VALÈNCIA. No, tranquilidad, no se alarmen, no le den al botón de salir, no voy a hablar de las pompas fúnebres de Isabel II, de las tradiciones británicas en estas ocasiones y de los lugares históricos que protagonizan estos días en la capital del imperio. Sin embargo, debo reconocer que el hecho luctuoso me ha inspirado a acercarme al patrimonio fúnebre, que no es poco asunto en número y en la importancia del mismo. Es indiscutible que el hecho del tánatos está presente en muchos de las más grandes obras de arte de todas las épocas desde las pirámides egipcias a la Piedad de Miguel Ángel. Sería interminable si comenzáramos a citar obras en las que está presente el óbito, así que me centrare en patrimonio de carácter funerario más cercano, en el que su función es acoger los restos mortales del dedicatario o recoger en su composición precisamente el acto del entierro. En estos casos se reduce considerablemente la cantidad de obras que nos han quedado y así podemos abordar un asunto de hechuras ingobernables. Dicho esto, y entrando ya en faena, desde el punto de vista pictórico, no se me ocurre un cuadro más impresionante sobre este asunto, dentro y fuera de nuestras fronteras que el Entierro del conde de Orgaz, obra monumental de El Greco, que se halla en la pequeña parroquia de Santo Tomé en Toledo o el también monumental Juana la Loca ante el sepulcro de su esposo Felipe el Hermoso, que se encuentra en el museo del Prado. Sin irnos del entorno de Madrid el impresionante monasterio del Escorial más allá de su empleo como residencia real, su impresionante biblioteca y el motivo conmemorativo que sirvió de excusa para su construcción, la batalla de San Quintin, el pétreo edificio es un inmenso sarcófago del impresionante panteón real, desde que el emperador Carlos I cambiara su testamento, deseando ser enterrado en un lugar creado ex novo para ello. Desde entonces los restos de todos los reyes españoles reposan bajo la sobrecogedora basílica en su impresionante cripta subterránea.
No todo el mundo sabe que el monasterio de San Miguel de los Reyes es fruto de un deseo de carácter funerario, ya que se debe a la intención de doña Germana de Foix esposa de Fernando de Aragón duque de Calabria, de ser enterrada, junto este, y que lo fuera en un monasterio jerónimo. Para cumplir su designio, se eligió este emplazamiento donde antes existía un monasterio cisterciense en decadencia. Tras muchos avatares que se prolongaron durante dos siglos a los que aquí es imposible aludir ni mínimamente, el monasterio se concluyó con el impresionante aspecto del que presume en la actualidad con sus dos claustros, su gran iglesia, su portada retablo de acceso y su escalera imperial entre otros hallazgos que lo convierten en un elemento capital del patrimonio valenciano.
Ya en el centro de la ciudad, la capilla de los reyes, obra maestra de Francesc de Baldomar, es una de las muchas razones por las que el complejo arquitectónico del Convento de Santo Domingo debería estar habitualmente abierto a las visitas del público. Hay muchas cosas que decir de este lugar, parte de todo un conjunto de gran riqueza y por derecho propio ocuparía todo un artículo por cuestiones históricas y artísticas. Inexplicablemente no hay fecha para que el status del Convento de Santo Domingo cambie y uno de los grandes conjuntos valencianos, junto con la catedral, la lonja o el Patriarca, sigue teniendo un acceso restringido.
