025) de la revista Plaza

 

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