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Tú dale a un mono un teclado / OPINIÓN

Hombre blanco español hetero sano

Foto: KIKE TABERNER
7/03/2019 - 

El capitalismo propone que la vida es un juego donde unos ganan y otros pierden. Algunos lo asumen: aprenden bien las reglas y unas cuantas trampitas (como nos han enseñado las pelis de vaqueros, en el póker la trampa es parte del juego mientras no te pillen) y van a por todas. A ganar. A vencer a los rivales. A desplumar al adversario. Otros, más idealistas, empiezan a analizar las reglas e intentan cambiarlas: no son justas porque favorecen a tal, no debería permitirse este movimiento porque es injusto para cual… En fin, creo que es fácil reconocer a la derecha liberal y a la izquierda social. Unos se ponen a jugar: ¡vamos allá! Los otros se empecinan en cambiar el reglamento. Sanchos deseando ínsulas y Quijotes intentando cambiar el mundo. Lo de siempre.

Yo soy un hombre blanco español hetero sano con estudios y con un trabajo estable. Estas son mis cartas. ¿Jugamos una partidita?

Por lo pronto, queridos inmigrantes, sobre todo aquellos de rasgos más alejados de los nuestros (negros altos y fuertes, por ejemplo) abandonad la mesa de juego del primer mundo. Vuestro trabajo, si es que quisiera ese trabajo y esa mierda de sueldo que os dan aprovechándose de vuestra situación, que no lo quiero, me lo darían a mí con solo presentarme candidato. También me darán un contrato de alquiler mientras vosotros tenéis que iros a pisos patera. De hecho, hasta se sentarán a mi lado en el bús antes que al vuestro, así que dad la partida por perdida.

Y si encima sois musulmanes, ya ni comentamos, ¿no?

Estoy sanote. No sé por cuánto tiempo, pero por ahora todo perfecto, ni siquiera dolores de espalda. Así que señores y señoras enfermos de cualquier tipo, abandonen la mesa de juego que contra mí no tienen nada que hacer… si pueden marcharse, porque con esos escalones…

Por cosas del destino, soy heterosexual. Me gustan las chicas. Tengo esa suerte, mira. Ni insultos, ni crisis existenciales innecesarias, ni tensiones familiares, ni noches en vela, ni curas llamándome enfermo o diciendo que Dios me mandará un cáncer como a Zerolo. Estoy de lo más tranquilo con mi pene y con mi pareja. En este juego que es la vida, os ha tocado una carta jodida. Y a los trans ya ni te cuento… no apostéis mucho en esta partida que lleváis las de perder contra mí.

Me gustaría pensar que la vida es una competición. Jugar mis cartas con la frialdad del tahúr, del liberal convencido. He ganado, pues será que juego mejor,

Encima soy hombre. Joder, menuda mano espectacular me ha tocado, ¿eh? He nacido para ser director y tener secretaria, para que mis hermanas me quiten el plato de la mesa, para estudiar ciencias y enorgullecerme ante los amigos de tener sexo con quien quiera, para tener hijos y que los cuide mi mujer, para ser agresivo al volante y llevar los pantalones en casa. Señoritas, permitan que les abra la puerta y vayan saliendo, porque de nuevo, si me creo todo lo que el color azul que me representa significa, tengo más probabilidades de ganar esta partida. De hecho, no sé si está permitido que la jueguen si piensan ser madres en las próximas horas, ¿lo están valorando? ¿Ser madres mientras dure la partida? ¿O ya lo son y deberán largarse porque el niño tiene fiebre? ¿Una madre enferma a la que deben cuidar?

Y por último, mira qué casualidad: tengo una casa y un trabajo estable. O a lo mejor no es casualidad, fíjate. A lo mejor tener una buena mano al nacer es importante…

Me gustaría pensar que la vida es una competición. Jugar mis cartas con la frialdad del tahúr, del liberal convencido. He ganado, pues será que juego mejor, no que tengo buenas cartas… Pero por desgracia aspiro a que la definición de ser humano no se parezca a la de los tiburones, que compiten en la barriga de su madre y solo los fuertes nacen. No creo que la sociedad a la que aspiramos deba parecerse a la ley de la selva, al triunfo darwiniano y violento de unos sobre otros. Sería asqueroso. Ni lo creo yo ni lo cree Jesucristo, ese hombre al que la derecha curiosamente invoca sin haber entendido que su discurso no hablaba de la vida como un tablero de juego donde unos ganan y otros pierden, sino de los seres humanos cooperando unos con otros, ayudándonos, empatizando, poniéndonos en la piel de aquellos que a priori son más distintos y que, si nos acercamos, veremos que en realidad son muy parecidos a nosotros.

La sociedad no puede ser una selva, y si lo es, si el hombre es un lobo para el hombre, pues igual es mejor que nos extingamos y dejemos de humillarnos.

Perdón, los lobos cuidan hasta al último de la manada: dan de comer al enfermo hundiendo el hocico en su boca y colocan a los más viejos en cabeza para que no se queden atrás.

¿Qué tipo de sociedad aspiramos a ser? ¿La que cuida de los suyos mediante ayudas sociales y becas, leyes antidiscriminación y servicios públicos? ¿O una sociedad sin reglas regida por la ley del más fuerte?

Siendo honesto, a mí me va bien esto último, tengo buenas cartas. Pero por desgracia no deseo convertirme en un depredador… ¡Con lo bien que me iría! Así que en lugar de jugar la partida y desplumar a los menos afortunados, seguiré intentando cambiar las reglas para que todo el mundo tenga la oportunidad de competir en igualdad de condiciones.

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