Opinión

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La sociedad del desasosiego

Publicado: 10/11/2025 ·06:00
Actualizado: 10/11/2025 · 06:00
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CASTELLÓ. Con el eco de una carrera, caminamos torpemente por el Parque Ribalta, en una jornada de otoño mediterráneo, en un nuevo día para celebrar el rotundo azul del cielo castellonense. Mi perro transitaba ayer con alegría, despacio, pero gozando cada paso, removiendo las hojas caídas así como la suciedad que se acumula, cada día más, en este gran recinto verde. Hay desidia en el parque, sus bancos de piedra y cerámica están dañados, los rincones de los matorrales muestran la dejadez. También hay tristeza y rabia, hay quienes pasan la noche en el Ribalta, resguardados con mantas y cartones, esperando la llegada de otro nuevo día de incertidumbre, desesperanza y supervivencia. 

Hay demasiadas personas sin techo donde cobijarse, y con alto riesgo de pobreza. Hay, en este país, 4,3 millones de personas, y un tercio son menores de edad, afectados por una exclusión severa, según los datos del último informe de Caritas sobre Exclusión y Desarrollo Social en España, elaborado por la Fundación Foessa. Los datos de este estudio son demoledores, a pesar de que el país atraviesa un momento referente de crecimiento y bonanza económica en todos sus indicadores. Caritas también alerta de un proceso de fragmentación social sin precedentes, una de las tasas de desigualdad más altas de Europa. Y si no fuera suficiente, hay que añadir los 2,5 millones de jóvenes que sufren la precariedad estructural de empleos temporales y salarios bajos. Una geografía para el desánimo y el desasosiego. 

Foto: Adolf Dietrich

Dice Caritas en su informe que España ha experimentado una fragmentación de su estructura de clases. La antigua hegemonía de las clases medias se ha desgarrado hacia abajo, "disolviéndose la identidad obrera tradicional y avanzando en una atomización social que dificulta la creación de identidades colectivas sólidas y proyectos comunes de sociedad". Foessa advierte de que la precariedad laboral se ha convertido en la nueva normalidad, afectando a casi la mitad (47,5%) de la población activa. "Son 11,5 millones de personas atrapadas en diversas formas de inseguridad laboral; más de un tercio de la población excluida moderada o severa trabaja. La juventud accede a su primer empleo en peores condiciones y con salarios entre un 15% y un 30% inferiores a las generaciones anteriores".

En la presentación de este Informe anual, el representante de la Fundación Foessa advertía que "Vivimos en una sociedad ecológicamente vulnerable, anímicamente desasosegada y socialmente desgarrada". Por lo tanto, el futuro se dibuja incierto, sobre todo para la ciudadanía joven que sufre, además, el grave problema de acceso a viviendas asequibles que puedan ser palanca de transformación en sus vidas y que se convierten en otro paso gigante hacia la exclusión. No es nada halagüeño el panorama. Otros factores que están afectando gravemente es el elevado coste de la cesta de la compra y el desigual acceso a una alimentación sana. "La inseguridad alimentaria afecta al 11,6% de los hogares, especialmente a mujeres, menores y hogares pobres. El derecho a una alimentación adecuada no está garantizado".

Foto: Millard Sheets

Las desigualdades crecen, como crece la desesperanza en una sociedad que unos pocos acumulan la riqueza del resto. No hay seguridad en el sistema que se deteriora velozmente de la mano de un mundo de desconfianza, de bulos, de populismos, de desafección política e institucional, de vacío existencial. Avanzamos a grandes zancadas, progresamos, somos referentes en materia económica, tecnológica, en derechos sociales, pero no acabamos de ver ni sentir la justicia social. Este informe de Caritas, asimismo, advierte de las desigualdades cada vez más elevadas en cuanto al mercado laboral entre mujeres y hombres. La pobreza sigue teniendo rostro de mujer. 

El Informe de Caritas, presentado el pasado miércoles, ha sido tema prioritario en las conversaciones que mantengo con mi vecina Carmen, jubilada y precaria, como ella se define. Ayer volvimos a comer juntas la ya tradicional paella dominical y una ensalada de pollo en escabeche. De postre, las primeras mandarinas castellonenses. Brindamos por la renuncia de Mazón, aunque no sea total ni definitiva, pensando que debería dimitir toda la cúpula pepera valenciana y el Consell. Y seguimos cabreadas con la sanidad valenciana. Hace unos días recibí una llamada del servicio de anestesia del Hospital Vithas de Castelló, estaba programa la operación de mi pie en área de quirófanos. Pero nadie me había avisado. El deterioro de la sanidad pública y su ascendente privatización es otro de los asuntos que afecta en gran medida en la precariedad social y desigualdades del informe que ha elaborado la Fundación Foessa para Caritas. 

Buena semana. Buena suerte.

No se olviden de Gaza, ni de Cisjordania. 

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