MEMORIAS DE ANTICUARIO

¿Ha perdido el artista relevancia social?

3/04/2022 - 

VALÈNCIA. Hoy no hay ruta y nos quedamos en casa reflexionando sobre arte y artistas. Hay pocos honores que le puede satisfacer más una persona que el ayuntamiento de una ciudad o pueblo decida bautizar con su nombre una calle, plaza o un parque, por méritos propios. Se me viene a la cabeza una larga calle, aunque no demasiado conocida, paralela a la de Alboraya que linda con los jardines del Real y que tiene nombre de pintor: Genaro Lahuerta. Un artista que, junto a otros dos maestros, Juan Bautista Porcar y Francisco Lozano protagoniza estos días, en la Fundación Bancaja, una excelente muestra sobre el paisaje en la segunda mitad del siglo XX. El primero de los tres incluso le da nombre a un instituto de enseñanza secundaria en Castellón y el segundo hasta tiene calle en Madrid. 

Otros pintores, escultores o arquitectos del siglo XX tienen sus respectivas placas en la ciudad de València o en municipios de la provincia: el escultor Andreu Alfaro, los pintores Manuel Gil, Juan Genovés, o los arquitectos Mora, Arnau, Lucini o Goerlich… por no hablar de artistas de siglos anteriores (los pintores Sorolla, Pinazo, Vilar, Benlliure, Muñoz Degrain, Vicente López, Juan de Juanes o Espinosa). Hubo un tiempo, por tanto, que la relevancia del artista le daba como premio su inmortalidad través del nomenclátor urbano. Hoy parece que todo ha cambiado ¿es por falta de “nombres”, o habiéndolos, sin embargo carecen del reconocimiento institucional que merecen?

Una librería de lance, de una cadena local con varios establecimientos, sobradamente conocida por todos, en su sección de arte hay, más o menos ordenados se acumulan ejemplares de varias series de gran tirada que en los años 80 y 90 se dedicaron a escultores y pintores valencianos. En la dedicada a los primeros aparece Silvestre de Edeta, Octavio Vicent o Esteve Edo. La que dedica sus volúmenes a pintores nombres como Joaquín Michavila, José Sanleón, Andrés Cillero, Francisco Sebastián o Manuel Hernández Mompó.  Entre el batiburrillo también se pueden hallas volúmenes monográficos como ejemplar en tapas duras dedicado al citado al citado Genaro Lahuerta sobre sus series de dibujos. En muchas casas de València, si uno escudriña sus más o menos pobladas bibliotecas encontrará algún catálogo o biografía dedicada a un artista o movimiento artístico valenciano de los siglos XIX y  XX. En las casas más clásicas y burguesas son habituales los dedicados a Sorolla, Pinazo o los Benlliure, y en las más “modernas” los lomos hacen referencia al entorno del grupo Parpalló (colectivo del que tomó nombre una sala de exposiciones de la Diputació de València), es decir a artistas como Sempere, Alfaro, Genovés, Michavila o Nassio. Se trata de un viaje en el tiempo, aunque sea unas décadas atrás.

Esta no es una reflexión sobre los artistas de hoy, sobre la calidad de lo que ahora se produce y expone en las galerías y en los centros de creación contemporánea, sino sobre la relevancia social e intelectual de estos creadores y del arte que se hace en nuestros días. Es inevitable que me pregunte qué artistas de los que hoy desarrollan su carrera profesional entre la tardía juventud y la madurez alcanzarán la relevancia social de estas generaciones citadas como para que, incluso, la ciudad se plantee honrarlos con una calle o plaza. Tengo dudas al respecto y parece que el artista ha dejado de ser una personalidad de relevancia en la sociedad o quizás me equivoque y tenga una visión parcial y estrecha de la contemporaneidad.

Reconozco que es un tema que, no exento de indisimulada preocupación, ocupa parte de mis pensamientos desde hace un tiempo, porque me parece de capital importancia. Algo está sucediendo, y no sé exactamente qué es, y no diagnosticarlo convenientemente nos llevará tarde o temprano a la melancolía y a la nostalgia del pasado para sobrevivir. Si, como pienso, la sociedad de una determinada época no puede entenderse sin el arte y los artistas de su tiempo, es preciso que dispongamos de referentes artísticos de primer nivel. Si los hay, parecen mimetizados, y pienso que la sociedad no los percibe. No me vale el argumento recurrente sobre que el transcurso del tiempo rescatará a a los más valiosos, puesto que muchos de los citados ya eran verdaderamente relevantes en vida y no necesitaron morir para que su figura cobrara importancia y reconocimiento. De hecho, a muchos se les homenajeó en vida.

Aunque pueda parecer lo contrario, los anticuarios también mostramos interés por el arte que se hace en la actualidad, y cada vez es más habitual encontrar en nuestros espacios obras, si no de artistas estrictamente contemporáneos, que también, sí de quienes tuvieron relevancia a lo largo y ancho del siglo XX y parte del XXI. Al respecto, hace algo más de un mes hablaba con una persona que lleva desempeñando su labor profesional en el IVAM desde que se inauguró allá por los años 80. Le preguntaba por la edad de los artistas vivos más relevantes del panorama valenciano. Esos artistas a los que se les puede dedicar, sin miedo, las salas importantes de la institución para una retrospectiva. Creadores que ya se les puede considerar “personalidades” del arte valenciano, y que, más allá de si nos gustan o no, se puede considerar que han protagonizado, o incluso todavía lo hacen, una carrera de éxito profesional tanto de público, a través del coleccionismo, como de crítica. 

La conclusión a la que llegamos es que se trata de una generación de artistas cuya representante más joven es una mujer, Carmen Calvo, nacida en 1950, pero que sus carreras eran ya relevantes a partir de la treintena. A Carmen Calvo, en 1990, con a penas cuarenta años, el propio Instituto Valenciano de Arte Moderno le dedicó una retrospectiva. Hablamos de carrerilla cuando nos referimos a estos últimos creadores que han puesto al arte valenciano en el mapa español e internacional: Miquel Navarro, Manolo Valdés, la citada Carmen Calvo, Heras, Teixidor, Armengol, Yturralde… por no decir de los desaparecidos Alfaro, Genovés, Ángeles Marco o Cardells. A nivel nacional el panorama no es más alentador: los dos artistas vivos relevantes “más jóvenes” Miquel Barceló o Jaume Plensa sobrepasan los sesenta, pero ya mostraban relevancia social con cuarenta. Otro dato que puede ser anecdótico, pero no deja de ser significativo: La Fundación Bancaja dedica, actualmente, una interesante exposición en su sede de Segorbe al, ojo, “Arte contemporáneo valenciano” con obras de algo más de una decena de relevantes artistas desde Miquel Navarro a Francisco Sebastián u Horacio silva. La cuestión es que el más joven de estos es la pintora abstracta Isabel Tristán nacida en 1958.

No creo que la situación se deba a una sola razón y que haya que buscarla en una suma de causas: ausencia de grandes ferias locales, y por ello falta de fomento de un  coleccionismo potente (o quizás sea al revés, uno ya no sabe), la existencia de un sector de galerías cada vez más pequeño quizás como consecuencia de la causa anterior, unas galerías que en parte no responden a los gustos de un sector de potenciales clientes, también habría que buscar razones en la drástica disminución de adquisiciones por parte de instituciones privadas la falta de publicaciones. Y por si fuera poco, falta de reflexión, debate y cierto “ombligismo” ¿seré yo el único al que le preocupan estas cosas?.

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