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tribuna libre / OPINIÓN

Conectando los puntos de una civilización que se consume

2/09/2022 - 

Muchas son las noticias que de forma recurrente oímos o leemos en los medios de comunicación relacionadas con desastres naturales. En las últimos meses y semanas hemos oído hablar -cuando no lo hemos experimentado en nuestras propias carnes- de megaincendios casi imposibles de extinguir, pantanos bajo mínimos, olas de calor cada vez más extremas o falta de lluvias que comprometen los cultivos. A todo esto hay que añadir otro tipo de desastres como el encarecimiento de la luz y la gasolina, la falta de gas para el próximo invierno en Europa, la escalada del precio de los alimentos, los problemas de los ganaderos por mantener abiertas sus granjas o el plan de ahorro energético puesto en marcha por el Gobierno español.

Sin embargo, pocas son las voces que se alzan intentando dar a entender que todos estos problemas, más que casos aislados o pasajeros, se encuentran interconectados y que estas amenazas ambientales, económicas y sociales son los puntos que al unirlos conforman una imagen, muestran una realidad y dibujan un problema; posiblemente el más importante y difícil al que se debe enfrentar la humanidad en las próximas décadas. No se trata de otra cosa más que de la confluencia de una crisis climática con una crisis energética.

Parece ya que todas tenemos más o menos asumido que la crisis climática es una realidad y que se manifiesta en forma de un aumento de las temperaturas. Lo que hace una década era una controversia hoy en día es un hecho más que probado y asumido por instituciones y ciudadanos. Es lo que se conoce como el calentamiento global, al que todas nos hemos ya acostumbrado. Las noticias nos hablan de empresas sostenibles que intentan evitarlo, de objetivos de desarrollo sostenible enarbolados por las instituciones, de cumbres por el clima de la ONU, de Greta Thunberg o de movimientos juveniles como los Viernes por el futuro (Fridays for future). 

AL CALENTAMIENTO GLOBAL SE SUMA QUE EL PETRÓLEO SE ESTÁ ACABANDO Y, CON ÉL, TODA PERSPECTIVA DE SEGUIR SUSTENTANDO EL DESARROLLO EN ENERGÍAS BARATAS 

Sin embargo, este aumento de las temperaturas ya tan mentado apenas supone un 10% del problema… las sequías extremas, los eventos meteorológicos intensos y desproporcionados, el mayor número de incendios, las enfermedades ambientales, la destrucción de infraestructuras, las muertes por calor, las plagas, las migraciones masivas, la falta de acceso al agua limpia, la subida del nivel de mar y las hambrunas generalizadas se esconden también detrás de la crisis climática.

Y por si esto fuera poco, añadamos un hecho fundamental tan simple de entender como demoledor; el petróleo se está acabando y con él, toda perspectiva de seguir sustentando el desarrollo de las economías en energías baratas. Se trata de una crisis energética en toda regla. Seguramente el lector llegado a este punto estará pensando que las energías renovables están ahí para sustituir a las fósiles, que la ciencia inventará algo… sin embargo cada vez hay mayor consenso en la comunidad científica, académica y también empresarial en considerar que esto es francamente complicado al ritmo al que actualmente extraemos, producimos, consumimos y desechamos. 

Nuestro modelo económico basado en el petróleo tiene los días contados. Y no se trata de una idea que se haya fraguado en los últimos tiempos a la sombra de los últimos acontecimientos. Ya hace 50 años, en 1972, un grupo de científicos publicó un informe tan impactante como olvidado que se conoció con el nombre de Los límites del crecimiento en el ya en aquella época se advertía de que un crecimiento exponencial de la economía mundial que estuviera cimentado en la explotación de los recursos materiales no podría sostenerse indefinidamente en el tiempo y que, por lo tanto, de seguir centrados en este modelo llegaría un momento en el que se iniciaría, no solo un progresivo agotamiento de los recursos naturales, sino también una serie de cambios en la biosfera. Han tenido que pasar 50 años para constatar que los autores del mismo no estaban tan desencaminados y que estamos empezando a dejar muy atrás las posibilidades medioambientales y de recursos que nos ofrece el planeta.

Con todo esto, no parece aventurado afirmar que estamos ante una civilización que se consume precisamente porque ese consumo en el que se basa es el que perpetua su declive y porque es una civilización que observa impasible cómo el planeta se degrada y el medio ambiente se hace cada vez más nocivo para la vida.

revertir la situación es posible, implica, eso sí, cambios profundos en nuestra forma de vida, nuestro modo de consumir, viajar o disfrutar del ocio

Y aún así, en estas circunstancias hay motivo para la esperanza, hay posibilidades de revertir esta situación. No es fácil, pero al menos es posible. Y no es fácil porque implica cambios profundos en nuestra forma de vida, en nuestro modo de consumir, de viajar o disfrutar del ocio o nuestras vacaciones. En los últimos tiempos, son cada vez más las voces que abogan por una perspectiva decrecentista en nuestras sociedades. No siendo desgraciadamente una corriente mayoritaria, empieza a coger cada vez más fuerza y requiere, en mi opinión, una especial atención, ya que aborda el problema en su raíz y propone una serie de cambios encaminados a regenerar el planeta y mejorar las condiciones de vida. De forma muy sintetizada podríamos decir que la perspectiva decrecentista plantea la necesidad de reducir el protagonismo de aquellos sectores que más perjudican el medio ambiente y, por el contrario, de aumentar la actividad de aquellos que más favorecen la regeneración del medio natural y mejor satisfacen las necesidades sociales y de cuidados actualmente no cubiertas.

Detrás de este postulado básico se dibujan toda una serie de consecuencias, derivadas y ajustes que al menos deberían ser objeto de debate público. La reducción de la jornada laboral, la eliminación de la obsolescencia programada, el derecho a la reparación de equipos (en detrimento de la sustitución), el paradigma de compartir, la reducción de los desperdicios de alimentos, el desarrollo de un ocio creativo que sustituya al basado en un hiperconsumismo, la recuperación de la vida social y la cooperación de la ciudadanía, la economía de los cuidados o el impacto de la dieta en el medio ambiente son algunas de las reflexiones y debates que deberían abrirse cuanto antes de forma serena y sin dogmatismos si realmente queremos poner algo de luz sobre las sombras que nos acechan. Porque el decrecimiento es una perspectiva que está llamada a formar parte de las políticas de los próximos años... nos guste o no.

Y a nivel individual, para empezar, propondría dedicar un rato a pensar en este enorme reto al que nos enfrentamos, porque pudiendo estar de acuerdo o no con el diagnóstico, lo claro es que los problemas parece que empiezan a llamar a nuestra puerta. No son solo de los países lejanos. Y podríamos empezar con esta pregunta: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a aceptar cambios en nuestra forma de vivir? Esa es, en mi opinión, la gran pregunta.

El autor es doctor en Economía y Empresa

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