CASTELLÓN. No es casualidad que el nazismo decidiera regalar radios durante su régimen. Tampoco que hiciera conciertos en las fábricas donde trabajan miles de alemanes y mucho menos que llevará a sus visitas extranjeras a los mejores recitales de ópera de la capital para así impresionarlos. El arte sirve para "entrar en el alma" de las personas. Por eso, controlar la cultura es una de las ambiciones más preciadas para cualquier tipo de fascismo, como fue el caso del Tercer Reich. "Se logró agremiar a los músicos en la Cámara de Música, pero para conseguir su correspondiente carnet habían de demostrar que no eran judíos ni comunistas. Y si no tenías esta identificación no podías trabajar. Así, se consiguió que muchos artistas quedasen fuera del sector. Aunque, sí se les permitió a los judíos crear una asociación paralela que les posibilitaba trabajar, pero solo para gente judía", explica Enric Riu, doctor de Musicología por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que visita hoy a las 13:30 la UJI para explicar su tesis basada en La música durante el nazismo.
"Era una inquietud que tenía desde bien joven. No entendía cómo los alemanes, que siempre habían sido considerados como un pueblo culto, llegaron al punto de producir un holocausto. Piensas, ¿qué ha ocurrido? Es muy extraño, al menos a priori", indica el académico que llevó a cabo una investigación rigurosa durante doce años centrada en los tiempos de paz que hubo en la Alemania de 1933 a 1939. "Fue muy difícil profundizar en la materia porque mucha información está todavía cerrada bajo secreto de Estado. Pero aun así, sabemos que en esta década la cultura estuvo en pleno esplendor", señala Riu. En efecto, la investigación del catalán se centró principalmente en la estética propia del nazismo que "por las similitudes sonoras" se puede demostrar que existió. "Es el caso de Carl Orff y la composición de 'Carmina Burana', así como otras obras del periodo que parecen realmente hechas a medida de las demandas del régimen", indica.
Así mismo, fue en sus años más fúnebres cuando Hitler trató de convertir la música en una clara arma de poder. "Ya no había festivales, mientras afloraban las canciones para mantener los ánimos de las tropas. Y la Cámara de Música incluso dejó de emitir normas o leyes", cuenta el musicólogo. Esta obsesión por promover la raza aria desde cualquier tipo de expresión cultural les llevó a actuar, pues, desde la arbitrariedad. "Los nazis no tragaban a Stravinsky, porque era la gran estrella de París, y lo tildaban de moderno. Sí, este era el término despectivo que utilizaban para designar a personas que se expresaban de forma muy avanzada. Pero, además no les gustaba porque era ruso y nada que viniese de la Unión Soviética era bienvenido. Sin embargo, un día este músico manifestó su simpatía por Mussolini y, de pronto, ya era bienvenido". Así, siguiendo sus criterios, para nada lógicos, los alemanes eran capaces de rehuir de un artista incluso si este tenía algún primo lejano judío.
No obstante, someter todo el arte a unos mismos ideales no es tarea fácil, ni siquiera posible. Y es que además, según indica Enric Riu, la inmensa mayoría de los músicos no marcharon en la expurga de intelectos del 33. "La música sabes qué pasa, que tiene un problema filosófico frente al resto de artes más visuales. Esta es de las expresiones más abstractas de todas. Por ello, aunque los nazis querían establecer unos criterios únicos, siempre se les escapó de las manos. No es fácil controlar la manera de agrupar las notas, de hacer música, de comprobar si sus influencias son o no las deseadas o si están por la pureza de la raza", sostiene.
"Como buenos admiradores de las culturas grecolatinas, los nazis sabían que para tener contentos a los ciudadanos había que darles pan y circo. Ahora bien, la ultraderecha tiene un problema filosófico y es que quiere poner miga a todo y poner migas al arte es un problema, porque este es muy individualista. Cada artista hace lo que quiere para expresarse con la disciplina que quiera. Por eso, terminó fracasando tanto el nazismo como el franquismo a la hora de establecer unos criterios comunes", considera Enric Riu, quien en su conferencia de esta tarde espera, precisamente, profundizar en los paralelismos con la actualidad.