el interior de las cosas / OPINIÓN

Los aires difíciles

29/11/2021 - 

 El viento ha soplado sin piedad este fin de semana. En Castelló ha atizado los enormes árboles del Paseo Ribalta, y se ha colado sin pedir permiso por las rendijas de todas las ventanas de la nueva casa. En la Ribera Alta valenciana, en Gavarda, ha alterado jardines, persianas, puertas y ventanas de esas casas tan frágiles, construidas en serie tras la Pantanà, en la montanyeta próxima a Albéric, arriba, lejos del rio Xúquer. En la comarca de Els Ports, es otra historia. Allí el viento aúlla sin tregua, amenazando y llevándose las escasas plantas y frutos que quedan del otoño. En Morella, el cierzo arrasa con todo, cubriendo el cielo, simultáneamente, de bellísimas nubes rasgadas, rojizas en el amanecer y atardecer, anunciantes de más frio, mucho más frio.

La noticia de la muerte de Almudena Grandes llegó, de repente, la tarde del sábado, mientras el viento tejía fuertes ráfagas, en remolinos que atormentaban, con esa ira que el aire despierta en medio de los malos augurios climatológicos. Un sábado gélido. Un domingo triste y solo. 

Autora: A.P. S.

La muerte de Almudena Grandes llegó de golpe. Una noticia de fuerte impacto, como el último viaje de seres queridos. Y con esas primeras palabras, joder, por qué?. Una muerte que ha removido las vivencias de una autora con la que hemos ido creciendo las mujeres y hombres de su generación, con quien hemos descubierto los agujeros negros de la memoria más próxima, de la guerra, la postguerra y, también, de la transición. 

Supimos que éramos carne de cañón, casi perdedoras, vulnerables, mujeres imperfectas que conocimos los rincones de nuestros cuerpos y nuestras mentes en un contexto brumoso, y aprendimos que el placer no era pecado en tiempos donde todo estaba prohibido. Las edades de Lulú, el primer premio ‘Sonrisa Vertical’, creado por Luis García Berlanga, fue su primer libro. El primer éxito de ella y de su editorial Tusquets. Con Malena es un nombre de tango, nos reafirmamos. Y con Atlas de la geografía humana casi tocamos el cielo de las incertidumbres, de las certezas, y de la búsqueda de respuestas.

Las varias mudanzas de la vida, unas cuantas en un escaso periodo de tiempo, han desordenado cajas, libros, papeles… El sábado descubrí, acompañada con ese viento feroz que se mezclaba en los patios interiores de la nueva casa, que las diversas cajas sin abrir habían sepultado los libros de Almudena Grandes, unos libros que viajan conmigo desde los tiempos de los tiempos. En mudanzas, en viajes. Siempre había un ejemplar de Grandes que llevar en una maleta. El sábado no pude llegar a sus libros, los mismos que han llenado varias baldas de las estanterías de mi vida, de todas mis casas. Libros que amo y necesito cerca, como otros ejemplares de otras autoras y autores. Mis libros. Mi memoria, mis inquietudes, luchas, realidades, mi profesión, experiencia, y mis sueños.

Siempre he necesitado ver mis libros, en la estancia principal de una casa, en el pasillo, en el dormitorio, en los sitios de paso. Es preciso sentirlos, saber que ahí siguen, acariciar los lomos de esos libros, situados de forma vertical y horizontal, sentir que ahí siguen, acompañándonos. Quererlos. Hasta el infinito.

Gracias a Almudena Grandes supimos a qué olía el hambre y la tristeza en Madrid y en todo el país, el hambre de la posguerra, la cárcel, las injusticias, el olor a col y el dolor de las escaleras madrileñas del centro, de la Glorieta de Bilbao, donde ella vivió su infancia y, después, regresó. Esta sociedad aprendió com ella que los perdedores no lo fueron, que nunca nos contaron la verdad de un país golpeado, silenciado, y secuestrado tras un golpe de estado.

Ella ha recuperado nuestra memoria histórica como nadie, tan urgente y necesaria, en un país que sigue dormido ante el pasado. Con su intenso trabajo de investigación, su compromiso y emociones, abrió las puertas cerradas de la memoria y de la justicia social de este país, dando voz a los perdedores, a los desarrapados y a los invisibles. Tan necesario. Nos ha devuelto la memoria y la dignidad en los cinco libros de los Episodios de una Guerra Interminable. Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García y La madre de Frankenstein. 

Ella, como Galdós, uno de sus autores destacados, nos ha contado la historia desde abajo, desde la rutina de las sociedades que sufren, desde las mujeres, de un país oscuro que caminaba con pies de barro, de mierda. Almudena Grandes nos ha enseñado esa sociedad gris y triste que luchó contra corriente y que ha arrastrado el peso del franquismo. 

En un artículo suyo, en 2016, en el que contaba cómo se quedó parada ante una noticia de la revista Hola, que su madre compraba todas las semanas, como todas las madres, sobre Josephine Baker, una mujer mayor con chándal que vivía en Francia y había adoptado a dieciséis hijas e hijos. Cuenta Almudena que, entonces, a sus 13 ó 14 años, preguntó por qué la revista publicaba, además, la foto de una mulata bellísima semidesnuda y con una falda de plátanos. Su madre le dijo que sus abuelos maternos habían visto en directo, en los años veinte, en Madrid, una actuación de Baker. Esa respuesta activó a la adolescente, ansiosa de respuestas, preguntándose por qué su abuela tuvo que sufrir una vida interrumpida. En ese preciso momento descubrió que recuperar y reivindicar memoria sería su hoja de ruta.

Los aires difíciles es uno, -uno más-, de los mejores libros de Almudena Grandes. El cruce de mares y vientos mueve un relato en el que la vida ruge y determina que caminamos hacia el futuro, impidiendo que el viento se lleve el pasado.

Almudena Grandes se encontrará en este viaje, seguro, con su amigo morellano Sergio Beser, catedrático de Literatura en la Universidad Autónoma de Barcelona, y quien presentaba sus libros en Barcelona. Beser fue quien más libros de Almudena Grandes me dejaba cada vez que venía a Morella, y que comentábamos, relacionando su gran literatura con Galdós, Clarín… y, también, con Amparo Hurtado que había investigado sobre las vidas que dejó la guerra y posguerra a través de adolescentes de los dos bandos. Además, el añorado amigo Beser había planeado, antes de marchar, una presentación de libros de Almudena Grandes en Morella. No pudo ser. Le dijo a Almudena Grandes que tenía una buena amiga que vivía en Morella, que era de su misma quinta, también madrileña, cocinera y, además, colchonera. Ojalá que se encuentren y decidan tomar algo en el Boadas.

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