ALICANTE. Charlamos con el filósofo y teólogo Francesc Torralba (Barcelona, 15 de mayo de 1967). Un hombre que tiene eso que sólo unos elegidos poseen, la conciencia del inmenso valor de la vida y el conocimiento de que la muerte no hace acepciones. Un santo dijo: "No te quejes, si sufres. Se pule la piedra que se estima, la que vale. ¿Te duele? —Déjate tallar, con agradecimiento, porque Dios te ha tomado en sus manos como un diamante… No se trabaja así un guijarro vulgar". Así, brota de él, una fuerza interior propia de aquellos que viven con la sensibilidad de haber perdido súbitamente a alguien muy cercano, de haber sido golpeados por una vida que nada ni nadie golpea tan fuerte como ella. Acaba de publicar No hay palabras: asumir la muerte de un hijo (NowBooks), un ensayo en el que habla de la pérdida, de cómo asimilar la desgracia.
¿Cómo surge tras una tragedia tan grande como es perder a un hijo escribir este libro?
La escritura para mi tiene una función terapéutica, liberadora, casi diría catártica. Cada uno tiene su método, para procesar el impacto de una experiencia así. La escritura ha sido un mecanismo de liberación y de estructurar la mente. Por eso después de hablarlo con toda la familia lo publiqué, con la idea de que sirva a las personas que experimentan un duelo. Ojalá este libro les ayude a encontrar las palabras en una experiencia tan traumática.
¿Se supera la muerte de un hijo o se aprende a vivir con ello?
Creo que el término superar es inadecuado, me gusta más la palabra asumir. Hay que ir con mucha cautela a la hora de utilizar las palabras, hay expresiones que hieren y otras que sanan, ciertos vocablos se corresponden más con la experiencia que uno está experimentando. Se supera una prueba, un examen, una oposición, esto no se supera… Esto lo asumes, lo metabolizas, lo integras en tu propia vida, te vas transformando, es un proceso que puede terminar en aceptación y en la gratitud por la persona que se ha ido y lo que nos ha aportado. Deberíamos borrar la palabra ´superar´ de los procesos de duelo.
Me gusta la precisión que haces de no usar el término 'superar', yo perdí a mi madre siendo muy joven por un infarto masivo y creo que los que hemos perdido a alguien de forma tan inesperada estamos hechos de otra pasta, ¿en qué ha cambiado tu forma de ver la vida tras la muerte de tu hijo?
Todos los que hemos pasado por una experiencia tan dura como tú y yo hemos vivido puede ser una ocasión para aprender. Estos episodios tienen un peligro, el de dimitir de la vida, el de estar ausente, no asumir la situación que ha pasado y vivir nostálgicamente de lo que ha pasado. Si uno es capaz de asumirlo y de dejarse ayudar, puede sacar enseñanzas de ello. Con esto te das cuenta de que somos muy poca cosa, lo de la Dana que ha pasado en la Comunitat Valenciana, en la que han perdido la vida más de doscientas personas es un ejemplo de ello. Es muy difícil ser soberbio cuando te das cuenta de que tu existencia tiende de un hilo, te dota de una humildad genuina. Cada muerte es diferente, pero en cada ausencia hay una sensación común entre los allegados que han sufrido esa pérdida. Tu vida se llena de magnanimidad, te vuelves más selectivo en el uso del tiempo, que lees, con quien hablas, trabajar para que o para quien… Tu orden de valores se altera, cosas que parecían importantes pasan a ser secundarias. Te das cuenta de que el tiempo que tenemos es muy breve y que puedes dejar este mundo en cualquier momento.
Lo que dices de que uno no sabe cuando va a dejar este mundo, siempre le digo a mi entorno, que hay que querer a la gente siempre porque uno no sabe cuando te va a atropellar un coche o algo peor. Hemos visto como mucha gente está afectada por lo de la Dana de Valencia pero sin embargo siguen ignorando que la vida es efímera.
