Ya sé lo que vais a pensar, que estoy aprovechado el momento político, para lanzar este artículo. Y nada más lejos de la realidad. Por raro que parezca, vengo a defender…, bueno, mejor dicho, a equiparar a la clase política con el resto de profesiones.
Hace unas semanas leí la noticia de que en una carrera ciclista donde participaban 182 corredores, al saber que habría control antidopaje en la línea de meta, abandonan 130 ciclistas, y finalizaron la prueba únicamente 52 participantes. Imaginé la cara que tuvieron que poner los 52 ciclistas honrados, al conocer la situación.
Corruptos, deshonestos, sinvergüenzas, tramposos, pillos, pícaros… La corrupción es tan antigua como el hombre. E intrínseca a él desde el mismo momento que decidió vivir en comunidad. Ya en las primeras páginas de La Biblia, tras acabar Dios la creación, una serpiente corrompió a Eva y esta engañó a Adán para trasgredir la única prohibición que le habían impuesto.
El egoísmo ha proporcionado una ventaja evolutiva a los humanos en entorno peligroso y con escasos recursos. Al priorizar la propia supervivencia y la de su grupo, los individuos egoístas aumentaban las probabilidades de éxito para asegurar recursos.
"las trampas siempre han existido; La gran diferencia en nuestra época es el altavoZ"
Los hombres que han reflexionado sobre ello a lo largo de la historia han pensado que en su época había más corrupción que nunca. Al parecer, todos estábamos equivocados: las trampas y la corrupción siempre han existido de manera generalizada. La gran diferencia en nuestra época es el altavoz que representan los medios de comunicación y las redes sociales, que llevan las noticias más lejos y a más personas.
¿Hemos cruzado un semáforo en ámbar, creyendo que no había peligro y no nos veía nadie? ¿Cuándo han abierto una nueva caja en el supermercado hemos acelerado el paso para ponernos los primeros, sin preguntar a los que llevaban más tiempo esperando en otras cajas? ¿Nos hemos alegrado cuando a nuestro equipo favorito le han pitado un penalti a favor, aunque este sea injusto? ¿Denunciaríamos a un hijo, pareja o mejor amigo, si supiéramos que ha copiado en una oposición, la cual le ha supuesto un trabajo para toda la vida? En determinadas ocasiones, casi todos podemos ser pillos o tolerar las trampas de otros si estas van a nuestro favor o de nuestro grupo. Ser tramposos no se trata de todo o nada, de serlo o no serlo, sino que es más bien de escala. Unos pocos estarían en el cero corruptos, y otros pocos en el diez. Y la gran mayoría de las personas nos encontraríamos entre medias. Unos un poco más arriba y otros un poco más abajo.
La mente de un tramposo no se diferencia de los que no lo son. No se han encontrado diferencias anatómicas en los cerebros de los corruptos, que los diferencien del resto. De hecho, hay muchas personas a las que llamamos "exitosas" en todos los ámbitos de la vida que tienen "ese algo" para salirse con la suya. La psicología nos dice que hay determinados rasgos de personalidad más propensos a ser pícaros: egocéntricos, personas con baja empatía, flexibilidad moral, tendencia al riesgo y falta de autocontrol.
Las trampas no entienden de genero ni de clases sociales. Es cierto que determinadas profesiones, por el poder y/o dinero que manejan están más expuestas (políticos, banqueros, constructores, etc.). Esto no significa que individuos de otras profesiones no puedan llegar a serlo, pero su entorno es menos fértil para este tipo de situaciones, ya que, presentan menos interés para ser tentados, o sus trampas son tan pequeñas, que pasan desapercibidas.
Esta vez, además de utilizar la psicología también voy a ayudarme de la biología y de uno de sus más famosos valedores, Charles Darwin y La Teoría de la Evolución.
