VALÈNCIA. “Promesas que no valen nada, como lágrimas en la lluvia”, recitaba una canción de Los Piratas. Y en el mundo institucional, ocurre con cierta frecuencia: anuncios más o menos grandilocuentes que remiten a un futuro a medio-largo plazo que, finalmente, nunca llega. Escondidos en ruedas de prensa, como anuncios electorales, que mueren en el laberinto burocrático o que ni siquiera se inician. Proyectos. También los hay que se antojaban más sencillos de ejecutar y que acaban sumidos en proceso eternos. Con el últimos curso natural por delante antes de las elecciones, Castellón Plaza revisa algunos de estos casos que se han enconado en los gobiernos autonómicos y municipales y que, quizá, todavía haya tiempo de rescatar o avanzar.
Hace cuatro años que Castelló sueña con tener su propio cine. Un cine público, ubicado en el centro de la ciudad, que funcionará, según explicó la concejalía de Cultura en su momento, de forma parecida a La Filmoteca de València. "Queremos esa filmoteca valenciana que hay en el centro de València también en el centro de Castelló. Es un espacio público, asequible económicamente y con una buena programación. Ese es nuestro sueño", afirmaba la regidora de Cultura, Verònica Ruiz, a este periódico en 2019. La idea, plasmada en su programa electoral, se basaba en alzar un nuevo espacio cinematográfico que no compitiera con la oferta privada, para ofrecer en su lugar una programación centrada en los ciclos de cine clásico y otros films que escapan de la cartelera más comercial. Sin embargo, aunque nunca se concretaron los plazos, el proyecto parece haber desaparecido por completo de los planes de Ayuntamiento que no ha vuelto a mencionar el proyecto, ni una ubicación desde la que trabajar. Advertía la misma concejala de Cultura por entonces que el nuevo cine tardaría en echar a andar, puesto que la rehabilitación de espacios públicos "es una cuestión transversal" y no depende de una única área. No obstante, el tema no ha vuelto a sacarse a debate.
Una de las grandes promesas del programa electoral de Compromís en 2019 era la creación de dos nuevos centros culturales en Castellón y Alicante que siguieran el modelo del Centre del Carme, un proyecto que está siendo más complicado de arrancar de lo esperado. Del espacio de Castellón todavía poco se sabe; el de Alicante está encallado por la falta de acuerdo con el espacio. "Aplicar en Alicante el modelo del Centre del Carme es una realidad que está más cerca de ser posible", explicaba el gerente del Consorci de Museus, José Luis Pérez Pont, en abril de 2021. La idea era que el proyecto estuviera claro después de verano, sin embargo la falta de acuerdo por lo que respecta a la sede temporal ha obligado a cambiar los plazos. La Casa de Máquinas o un espacio en Las Cigarreras han sido algunas de las opciones que, por los trabajos de adecuación que necesitarían, no han acabado de cuajar.
En 2017, los bares culturales se organizaron en una asociación para dar la batalla al Ayuntamiento de València y resolver la laguna jurídica en la que se ubican, entre el centro cultural, la hostelería y el —ahora tan denostado— ocio nocturno. Desde que en 2018, el entonces concejal de Actividades Carlos Galiana recibió una propuesta de regulación, no se ha avanzado en materializarlo. Así lo confirmó este mismo verano el Ayuntamiento y el departamento ahora liderado por Lucía Beamud aún no ha retomado el asunto.
La promesa de regular estas actividades no es baladí, si bien algunos locales han optado habitualmente por generar agenda cultural y exponerse a las posibles multas. Un riesgo que se multiplicó durante 2020 y la crisis sanitaria, que diferenció ese ocio nocturno de los locales culturales. Tanto las salas de conciertos como los bares culturales esperan que se aplique una Ley de Espectáculos que acomodan su realidad, pero el Ayuntamiento aún no ha sacado tiempo para resolver una propuesta ya redactada.
