En plena transformación reputacional de la Ruta, la fotógrafa valenciana Laia Lluch ha convertido la cotidianidad rutera que estaba en la memoria en un nuevo marco visual
VALÈNCIA. Podría considerarse un trabajo metarutero. La Ruta dentro de la ruta, fotografiar las fotos de la ruta, un movimiento de por sí con una honda cultura visual (no siempre en positivo, ya; pero no volvamos a lo mismo). La cuestión es que la fotógrafa valenciana Laia Lluch ha pasado sus últimos meses cumpliendo un sueño de los que no se sueñan: fotografiar las andanzas de la serie La Ruta, la producción que estrena Atresmedia.
Lluch ha sido la encargada de la foto fija, esto es, de documentar el rodaje y general el contexto visual con el que la serie se promociona. Pertenece a un grupo de valencianos que buscó en Madrid sus primeros trabajos en el sector. Por vecindad -vivían en la misma calle- se encontró a Borja Soler, el director de La Ruta. Por entonces, Caballo Films -la productora fundada por el propio Soler junto a socios como Rodrigo Sorogoyen- estaban a punto de rodar Stockholm. Fue la primera vez en la que Laia Lluch hizo foto fija. “No había trabajado nunca en cine ni sabía muy bien de qué se trataba mi trabajo”. Desde entonces es su profesión.
Su desempeño en La Ruta ha tenido algo de inmersión en un tiempo indeterminado fundamentalmente ubicado en la memoria personal. Para lograrlo, había que tomar algunas decisiones.
Analógico. “Desde el primer momento creí que este proyecto se tenía que hacer mayoritariamente en analógico. Como valenciana creo que todos tenemos en nuestra mente imágenes o tenemos familiares que conservan esas fotos ruteras de los ochenta y noventa. Aquellos parkings, los chavales en los coches a plena luz del día, esos looks modernísimos… Insistí mucho en querer hacer mi trabajo en analógico porque lo que yo quería recrear precisamente eran esas imágenes que tenemos en nuestro recuerdo colectivo de la ruta. Mi propósito era que la gente cuando viese estas fotos de la serie, se confundiese con las de la época”.
50 carretes. “Me llevaba al set de rodaje varias cámaras analógicas y he disparado más de 50 carretes, ha sido la parte más divertida del proyecto y con lo que más he disfrutado. Disparar en analógico requiere que te pares a pensar qué vas a fotografiar, medir la luz, no tienes margen de error, exactamente tienes 36 disparos en cada carrete. Y días después...cuando recibes las imágenes escaneadas y ves el resultado… buah, eso no os lo puedo describir en palabras, es un subidón. Los protagonistas de la serie estaban muy motivados con las fotos, nos lo hemos pasado muy bien haciéndolas y cuando llegaban los revelados, nos emocionábamos mucho”.
Looks. “Es una serie que ha estado documentada al milímetro, tanto en guión, musicalmente, visualmente.... Los departamentos de vestuario, maquillaje, peluquería y arte tenían grandes dossiers con fotos de referencia de la época para poder recrear la ruta al máximo. Así que me empapé de todas aquellas fotos ruteras y pedí a algunos amigos que sí habían vivido la ruta, que me pasasen sus fotos para poderme inspirar. Me fijaba mucho en los encuadres y en las poses de aquellos jóvenes de los ochenta y noventa que nada tienen que ver a las fotos que se hacen los chavales de hoy en día.
Parkings. “La ruta me pilló pequeña, pero me ha acompañado durante toda mi vida. Todos los veranos de mi infancia los he pasado en Cullera, y en la adolescencia era sagrado ir de fiesta al Perelló. Formaba parte de nuestro paisaje habitual pasar por las discotecas como la Puzzle, Barraca o Chocolate. Algún verano sí que llegué a entrar a estas discotecas con la colleta del apartamento, pero en realidad no tenía ni idea que estos lugares formaban parte de un movimiento único que nació en los ochenta. Siempre la había conocido La Ruta como la del bakalao; el Hu-Ha de Chimo Bayo, mucho parkineo lleno de garrulos y droga. No fue hasta que me adentré en el proyecto donde empecé a documentarme leyendo En éxtasis de Joan Miquel Oleaque o el podcast València Destroy de Eugenio Viñas. Descubrí un movimiento musical, visual y cultural transgresor”.
Click invisible. “Creo que dejando atrás el estigma que hay asociado al movimiento de la Ruta, no somos conscientes del legado positivo que nos ha dejado. Hemos conocido todas las sombras de esta época, es hora de por fin poner en valor este movimiento cultural único. He pretendido ser una testigo invisible de lo que ocurría y trasladar a las fotos un instante cualquiera, sin buscar nada, simplemente un click. Incluso en las secuencias más complicadas que eran las rodadas con cientos de extras en las discotecas, me gustaba esconderme para que la foto fuese lo menos posada posible”.
Luz. “El mayor regalo que me ha dado este proyecto es haber podido vivir nuestra propia Ruta. Cada vez que pisaba las discotecas, siempre pensaba en la cantidad de historias que habrán vivido tantas personas ahí dentro. Seguro que mucha gente ha formado parte de algo muy grande y no lo sabía. Pasa lo mismo cuando vives algo que no sabes que te va a cambiar el resto de tu vida y pasan los años, lo recuerdas y sientes que fuiste muy feliz. La Ruta, sin sombras, está toda llena de luz”.