CASTELLÓ (EFE). Pedro es funcionario de prisiones y, como tal, usa un nombre ficticio. Trabaja en la cárcel de Castelló 1 y relata a Efe cómo el estado de alarma ha alterado la vida diaria de este centro penitenciario, donde los funcionarios no llevan equipos de protección... aunque él ha usado una mentira piadosa con su familia. "Hablé con mi madre hace poco y le tuve que mentir, le dije que llevaba mascarillas en el centro, algo que no nos han dado desde que empezó todo, pero le dije que sí para que estuviera tranquila", confiesa.
A pesar del poco material de que disponen los funcionarios para poder trabajar con seguridad durante la pandemia de coronavirus, algunos se han confeccionado sus propias mascarillas para ir a trabajar, y otros las han conseguido en la calle, "pero la gran mayoría no llevamos", lamenta Pedro. "Estamos todo el día entrando y saliendo de la prisión y claro, hay internos que están más tensos, otros más relajados. Además, les han cortado todo tipo de comunicaciones, todas las de locutorio, las de vis a vis y los permisos también; de hecho, conozco el caso de un interno que le pilló el estado de alarma cuando estaba de permiso y tuvo que volver y confinarse en cuarentena", afirma.
El miedo a ser contagiados se debe a la poca protección que tienen los propios funcionarios: "Solo tenemos un bote de gel desinfectante por departamento y guantes, pero no nos han dado mascarillas ni Equipos de Protección Individual (EPI), y nosotros estamos en contacto con los presos".
Los talleres y los cursos han dejado de funcionar hasta nuevo aviso, "aquí y en toda España", pero se ha aumentado el tiempo de llamadas para que puedan, de alguna forma, estar en contacto con sus familiares y personas cercanas.
El principal problema ante esta situación es la masificación: "En estos últimos días de lluvia, los internos se han quedado en lugares más cubiertos del centro, como los pasillos o las salas, pero debido al poco espacio que hay, a veces es imposible respetar el metro y medio de distancia" que se recomienda para evitar el contagio.
¿Y a la hora de comer? "Se están haciendo turnos por plantas. Hay departamentos que son más de 100 internos, y se intenta que vayan por grupos de 30 personas a comer, pero claro, el resto está esperando en un espacio reducido. Hay más medidas de protección en un Mercadona que aquí", bromea.
"Es verdad que por parte de la directora se está intentando hacer todo lo posible. Yo lo estoy viendo: por ejemplo, a partir de este miércoles los horarios generales han cambiado, ahora se trabaja un día sí y otro no, para que no caigamos enfermos. Yo me alterno con mi compañero, él trabaja hoy y yo mañana", explica.
Esta situación extraordinaria también afecta en lo personal: "Aquí trabaja gente de muchas comunidades autónomas, algunos son gallegos, otros son de Castilla y León y claro, no pueden ver a sus familiares, pero es un problema en cualquier centro penitenciario".
En el sistema de limpieza, un grupo de internos, con la supervisión de funcionarios, fumiga con agua y lejía todos los departamentos, por la mañana y por la tarde, "para mantener el espacio lo más limpio posible".
Sin embargo, el ambiente en general es de "malestar y tensión constante", algunos están "paranoicos" y, a poco que tosen, "ya piensan que pueden tener el Covid-19, no se puede estar relajado".
A pesar de todos los esfuerzos por parte de los funcionarios por transmitir tranquilidad a los internos, lo que más preocupa es la "incertidumbre" de no saber si puede haber personas contagiadas, explica Pedro, quien valora que "por el momento" no haya ningún caso positivo en la cárcel castellonense.