Juré bandera cojo, pero juré. En Bétera, en septiembre de 1996. No me libré de cumplir el servicio militar, como otros colegas, en un tiempo en el que los estudiantes compaginaban sus exámenes con el bienaventurado puesto de objetor de conciencia. Solo me salvó una prórroga de estudios, y a pegar barrigazos en la instrucción en una compañía de mecanizados que fue bautizada con el nombre de "Pequeña Legión".
Me arrestaron, una vez, por llevar las botas sucias. Aquella sanción hizo ausentarme de las gradas en un partido de U.E.F.A. ante el Bayer de Múnich. Por aquel tiempo, estaba fuerte en Mestalla y mis compañeros de animación, en mi ausencia, quisieron solidarizarse conmigo al grito de "Ejército Español devuelve a Nebot". Aquella noche, me sentí importante por unas horas. Absurdo.
Lógicamente, soy español, hablo el español, vivo en España y escribo esto por algún que otro soplagaitas que siembra dudas sobre mi pasaporte. No digo en voz alta "soy más español que nadie", porque ese título lo dejo en propiedad de Antonio Recio. También he de decir que mis padres no me dejaron elegir ni nombre, ni nacionalidad, ni religión, y la ciencia quiso que fuera varón. Y yo sí he podido mantenerme, por el momento, fiel a la heterosexualidad. De todas formas, esta declaración de principios no interesa a nadie.
Lo de celebrar el Día de la Raza (12-0) hoy engalanado en patria, es anacrónico. Vetusto. El capitalismo carece de identidad colectiva, no escucha himnos y no se levanta para honrar la bandera. El sector agrario ídem de lo mismo. No confundamos el alma con el corazón, es decir, el consumo de fruta y verdura de proximidad con el del mercado laboral.
Los que trabajamos el campo, desde hace años mi caso, vivimos permanentemente en contacto con cientos de compañeros de diversas nacionalidades y culturas. Trabajadores que, por desgracia, emigran de sus países de origen con el único fin de poder comer y alimentar a sus familias.
Sin ir más lejos y a modo de reflexión, a causa de la celebración días atrás de la jornada de la Hispanidad, fecha clavada en el calendario en la que muchos españoles hacen gala de sus mejores ofrendas a la madre patria, no estaría mal refrescar a los hispanos de bien el hecho histórico de otros españoles que, en 1905, quisieron marcharse de España. Si, si ¡hasta el párroco del municipio!
En Boada, en medio conflicto generado entre pueblo y Estado por la pérdida de la soberanía de España sobre Cuba y Filipinas, y para sufragar las deudas de la guerra, el gobierno de la nación, en un acto solemne y patriótico, arrebató cientos de hectáreas de tierra impidiendo a los jornaleros trabajar.
Aquella dura intervención, con Miguel de Unamuno de mediador, acabaría en un intento de desbandada general de todos los habitantes del pueblo de Boada, desencadenando, según Ramiro de Maeztzu, en una acción contra la patria española. El escritor se tragaría la hábil y sensata respuesta de un jornalero: ¿Sabe lo que es el patriotismo?... "Poder comer y dar de comer a tus hijos".
Pues eso. Y con vistas a unas próximas navidades con el horizonte puesto en la más que disparatada y probable amnistía, no caigamos en el impertinente error de boicotear el cava catalán en las próximas fechas. ¡Qué culpa tendrán los trabajadores! Con esa actitud, no es uno más español que otro. Y si no que se lo pregunten al sacerdote de turno durante la celebración de la misa del Gallo.