Opinión

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El interior de las cosas

No es posible

Publicado: 17/11/2025 ·06:00
Actualizado: 17/11/2025 · 06:00
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CASTELLÓ. Cada día es más dificultoso recorrer el Parque Ribalta de Castelló. Mi perro Pancho camina despacio, sin cautela y sin perder la alegría. Pero cada vez son más torpes y lentos sus pasos. Ayer, bajo un sol radiante, paseamos entre árboles y plantas, confirmando, de nuevo, que el parque está sucio, que la ciudad de Castelló sufre descuido. En el legendario parque castellonense no hay limpieza constante y, además, hay ratas que campan por todo el recinto, entre los matorrales. Dicen que hay ratas en otros barrios, y suciedad, y dejadez, con papeleras y contenedores a rebosar, con infinitos residuos a sus pies que no se recogen puntualmente. La colaboración ciudadana es imprescindible pero la limpieza municipal también lo es, un servicio que debería ser intenso y constante. Pero, dicen, que Castelló es una ciudad de dos categorías, la primera corresponde a un centro florido, cuidado y pulcro, y hay un Castelló de segunda donde sus calles no están lo limpias que debieran. Dos ciudades, dos velocidades, y un mismo Ayuntamiento.

La higiene, la salud pública, debe ser una cuestión prioritaria para la convivencia, pero en estas cuestiones, también deberíamos exigir una buena salud política, más limpieza ética y mayor responsabilidad, cuestión prioritaria para la vida ciudadana y la democracia. En los tiempos que corren, al borde de conmemorar el cincuenta aniversario de la muerte del dictador Franco, vivimos una convulsión social insoportable. No es posible, por ejemplo, que en la Feria de atracciones de Castelló, disparar a latas de conserva tenga como premio banderas del aguilucho, de Abascal o del mismo Franco. No es posible, por poner otro ejemplo, que mucha juventud de ahora piense que ser de ultraderecha es ser antisistema, molando los símbolos y la ideología. No es posible, que las nuevas generaciones desconozcan el drama que supuso los cuarenta años de la dictadura franquista, el drama que supuso una guerra tras un golpe de estado, una guerra de vencedores que se perpetuaron en el poder y gestionaron una dictadura. No es posible que hoy que no se sepa cómo se vivía en la ausencia total de libertades y de justicia social, que las cárceles estuvieran llenas de presos y presas políticas, que la tortura y la pena de muerte fueran una realidad de demasiado peso, que la impunidad de los grupos ultras y su violencia se desarrollaran sin obstáculos en el franquismo, la transición y la democracia…

FOTO: Oscar Oiwa

No es posible que en el Tribunal Supremo se respire un aire marciano en el juicio al Fiscal General del Estado, no es posible que las meras sospechas puedan sustentar una condena y que, para mayor osadía, se acuse de mentir a periodistas profesionales que ocultan, lógicamente, sus fuentes de información. No es posible tanta ignominia. Los tiempos que corren son miserables.

No es posible que el partido ultra Vox esté gobernando ciudades como València o Castelló con su extravagancia fascista y su negacionismo ante la realidad, de muchas realidades, del machismo, de la violencia de género, del cambio climático, de la convivencia y de la democracia. No es posible que ahora, además, crezcan en la gestión y el gobierno del país valenciano, con nuevas medidas anunciadas que solo buscan la confrontación y la exclusión de las personas. No es posible tanta ignominia.

No es posible que tantas cosas nos afecten tanto. En pleno siglo XXI, cuando deberíamos ser un mundo global, en paz, avanzado y progresista para dar respuestas a los retos y dificultades. No es posible tanta ignominia. Dejar de pensar podría ser la solución a nuestros problemas y debilidades. Desconectar la mente en ciertos momentos, para resetearnos y cobrar perspectiva de los instantes, de la rutina. Sufrimos los problemas de la actualidad, la sobreinformación y los múltiples estímulos que acaban asfixiándonos. Es una enfermedad, estar enfermos de pensar a interminables revoluciones.

Menos mal que nos quedan estímulos positivos, agradables y placenteros. El pasado sábado estuve con mi nieto Biel en el Circo Ralluy Legacy, gozando del circo de toda la vida, de su belleza, magia y cercanía, con acrobacias y malabaristas impresionantes, con el humor justo circense. Desconectamos, mientras mi nieto vibró en todo momento bajo la enorme carpa del circo. Mi vecina Carmen también estuvo con sus nietos, otro día, en el circo, que en breve viajará a València, y salió maravillada del espectáculo. Un par de horas para entender que la vida va más allá de un parlamento o de un Tribunal Supremo.

FOTO: Paul den Hollander

Ayer volvimos a comer juntas. Mi vecina Carmen planteó el polémico tema de la nueva y disparatada tasa de basura. Había visto en la televisión que Castelló era una de las ciudades donde más subía este impuesto, además ha recibido una carta de la alcaldesa castellonense en la que insiste que su deber es informarnos de que “El Gobierno de España aprobó una ley en el 2022 de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular…”. Y, claro, según la alcaldesa todo es culpa de Pedro Sánchez. No nos informa, a pesar de ser su deber, -según reconoce-, que esta subida de la tasa de basuras es una decisión que procede de una directiva europea del 2008 que impulsó alegremente el Partido Popular Europeo. Tampoco nos informa que desde aquí no han sabido  o no han podido gestionar la llegada de esta tasa, reorganizado la carga fiscal municipal de los hogares. Tampoco informa de que el año próximo, que está a la vuelta de la esquina, la nueva tasa doblará su precio.

Mi vecina Carmen está hecha un lío con este tema, cabreada porque nadie calcula los residuos que genera, porque es una jubilada precaria y le parece un abuso pagar el doble y hasta el triple de lo que abona anualmente, por muchos plazos que permitan aplazar este “basurazo” del Ayuntamiento.

No es posible que estemos cabreadas permanentemente, que cada día surjan más motivos para el enfado, para el rechazo, que cada día nos enojen tantas cosas, que cada día nos quede menos tiempo para la esperanza.

Buena semana. Buena suerte.

No se olviden de Gaza, ni de Cisjordania.

 

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