El precio de gasolina sube, los alimentos son cada vez más caros y el gas está convirtiéndose en el nuevo oro desde la perspectiva del inversor. La dichosa inflación nos tiene a todos atrapados. Pero, ¿cómo hacer frente?
Trabajamos duro y procuramos apartar algún 'dinerillo' para ir creando nuestra pequeña hucha. Y todo ello para que ahora nos demos cuenta que el dinero en la cuenta del banco tiene menor valor adquisitivo. Dicho de otra manera: para la misma cantidad de dinero ahora recibimos menos a cambio. ¿Qué opciones existen para hacer frente a la devaluación?
Estudios que analizan periodos de largo plazo muestran en sus resultados que la renta variable es la que mejor se comporta con tasas inflacionistas de un dígito. Obviamente también sufre si el periodo de la devaluación del precio del dinero es largo y consistente, sobre todo si se trata de una inflación persistente en los dos dígitos. Aun así, dentro de todos los activos observados, las acciones son las que mejor saben preservar valor en una tal situación.
Los rendimientos medios anuales en estas fases (se observó para el periodo durante las dos guerras mundiales) superan a los de la renta fija, siempre que se observa para un periodo de al menos cinco años. El peor parado será por tanto el inversor conservador, reacio a asumir riesgos a la hora de invertir.
Tal vez sea ahora un buen momento para que cambien ciertos prejuicios que una parte de inversores tienen con respecto a la renta variable. Una cartera bien diversificada puede ofrecer ganancias que superan claramente en su media el coste del precio del dinero. Lo más importante es que no se invierta dinero en acciones a corto plazo para resolver, por ejemplo, la compra de un coche o pagar unas vacaciones.
El horizonte temporal de la inversión es por tanto clave. Los resultados satisfactorios llegan a largo plazo, ganancias rápidas a corto plazo están ligadas a los riesgos de volatilidades puntuales. Si invierto a cinco años la evolución bursátil será similar a la coyuntural. Tras una fase difícil seguirá otra mejor que recuperara el terreno perdido y tendrá tiempo para ir generando una buena plusvalía que compensara lo que es el coste de vida y mucho más.
Precisamente por lo comentado en las líneas anteriores no existe el mejor momento para invertir en renta variable. Es complicado adivinar si los precios ceden más a partir de un punto concreto o si seguirán creciendo a misma marcha desde aquel preciso momento. Para el inversor que invierte en renta variable y tiene claro que es una inversión de al menos 3-5 años, el momento bueno para invertir es ‘siempre’.
Con más motivo aun si lo hace con un plan de aportación periódica. Si fijamos una cantidad mensual que se invierte en acciones, en algunas ocasiones comprara más caro respecto al mes anterior (o viceversa) y así todos los meses o trimestres igual. La idea con esto es promediar el coste de entrada del capital aportado. A partir de aquí únicamente falta que sea persistente con su estrategia, es decir no ablandar a la primera que vienen curvas. El plan solo funciona si nos mantenemos firmes con la estrategia. Tomen buena nota.
Christian Dürr es socio director de ETICA Patrimonios EAF