Ese es otro drama. Al final no aplicas lo que ha pasado en grandes tragedias, eso ya pasó con la pandemia. Había una masa de personas, creíamos que lo ocurrido nos cambiaría, nos haría mejores, sin embargo, seguimos igual, hay violencia, robos, saturación de las ciudades… En el momento de que sucede una situación límite si que hay cierta conciencia de que el tiempo es limitado y de que hay que valorar el tiempo con la gente que queremos, pero cuando pasa el lapso todo vuelve a su trasiego habitual que se preocupa de nimiedades sin importancia.
Hablabas de la pandemia, ¿ha provocado el conteo de víctimas diarias durante la covid-19 que se banalice la vida y que las muertes no sean tal sino meras estadísticas?
Cada día uno se acostumbra a la barbarie, y ese acostumbramiento hace que uno banaliza la tragedia. Vivimos en una era de inhumanidad, para mi la humanidad es el empatizar con el sufrimiento del otro. La clave está en cómo debemos presentar y contar lo que ocurre en el mundo para no banalizar la tragedia, que podemos hacer para que empaticemos con lo trágico. Relativizamos el sufrimiento, y cómo las noticias eclipsan unas a las otras nos olvidamos temprano de lo que pasa. La acumulación de noticias trágicas tiene como consecuencia la banalización del sufrimiento.
Ha habido una respuesta sinigual en la ayuda a Valencia, miles de voluntarios se han movilizado en una euforia de solidaridad empatizando con las víctimas, ¿crees que después hay una valoración de la humanidad de nuestros seres más cercanos o hay cierto blanqueamiento de conciencia?
Yo parto de la idea de que todo ser humano tiene una dignidad infinita, que tiene un valor infinito, que no puede ser comprado ni vendido. Sin embargo, en la vida diaria te das cuenta de esa dignidad y tratamos a los demás como instrumentos, como objetos y cosas. Eso significa que olvidemos ese principio y lo explotamos laboralmente o sexualmente. Cuando uno lee la prensa se da cuenta de que tristemente se olvida, que como decía Séneca, “cada ser humano es una cosa sagrada”, que independientemente de ser rico o pobre uno debe ser tratado con suma dignidad. También hay mucha hipocresía, que la teoría es fácil pero que la práctica es complicada. Tenemos que examinarnos en nuestra vida cotidiana.
Dices que hay gente que no sale mejor después de una desgracia, es cierto que no podemos pedir de forma imperativa ese heroísmo y resiliencia, ¿qué le dirías a alguien que acaba de sufrir una pérdida tan trágica?
Hay situaciones que no se tienen que asumir de golpe, hay que darse tiempo, asumir la muerte de un ser humano querido no es inmediato. Vivimos en la era de la inmediatez y no somos pacientes. Por otro lado, hay que dejarse ayudar, no hay que encerrarse en una burbuja o en una jaula. Tercero, saber que has aprendido lo ocurrido, en que me lo puedo aplicar a mi día a día, en que voy a usar el tiempo que tengo, en hundirme en la melancolía o en centrarme en las otras personas que comparten mi vida. Aprende a relativizar, a mostrar atención lo que es valioso.
Tras una pérdida tan grande supongo que uno aprende a querer más a los que están contigo, ¿no?
Mucho más, porque te das cuenta de que ahora están y mañana no. Te das cuenta de que el tiempo en el mundo es limitado. Valoras cada ocasión de estar con la gente que quieres, la suerte que es tener a cada uno de los tuyos, aprecias el regalo que es vivir. Cuando uno tiene mucho de todo no lo valoras, nos pasa con el agua, cuando hay mucha la obviamos, cuando hay sequía la apreciamos mucho más. Con el tiempo pasa lo mismo, si tienes cien años por delante, no te costará perder el tiempo, en cambio, si te han dado un diagnóstico en el que te dicen que te queda poco tiempo de vida, racionas mucho más tu tiempo, aprecias lo que haces y con quien lo haces.