Mientras escribo este artículo en el tren escucho a un señor que le cuenta a su pareja cómo se ha ocultado la vacuna del cáncer descubierta por ocho médicos, que lo ha “leído” en TikTok.
Y en esa nebulosa de la incertidumbre vivimos cada vez más como sociedad: la información proviene de múltiples fuentes con distinto grado de fiabilidad, pero con apariencia de veracidad y, así, discernir entre verdad o mentira es cada vez más difícil.
¿Cuántas mentiras se contaron sobre las bondades del Brexit? ¿y las mentiras que justificaron el asalto al Capitolio de Estados Unidos como el bulo de la detención de Biden por pederastia? ¿Cuánto tiempo pasó Lula en prisión injustamente? ¿Cuánta gente más tiene que morir en Gaza asesinada por el ejército israelí para que se condene al gobierno de Netanyahu y se rompan relaciones con éste?
Ahora contamos con infinidad de medios de transmisión de noticias que, sin ningún rigor, con sus titulares tendenciosos, se dedican a engañar y confundir al lector. No son un medio para trasmitir noticias, porque el negocio es el engaño y no la información. Son un medio para un fin.
Cada vez es más la gente que se informan a través de TikTok, Telegram, o similares, y, si bien son conscientes de que los paisajes de Instagram suelen estar enriquecidos subiendo las tonalidades de las fotos, las noticias las creen a pies juntillas ¿por qué les iban a mentir?
Así, la difusión de las mentiras campa a sus anchas.
Sin información veraz la democracia se debilita y si, además los mensajes propugnan odio y racismo la quiebra de la convivencia social es aún mayor. Repudiar a aquellos que son aún más desgraciados que nosotros parece ser que funciona. Así se construye el nosotros y ellos. Una división social imprescindible para acceder al verdadero objetivo: la victoria electoral y el acceso al poder.
En democracia sólo hay un espacio donde los poderosos no tienen por qué ganar por encima de los humildes, y es en las elecciones. Quien gobierna promueve las leyes y con ellas trata de beneficiar a las mayorías o a las minorías. Gobernar para el 1% o para el 99%. Hay que lograr que la gente vote contra sus propios intereses. Hay que lograr que la gente humilde se odie en base a sus diferencias, sean de religión, raza, origen, creencias. Da igual, lo importante es que se odien.
Las grandes fortunas no quieren freno legal a la gestión de sus intereses, así que han encontrado un camino de baldosas de oro por el que transitar para alcanzar el éxito electoral, sustentado en el engaño masivo y la ruptura social, sentando una base clara: o ganan los suyos o lo demás es un fraude con el que hay que acabar.
Para algunos la democracia que suponen las elecciones solo es válida si los resultados de éstas les son favorables. Recientemente, en Reino Unido hemos visto los disturbios que han seguido al resultado electoral en el que la derecha y ultraderecha han perdido el gobierno (y las manifestaciones de protesta ciudadana contra esa violencia social). Antes fue el asalto al Capitolio en EEUU.
Desde mi condición de diputada en Les Corts cuando PP y VOX intervienen no puedo evitar soliviantarme ante las falsedades que vierten sobre la gestión del anterior gobierno autonómico del que formé parte y cómo se esfuerzan para promover el odio entre la gente. Es una mentira detrás de otra, sin pudor.
Mientras derogan impuestos a las rentas más altas, recortan en derechos sociales, eliminan controles ambientales desprotegiendo nuestro territorio, colocan a un afín a dirigir la Agencia Antifraude, tienen claro que la información es clave, y por ello han modificado la Ley de Àpunt con el fin de poder controlarla. Así, no querrán que sepas que mediante una mera instrucción están recortando en dependencia en cuanto a la fecha de efectos de las prestaciones económicas. También tratando de ocultar la desaparición de múltiples plazas para estudiar idiomas de las Escuelas Oficiales de Idiomas. O cómo el gobierno de Mazón ha regalado en un año 112 millones de euros a las concesionarias privadas de gestión sanitaria en forma de prebendas y perdones. O que la normativa de regulación de viviendas de uso turístico no va a solucionar la problemática social de acceso a la vivienda (lo que es una realidad y no turismofobia). O que en plena campaña estival el Consell de Mazón ha eliminado la Dirección General de Prevención de Incendios. O que las víctimas de violencia de género dejen de ser priorizadas para acceder a las ayudas para el alquiler de vivienda.
Mientras, quieren centrar la atención mediática en esos niños desamparados que llegan de otras latitudes. En las personas que emigran por necesidad, pues los que lo hacen por placer no molestan. Estrategia del odio y miedo que la derecha lleva años utilizando para ganar elecciones.
Urge poner freno a estas dinámicas, crear conciencia social sobre el problema de desinformación, educar y reeducar frente al odio y en la capacidad de discernir entre una mentira y una opinión.
Porque quizás cada uno de nosotros podemos hacer mucho ante esta situación para frenar el culto a la mentira, empezando por preguntarnos por la fiabilidad de la fuente de la información y contrastarla con otras fuentes; no fiarnos de todo lo que leemos o escuchamos, y distinguir entre opinión e información. Y, sobre todo, condenar los discursos de odio. Tu enemigo no es el niño negro sin padres que llega en una patera. Ni el adolescente ni el adulto que persigue una vida digna. Tu enemigo es quien quiere que creas que ese ser humano es un problema para ti.