el interior de las cosas / OPINIÓN

El primer té es amargo como la vida

8/02/2021 - 

 Febrero loco y cambiante. Aires de poniente que caldean y de gregal que enfrían. Días de sol, humedad y de invierno. Además, la tormenta de arena africana ha recorrido estos días nuestro cielo y otros cielos de la Europa nórdica. Fenómenos meteorológicos que nos recuerdan de dónde venimos y por qué hemos colonizado e intervenido. Somos descendientes de esa parte sureña del hemisferio que tanto está sufriendo. Vientos de  arena de un desierto del Sáhara que debería ser libre.

Las tormentas de arena son muy peligrosas si se producen en la Hamada de Argelia, paisaje de desierto pedregoso, árido, duro, de mesetas rocosas y con muy poca arena. Allí se encuentran los campamentos saharauis de Tinduf donde sobreviven centenares de refugiados, la mayoría mujeres, niñas y niños. En uno de los viajes a Argelia viví una tortuosa tormenta y siroco de gravilla tras visitar diversos núcleos de asentamientos y un campo marroquí de minas antipersona. En medio de la nada, en vehículos ruinosos, las pequeñas e hirientes piedras llovían en todas las direcciones. Es brutal cómo los saharauis sobreviven a un tiempo tan extremo y violento. Entiendes que la existencia, rutina, supervivencia e indumentaria saharaui sea la que es, que hombres y mujeres se envuelvan en sus ropajes y cubran su cabeza, protejan sus ojos, sus manos y su vida.

"Fenómenos meteorológicos que nos recuerdan de dónde venimos y por qué hemos colonizado e intervenido. Somos descendientes de esa parte sureña del hemisferio que tanto está sufriendo".


Cuando en esta parte del Mediterráneo llueve barro recuerdo que en la parte baja del mapa están sufriendo y que mi amiga Thara de Tinduf estará encerrada en su haima, con su tercer marido y sus hijos, y nietos, sirviendo el mejor té del mundo y siguiendo esa ceremonia de escanciar la bebida y repartirla, varias veces, en pequeños vasos. El primer té repartido es amargo como la vida, el segundo es dulce como el amor y el tercero es suave como la muerte. Vida, amor y muerte son los ejes de aquella geografía humana.

En este mundo de la desigualdad, el mercadeo de las vacunas para combatir la pandemia de la covid-19 está provocando miedo e inseguridad. Los diferentes gobiernos  ya han planificado vacunaciones masivas de la población, -descartando, por cierto, la vacuna rusa-, al tiempo que los grandes laboratorios farmacéuticos europeos trasladan incertidumbre. Y, mientras una parte del mundo, los países ricos, estamos concentrados en vacunarnos, la otra parte del planeta, los países pobres, no van a poder acceder a las vacunas. El virus y sus variantes, ante las que no aseguran que sean válidas las actuales vacunas, no va a detenerse si este mundo que no equilibra sus deseos. Se inmuniza a una población y se permite que otra pueda seguir transmitiendo el virus y sus extensiones. La huída de devastadoras guerras y calamidades de miles de personas, ya demasiado estigmatizadas, debería ser una gestión prioritaria para los países ricos. ¿Quién manda y dirige este mundo, estos gobiernos, estos mercados…?.

"Y, mientras una parte del mundo, los países ricos, estamos concentrados en vacunarnos, la otra parte del planeta, los países pobres, no van a poder acceder a las vacunas".


Tras ver la magnífica película Adú, dirigida por Salvador Calvo, con varias nominaciones a los premios Goya de este año, quedé desolada. Es la historia desesperada de un pequeño senegalés que debe huir de las mafias de su pueblo junto a su hermana, tras presenciar el asesinato de su madre. Escapan y, en una escena dolorosa, su hermana muere, tras esconderse los dos en el tren de aterrizaje de un avión, y cae al vacío desde centenares de metros de altura. Demoledor. Tristísimo. Este sábado, en el periódico Levante, se publicaba la historia de una pareja de jóvenes y su hijo muertos tras naufragar la patera en la que intentaban llegar desde Marruecos. Su familia, residente en Alicante, narraba asolada la triste historia. Son miles de miles quienes precisan escapar de la violencia, la miseria, las desigualdades y la muerte. Nosotros somos miles de miles y no parece importarnos.

