CASTELLÓ. Cuando Paula Valdeón pisó por primera vez Castelló le vino a la cabeza el color amarillo. Nunca antes se había hablado de cuál sería el color que mejor podría representar Castelló. Sin embargo, cuando la artista extremeña pisó la ciudad hace un mes lo tuvo claro. Lo que tienen en común las diferentes calles de Castelló es el ocre, los tonos amarillos. Y es así, sobre esta peculiaridad, sobre la que ha centrado su trabajo Un amarillo. Como ella mismo define, se trata de "un paseo estético por la ciudad de Castelló", transformado ahora en una instalación y fotolibro.
Estuvo Valderón varias semanas deambulando por la ciudad, fijándose en su plasticidad, y en la técnica y cultura ornamental de los edificios. A partir de estos recorridos, recogió las imágenes que podían desprender más detalles. Por eso, lo que terminó elaborando es un archivo visual que sirve para conocer Castelló desde sus elementos aislados, lo que de primeras no se ve o, como la misma señala, "desde su parte inocente". "Por una parte está el color, por otra la insinuación cerámica. Deambular puede ser una experiencia estética, pero incluso terapéutica si sabes mirar bien. La armonía y el color, en realidad, está por todas partes. Solo tenemos que fijarnos en las partes más lejanas al ojo humano", explica. Unos detalles que quizá pasan de largo para los más distraídos pero que ahora la artista visual ha querido acercar con su trabajo, donde retrata los restos de amarillo que hay por toda la ciudad.
El trabajo de Paula Valdeón puede verse durante todo el fin de semana en el Menador de Castelló. Ahí reside su obra, la cual no está sola. También exponen sus creaciones Mar Juan, Jorge Conde y Alberto Feijóo. Los cuatro artistas han residido durante todo un mes en la ciudad, como parte del programa de residencias artísticas Co-net_ Photo res. Centrada en la práctica fotográfica, la iniciativa ha conseguido además mostrar otras formas de trabajar con la fotografía. No todos los soportes con los que estos creadores trabajan son los que uno espera para ella. Y es que no basta con hacer fotografías de la ciudad, también hay que experimentar sobre la misma práctica artística contemporánea y entrar en completa relación con la ciudad. Este es el objetivo de sus directores, Carlos Sebastiá y Agustín Serisuelo. Su propia experiencia como artista les ha llevado a impulsar un proyecto donde la experiencia que vive el creador prevalece a cualquier tipo de resultado. No obstante, en su nueva edición han introducido como novedad la exposición de trabajos, para entrar en completo feedback con su entorno.
Es en este contexto de diálogo en el que Jorge Conde planta Inhabitable. El artista de Barcelona se propuso ocupar el espacio que hay entre lo urbano y lo rural, es decir, entre lo que podemos habitar y lo inhabitable. A partir de aquí, el creador ha generado todo tipo de espacios ficticios que, en cualquier caso, siempre van a fracasar, porque de ninguna manera van a poder ser ocupados. Conde muestra espacios que nadie transita, como puede ser un aeródromo donde aparcan caravanas, hasta la calle que separa la refinería y la planta de regeneración eléctrica de Castelló, entre otras vías. "Son sitios donde la vida resiste bajo presión. Está sumida a la incertidumbre, parece que no pasen cosas, pero sí pasan. Son lugares donde termina apareciendo gente, vehículos, animales...pero son lugares que desechamos e ignoramos como sociedad. Funcionan realmente como un residuo", explica el artista.
En este sentido, Conde se propuso construir habitáculos en los espacios seleccionados para internar habitarlos entre tres y ocho horas. El resultado de ese experimento quedó registrado en unos escritos, y también en imágenes y un vídeo. "Son sitios que nunca voy a poder habitar, porque son hostiles para la vida. Entrañan un peligro para mi, no de muerte, pero me incomodan tanto que acabo expulsado".
Completamente distinta es la propuesta de Alberto Feijóo, que ha optado por utilizar la técnica del collage como herramienta. Antídoto parte de la idea de que a lo largo del día podemos desempeñar diferentes roles; recolectores, creadores o consumidores. Estos tres perfiles quedan expuestos en un libro que el fotógrafo ha elaborado a base de recortes de catálogos que llegaban al buzón de su casa. "He ido recopilando material impreso que me ofrecía la ciudad. Fui coleccionando de manera sistemática durante 8 días catálogos de diversas tiendas de la ciudad, como Lidl, Redpiso o Consum." En una segunda fase, el fotógrafo decidió retratar aquellas cosas que de alguna manera él también consumía y encontraba por el camino. A partir de aquí se tejió una especie de comparativa entre las imágenes que el "mundo" le pedía consumir y las que terminaba consumiendo o encontraba consumidas y desechadas por la ciudad.
Desde una perspectiva completamente distinta, Mar Juan también ha investigado las relaciones y vínculos que se generan a partir de objetos con el territorio y la cultura, pero en su caso la artista de Xàtiva ha partido de una experiencia más íntima. Tras pasar unos días con Ferran Sanchis i Cardona, fundador del Centre Excursionista de Castelló y miembro del patronato de la Fundació Huguet, la artista ha transferido parte de su historia hasta un libro o una instalación de telas, donde quedan impresas las fotografías que Mar Juan tomó junto a él en Penyagolosa. "Me interesaba mostrar hasta qué punto un objeto es funcional por su uso o por su valor. Muchas veces estos quedan en desuso, los vamos a desechar, pero aún pueden tener vida independientemente de que sea la de funcional", subraya la autora de Relecturas del silencio y del espacio.
A través de todos estos códigos, los cuatro artistas han sido capaces de explicar una pequeña parte de la historia de Castelló. Elementos que muestran con precisión una nueva manera de entender la ciudad.