el interior de las cosas / OPINIÓN

La despoblación que no cesa

1/04/2019 - 

 He vivido casi dos décadas en Morella. La comarca de Els Ports forma parte de mi geografía humana. He recorrido muchas veces cada uno de sus pueblos, he sentido de cerca sus problemas, sus sueños, sus vacíos. He sido una más de las personas que viven en el interior, en esta comarca que es un océano de montañas ligadas también al destino vaciado de los pueblos de Teruel. Zonas desfavorecidas que han sufrido varios ciclos de éxodo durante el pasado siglo y que siguen sufriendo la despoblación. Población envejecida, escasa natalidad, empobrecimiento, desigualdad de oportunidades y perspectivas poco halagüeñas. En Castellón, el porcentaje de los pequeños municipios en riesgo de desaparecer se sitúa ya en el 50%. Este domingo esta España nuestra y vaciada recorrió masivamente las calles de Madrid para reivindicar el futuro, la supervivencia. Para ser visibles y concienciar sobre el peligro de vaciar los territorios rurales.

En Castellón, el porcentaje de los pequeños municipios en riesgo de desaparecer se sitúa ya en el 50%.

Dejar la ciudad, en la primavera de 1995, para residir en Morella, aunque la monumental ciudad de Els Ports parezca un pequeño espacio urbano, no es lo mismo que elegir un pueblo para una escapada de fin de semana o para habitarlo solo esos días o periodos vacacionales. No es lo mismo. Antes de residir todos los días del año era una morellana más de fin de semana.  Mis primeros años fueron un choque frontal con la realidad, con un lugar entrañable donde sus murallas son un prolongado abrazo, pero también con unas carencias que remarcan las dos velocidades de las poblaciones del interior y de la costa. El abandono y la marginación es una larga injusticia que se arrastra desde hace décadas y, aunque estos últimos años las instituciones públicas han comenzado a percibir las consecuencias del despoblamiento y han dedicado inversiones y atención, el número de personas que deja los pueblos es incesante. También en Morella.  

He vivido rural, procedo de familias rurales de dos pequeños pueblos, de Cuenca y Valencia. Ahora soy una "falsa rural" al estar empadronada en un municipio del interior y no ser residente. El padrón municipal de los pequeños pueblos es irreal en muchos lugares. Eres de... pero no vives en el pueblo y no eres persona usuaria de la sanidad local, de la educación, de comercio local y de tantas otras cosas. Aunque contribuyas a su dinamización, no compartes los problemas cotidianos de la gente de un pueblo que ya no habitas. Ser rural es residir, respirar el mismo aire que la gente de los pueblos, convivir y compartir otra forma de vida, disfrutar de las ventajas y sufrir las carencias, los problemas de ser ciudadanía de segunda. Entonces entiendes la importancia y las claves del problema de la despoblación.

Hay que invertir y dinamizar, pero siempre contando con la gente de los pueblos, con respeto y conocimiento del medio rural.

Laponia y la Serranía Celtibérica son los dos únicos territorios de la UE con densidades inferiores a los 8 habitantes por km2. Los Últimos. Las Voces de la Laponia española es el título de un magnifico libro del periodista valenciano Paco Cerdà que ha recorrido estas zonas sintiendo la despoblación. La  Serranía Celtibérica rodea el Sistema Ibérico, sumando más de 1.600 localidades de Teruel, Zaragoza, Guadalajara, Soria, Burgos, Cuenca, La Rioja, Segovia, Valencia y Castellón. Es el área más golpeada por la pérdida de población, un desierto demográfico que representa el 13% del territorio estatal.

Explotar todas las posibilidades que ofrecen los recursos patrimoniales y naturales o el sector agroalimentario puede ser motor de desarrollo para revertir la tendencia. Y eso se sabe bien en comarcas como Els Ports, Palancia, Alcalatén, Millars o Maestrat. Han sido los territorios invisibles, esas inmensas montañas que no han existido en las agendas mediáticas ni políticas. La lucha contra la despoblación es continua, sabiendo que cualquier inversión institucional nunca es rentable en estos núcleos, aunque tengan todos los derechos para acceder a los mismos servicios que otras localidades. Es necesario y urgente dirigir la mirada hacia estos grandes agujeros negros cuyo reto no son los experimentos, hay que proteger y mantener la realidad para frenar el retroceso y hay que promover la presencia de jóvenes en los núcleos rurales. Una problemática geográfica y social que debe provocar una mayor reflexión y acción en las instituciones.

No todo es dinero. También hay que dignificar los pueblos. La vida rural no es un chiste de paletos, ni una postal de fin de semana, es una manera de vivir que no es visible para las ciudades.

Estos pueblos merecen más y mejores infraestructuras y comunicación, nuevas oportunidades que garanticen desarrollo local, dinamización, la supervivencia. Merecen más y mejor oferta laboral, ventajas fiscales, conexiones de internet gratuitas, más transporte público, una mayor descentralización de servicios… Además, las administraciones publicas deben invertir también en la vida cotidiana. Aumentar las dotaciones en turismo rural o en agroalimentación sin invertir en las personas que habitan los pueblos y su calidad de vida no alcanza los objetivos deseados. Un pueblo puede contar con una excelencia turística y no mejorar, o no poseer, servicios básicos para sus habitantes. Un pueblo puede tener una excelente oferta de plazas y pisos turísticos pero ir perdiendo la oferta de viviendas de alquiler. Puedes ser sede de magníficos eventos pero sufrir el deterioro en edificios deportivos y sociales de uso diario para la población. Hay que invertir pero siempre contando con la gente de los pueblos, con lealtad y conocimiento del medio rural.

Pero no todo es dinero. También hay que dignificar los pueblos. La vida rural no es un chiste de paletos, ni el paraíso ni una postal de fin de semana, es una manera de vivir que no es visible para las ciudades. Un silencio y una soledad que reivindica futuro. Y  es preciso mirar y sentir para no castigarles al olvido. Por su parte, esta España vacía tiene también que empoderarse, poner en valor su forma de vida, el campo, identidad, sociedad, cultura. Los pueblos tienen que recuperar el orgullo de ser de pueblo.

 

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