La capilla real fue levantada con funciones de panteón, concretamente de Aragón Alfonso V el Magnánimo y de su esposa María de Castilla. Sin embargo, el primero fue enterrado inicialmente en Nápoles y su esposa al otro lado del río, en el Real Monasterio de la Trinidad. El soberbio espacio se halla cerrado por una bóveda de arista, sin nervios, lo cual no es habitual (también podemos verlo en las torres de Quart). El peso recae en los gruesos muros laterales, y su calidad de traza y tallado de la piedra (estereotomía) es única casi diríamos que en España. Se eligió un tipo de piedra oscura, traída de la zona del Camp de Morvedre, no muy habitual en los edificios de la ciudad. Este color le da un aspecto sombrío muy apropiado a su destino, aunque desconocemos si hubo una intención clara en este sentido por parte de Baldomar. En 1535 esta capilla se entregó por el emperador Carlos I de España a doña Mencía de Mendoza, marquesa de Zenete para que allí fuera emplazado el panteón familiar. Este espacio enlaza históricamente con el citado de San Miguel de los Reyes puesto que Dª Mencía casó en segundas nupcias precisamente con Fernando de Nápoles duque de Calabria que había enviudado de Germana de Foix. En la visita a la capilla nos llama la atención el espectacular sepulcro renacentista, tallado en mármol, y que ocupan los marqueses de Zenete: Rodrigo Hurtado de Mendoza y de Vivar, y su segunda esposa Doña María Fonseca de Toledo,. Como era habitual en esta clase de panteones nobiliarios descansan sobre el sepulcro las estatuas yacentes de ambos. Él con armadura y espada, ella con un libro de oraciones. Diversos atributos se diseminan por al monumento: un perro que simboliza la fidelidad, unas calaveras que ya pueden imaginar su sentido etc. Quienes podían permitírselo encargaban las obras donde mejor sabían ejecutarlas. En este caso se trata de una obra genovesa de 1554 realizada por artistas de allí. Sería imperdonable dejar de mencionar que, bajo el sepulcro, en una cripta, descansan los restos de otros personajes como el gran pintor Juan de Juanes junto a frailes dominicos.
Demos un pequeño paseo, cruzando el cauce por el puente de la Trinidad, para visitar el Real Monasterio del mismo nombre. Vamos a obviar muchos de sus hallazgos, de todo tipo, para ir directamente a uno de los ángulos de su claustro, austero, aunque de serena belleza. Allí se halla el sepulcro de la citada doña María de Castilla, que muere en el año 1458. De severa sencillez lo compone un arcosolio con un arco conopial, que lo cobija, y pináculos. En el frontal los escudos de Aragón, Sicilia y Castilla, bajorrelieves y leones rampantes entre otras decoraciones. Su autoría se atribuye a Antonio Dalmau, que trabajaba por aquel entonces en la catedral. Es importante mencionar, más en un texto de esta índole que fue una persona especialmente sensible al arte y la cultura, promoviendo la carrera de artistas del momento. Los restos de la reina de Aragón, tal como se comprobó tras la riada de 1957 siguen en su interior.
Nos vamos a la Seu, bajo la cual descansan los restos de muchos valencianos desde hace más de siete siglos. Uno de ellos el gran poeta valenciano Ausias March. Nunca se dispuso de un espacio concreto para él y por tanto desconocemos de forma exacta donde se haya su sepultura. En el año 1950 por iniciativa de Lo Rat Penat y del ayuntamiento del momento se instaló una placa junto a la puerta de la Almoina aunque en realidad sus restos habría que situarlos cerca de la capilla de San Pedro en la zona de acceso a la del Santo Cáliz, junto con otros miembros de su familia, siguiendo sus designios dejados por escrito por el poeta en el año 1458 "en lo vas o capella dels Marchs en lo claustre de la Seu, prop lo capitol". Y así se hizo.
Acabamos en el museo de Bellas artes, donde está depositado el sarcófago de época romana, aunque de uso cristiano al que se atribuye el haber contenido los restos de San Vicente Mártir, una posibilidad más propia de la tradición iniciada a finales del siglo XIX que de un estudio historiográfico del mismo absolutamente concluyente. Al parecer el marmóreo y singular elemento del siglo IV desapareció de san Vicente de la Roqueta en el año 1837 y de ahí su vinculación. Quién sabe. Su decoración es “estrigilada” es decir, en forma de “S” y el elemento decorativo más importante es la cruz latina que contiene bajo sus brazos un cordero y un ciervo y sobre estos, dos palomas. Sobre esta, el característico crismón o monograma de la figura de Cristo. El sarcófago durante siglos sufrió fue abandonado a su suerte, hasta el punto de que fue utilizado durante la guerra de la Independencia como abrevadero de animales. Dicho todo esto, me pregunto si es el museo de Bellas Artes el mejor espacio de la ciudad para su conocimiento y disfrute. Quizás el Museo Histórico Municipal o el de la ciudad.
Las modificaciones respondían a la necesidad de mejoras en Colón 80 como centro de valoración de discapacidad antes del cambio de planes de Vicepresidencia