En abril de 2019, a las puertas de las elecciones municipales, Joan Ribó acompañó (inusualmente) a la concejala de Cultura Gloria Tello para presentar el plan València Music City, un plan estratégico para convertir València en una ciudad musical a través de esa marca. El plan, redactado por José Nácher y Paula Simó (de la Universitat de València) y que costó 25.000 euros más IVA, y que abarca una serie de objetivos para aplicar hasta 2025, no se ha traducido en ninguna medida significativa. Hasta junio de 2020 no se anunció que habría un comisionado especial para el plan, y el Ayuntamiento ha confesado a este diario en diversas ocasiones que el proyecto está frenado. Entre las medidas estrella, crear una València Music Office, espejo de la Film Office, o crear nuevos espacios para la música en directo. Nada de esto ha ocurrido aún. Gloria Tello lo definió como “uno de los grandes proyectos de la presente legislatura”.
Otro de los grandes proyectos del gobierno municipal de València es el Museu de la Mar. Un proyecto que tenía pensado ocupar tres espacios diferentes y que iba a poner en valor la influencia del mare nostrum en la cultura valenciana. El anuncio del proyecto, impulsado por el Ayuntamiento de València, ya llegaba con los obstáculos en el horizonte: ningún espacio estaba acondicionado y uno de ellos ni siquiera era propiedad del consistorio. La Casa dels Bous, la única de las tres que ha avanzado en los últimos años, sigue sin vislumbrar una fecha de posible apertura. Según avanzó este diario, La Marina ya buscaba otros usos para el espacio reservado para el Museu ante la inacción del Ayuntamiento. Atarazanas aún no ha diseñado siquiera las necesidades de climatización para abordar las obras de adaptación.
El año 2019 se anunció la creación del consejo de programación para los teatros municipales, La Mutant y el Teatre el Musical (TEM), un grupo de trabajo formado por profesionales del sector y por personal administrativo que revolucionaría la arquitectura interna de las salas. La propuesta era de uno de los objetivo de la entonces nueva concejala de Acció Cultural, Maite Ibáñez, un organismo cuyas funciones serían principalmente las de evaluar el cumplimiento del plan estratégico del coordinador y proponer actividades para completar la programación. Sin embargo, tras años de espera, su creación ha pasado a un segundo plano y, por el momento, se ha dejado aparcado. “Por las circunstancias que todos sabemos esa cuestión ha quedado parada. No está eliminada de nuestras prioridades, pero se ha dejado como una cuestión secundaria. Está a la espera”, reflejaba Ibáñez durante una entrevista el pasado verano.
Si hay una cuenta pendiente en la cultura valenciana esa es la del Museu de Belles Arts. La señalada habitualmente como “segunda pinacoteca de España” no cuenta ni con los medios ni con el personal que debería. A cada cambio de gobierno, de conseller o de director –ya van cuatro en los últimos tres años- se anuncia el ‘renacer’ del centro, pero su mayor reto sigue sin salvarse. De titularidad estatal y gestión autonómica, su encaje administrativo dificulta su autonomía y, por tanto, tanto la captación de fondos como la agilidad en la gestión, un problema que está sobre la mesa desde hace años y sobre el que no se ha dado con la solución definitiva. Aunque no han sido pocos los anuncios. En 2016 la Conselleria propuso, y así lo hizo saber a través de una nota de prensa, la fórmula del consorcio. Dos años después se descartó y se apostó por lo que bautizó la directora general Carmen Amoraga como una “desconcentración”. En febrero de 2021 se volvió a descartar el consorcio y, también, la fórmula de la fundación. ¿Y, ahora, qué hay sobre la mesa? “Un ente más o menos autónomo”. Preguntado sobre esta cuestión, el director del centro, Pablo González Tornel, explicaba hace apenas unas semanas en una entrevista: “La figura será una figura más parecida a lo que es el IVAM o el Consorci, aunque también se puede buscar otra manera, como ente autónomo administrativo. Lo importante es que se llegue a un destino y es menos complejo de lo que parece. No se está discutiendo la titularidad de las obras o el edificio, sino el organismo de gestión y ese es un organismo enteramente autonómico con lo que, mientras no se toque las titularidades, no debería presentar mayores problemas”.