La teoría de la evolución de Charles Darwin postula que los rasgos heredables que mejoran la supervivencia y la reproducción de un organismo tienen más probabilidades de transmitirse a las generaciones futuras. La corrupción puede surgir como un rasgo "adaptativo" en ciertos entornos. En sociedades caracterizadas por instituciones débiles, falta de transparencia y recursos limitados, la corrupción puede proporcionar beneficios inmediatos para los individuos involucrados.
"los corruptos pueden existir mientras estos no lleven a un punto crítico al animal, a la sociedad"
Si hacemos una valoración de costes-beneficios y concluimos que, al saltarnos el semáforo en ámbar, vamos a ganar dos minutos y no vamos a perder nada, porque nadie nos ve, decidiremos acelerar. Este ejemplo lo podemos escalar a la magnitud que queramos, con el agravante que cuando hacemos estas acciones, y no nos pillan, generamos endorfinas (hormona de la felicidad), comenzamos a tener la percepción de invulnerabilidad y propiciará que repitamos la conducta y que corramos más riesgos en el futuro. Las trampas nos ayudan a conseguir acceso a recursos, a proteger nuestros intereses, y nos dan ventajas competitivas sobre el resto de seres humanos con los que competimos.
Como los piojos, caparas, pulgas… los corruptos y tramposos pueden existir mientras estos no lleven a un punto crítico al animal, en este caso a la sociedad. Ya que un exceso de parásitos podría desequilibrar las estructuras sociales y provocar un colapso. Mientras no lleguemos a ese punto la sociedad puede soportar cierto nivel de corrupción.
Al igual que en la evolución biológica, los rasgos corruptos se seleccionan y transmiten a través de un proceso que favorece a los individuos que se adaptan mejor al entorno. Esto ocurre de varias maneras:
Aprendizaje social: Los individuos aprenden comportamientos corruptos observando y emulando a otros que se benefician de ello.
Fortaleza institucional: Las instituciones débiles o corruptas crean un terreno fértil para que la corrupción prospere y continúe.
Incentivos selectivos: Los sistemas de recompensas y castigos pueden reforzar o desalentar los comportamientos corruptos. Nosotros mismos, premiando a nuestros hijos con poder jugar a la videoconsola si hacen determinada acción, o simplemente si dejan de hacer algo, estamos incentivando futuros comportamientos que si no están apuntalados con fuertes valores morales pueden desembocar en conductas deshonestas.
Al comprender la corrupción a través de la lente de la evolución, podemos identificar los puntos débiles de la sociedad para poder implementar un mejor control:
Prevención: centrarse en prevenir la aparición de la corrupción mediante el fortalecimiento de las instituciones, el aumento de la transparencia y la educación contra la corrupción.
Promoción de un cambio de valores: Fomentar un cambio en los valores sociales que desapruebe la corrupción y recompense la integridad. La ética se forma y se cultiva en función de la inteligencia y la cultura. La formación lleva a entender que logramos más cuando trabajamos juntos, y formando parte de un equipo.
Rendir cuentas: Establecer sistemas sólidos de leyes y de control que disuadan las trampas y la corrupción, castigando de manera efectiva a los infractores. Para que cuando pensemos en modo costes-beneficios, los costes de trasgredir las normas nos desincentiven a actuar de manera deshonesta.
La teoría de la evolución proporciona un marco valioso para comprender la corrupción como un fenómeno complejo. Al reconocer que la corrupción puede surgir como un rasgo adaptativo en ciertos entornos, y que su prevalencia puede evolucionar a través de la selección y la diversificación, podemos desarrollar estrategias más efectivas. Tomar conciencia de ello, no solo para no cometer estos actos, sino para afear o denunciar aquellos que ocurren a nuestro alrededor sería la medicina más efectiva para comenzar la cura de nuestra sociedad. La cooperación y la empatía han sido también fundamentales en el desarrollo humano y en la creación de sociedades más complejas y prosperas.
La psicóloga presenta su primera novela el martes 9 de abril, a las 19:00 horas, en la librería 80 Mundos de Alicante.