Por otra parte, aquí, en este pequeño país mediterráneo, suceden historias de la justicia divina. El cura negacionista del Santuario de la Santa Faz de Alicante, Francisco Martínez, está contagiado de coronavirus. Y ha compartido el virus con nueve monjas de clausura del monasterio alicantino, además de varios compañeros sacerdotes del centro eclesiástico en el que reside. Un cura sin mascarilla, prepotente y egoísta, un ejemplo que mal cristiano que debe avergonzar a la elite episcopal pero que no lo ha hecho. Es tremendo que pasen estas cosas. Es como pensar en aquel obispo de la diócesis Segorbe-Castelló, Reig Pla, que hacía de su capa un sayo y que ahora, desde Alcalá de Henares, sigue siendo otro enemigo público y arma de destrucción masiva con sus cursos para curar la homosexualidad. Aquí jugó a la bolsa y arruinó las arcas diocesanas, teniendo, eso sí, seguidores que confunden el valor y el precio. La Iglesia debería tomar medidas, pero, claro, no está dispuesta y sigue sembrando semillas del diablo.

"EN ESTE PEQUEÑO PAÍS MEDITERRÁNEO, SUCEDEN HISTORIAS DE LA JUSTICIA DIVINA. EL CURA NEGACIONISTA DEL SANTUARIO DE LA SANTA FAZ DE ALICANTE, FRANCISCO MARTÍNEZ, ESTÁ CONTAGIADO DE CORONAVIRUS".

En cuanto a la celebración de misas, en muchos casos, no se cumplen las medidas preventivas de seguridad sanitaria. No pasa en todas las iglesias, pero cada vez hay más críticas sobre la convivencia beata que anuncia una inmunidad inexistente. Mi amiga  ecuatoriana Luzzy, dedicada al cuidado de personas mayores en su domicilio, me cuenta que hay mucha desprotección. Me dice que el gobierno autonómico valenciano no se ha planteado aún vacunar a esas personas que no están en residencias, por diversos motivos, y a sus cuidadores, pero que precisan las vacunas porque quienes les cuidan salen y entran de sus casas, se socializan y van a misa. Así de rotundo, porque mi amiga va habitualmente a misa dado que la cultura sudamericana les imprime una fe imponente, una especie de superstición que acá no acabamos de entender. Luzzy necesita comulgar, por lo menos, una vez a la semana. Y en su parroquia, me cuenta preocupada, no acaban de cumplirse las restricciones.

Las vacunas deben ser, prioritariamente, para todas las personas mayores, sin distinción. También para el personal sanitario y sociosanitario, y para aquellos que están lidiando con el virus cada día. Ahora nos dicen que en primavera, como la floración de la vida y la salida del azahar, la vacunación va a ser masiva. Pero las estadísticas no cuadran. Pasará este año, y el siguiente, para alcanzar un alto porcentaje de la población vacunada. La prestigiosa viróloga del CSIC Margarita del Val asegura, como explicaba hace unos días en El Español, que unas vacunas que se han desarrollado en tiempo récord, que tienen un perfil de eficacia altísimo, siguen planteando algunas incógnitas sobre si podrán ser una herramienta que nos sirva para alcanzar la inmunidad de grupo.

Mi tío Paco, desde su refugio y casa en Gavarda, me cuenta que es cojonudo que el cura negacionista esté contagiado. No desea el mal a nadie pero me dice que ya está bien de tanta tontería. Hace unos días fue al barbero del pueblo y volvió acongojado por el aumento de casos en su entorno. Se sube por las paredes, -tal como me dijo-, al pensar en su amigo Miguel, propietario de un restaurante en Ruzafa, y culmina su conservación diciéndome que es tremendo que no existan cosas más importantes ahora mismo que inaugurar una estación de tren.

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