¿Se acuerdan del Museo Sorolla? Cada cierto tiempo se pone sobre la mesa la idea de desarrollar un centro expositivo dedicado al genio valenciano. Durante el gobierno del Partido Popular se creó la Institución Joaquín Sorolla de Investigación y Estudios, que hizo mutis por el foro en 2014. Con el cambio de gobierno, la idea resucitó. "Impulsaré que el Museo Sorolla sea una realidad en el Puerto", declaró el President, Ximo Puig, al diario Levante en 2018. La idea se encontró con más de una crítica, entre ellas las del director de El Prado, Miguel Falomir, que declaró: “Sorolla es probablemente el mayor activo de arte valenciano en términos de atracción de público, pero también creo que no es bueno vestir a un santo desvistiendo a otro ni poner todos los huevos en la misma cesta”. Cuatro años después del proyecto se sabe más bien poco. De hecho, nada. Habrá que esperar a 2023, en el que se prevé se celebre el Año Sorolla, para ver si la promesa vuelve a salir a flote.
Los premios valencianos del audiovisual, las artes escénicas, la música… ¿y la moda? En 2019 la dirección general de Cultura y Patrimonio licitó la realización de una gala de premios a la moda valenciana, un proyecto que estaba vinculado a Artenblanc, la gran apuesta vinculada al sector de la moda de la Generalitat. El concurso, sin embargo, quedó desierto y, ante la falta de interés por organizarlos, los Valencian Fashion Awards quedaron en un cajón. Si salió adelante una nueva edición de Artenblanc, que también está dando más de un dolor de cabeza a la administración. Un error administrativo paralizó en noviembre la licitación –con un presupuesto de 180.000 euros- de la tercera edición. Tres meses después, la cosa sigue sin avanzar. “Los pliegos, memorias y anexos están preparados pero hay que esperar a la apertura del presupuesto 2022 para contabilizar la autorización y el compromiso de gasto”, apuntan desde conselleria.
Caso aparte habría que analizar los programas electorales, que siempre pecan de ser más ambiciosos que lo que la realidad permite, más si el gobierno es de coalición y tienen que coexistir dos baterías diferentes de propuestas. En todo caso, tanto Compromís como PSPV dejaron por escrito ideas de las que poco o nada se sabe aún. Es el caso de la Ley Valenciana de la Música y el Centre Escènic de la Comunitat Valenciana que reflejaba el programa con el que ganó las elecciones Ximo Puig en 2019. Por su parte, Compromís (titular de la Conselleria), preveía crear “un market place” de creadores, y cambios legislativos importantes como la Ley de las Artes Escénicas o el Estatuto de la Música.
En el terreno municipal de València, Compromís prometía una mayor dotación para la Banda municipal y la Orquesta de València, que denuncian actualmente lo contrario; y el PSPV soñaba con un Plan Estratégico Cultural, un Instituto Municipal de la Cultura, un Consejo Metropolitano de las Artes y un Observatorio Municipal de la Cultura.
Este 2022, el Ministerio de Cultura impulsará un bono para que los jóvenes puedan gastar 400 euros en cultura. Una idea mucho más directa pero que tiene reflejo en la Comunitat Valenciana, donde desde 2016 se anunció un bono cultural que quedó a medio gas. Se calculó entonces que la medida tendría un impacto de 2,5 millones de euros, pero en vez de dar dinero directamente (como el bono comercio, por ejemplo), se trataba en realidad de la adquisición de un bono de fidelización del que, en ciertas circunstancias, se podía deducir el 21% del IVA. El proceso era tan complejo que hasta los dos años solo fue adoptado por centros públicos, y solo consiguieron sumar después tres espacios privados. Desde su puesta en marcha no se han introducido mejoras ni enmiendas sobre su funcionamiento.