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Marxismo y cristianismo en el padre Antoni Llidó

20/10/2024 - 

XÀBIA. El municipio alicantino de Xàbia recuerda en este mes, con una programación especial, la desaparición de su hijo Antoni Llidó durante la dictadura chilena hace 50 años. Por su parte, Chile se ha sumado también a este aniversario mediante la presencia de su embajador en el acto institucional, así como con la realización de diversas actividades culturales en la capital Santiago y en la vecina región de Valparaíso donde Llidó desplegó su labor pastoral.

Antoni Llidó nació en Xàbia el 29 de abril de 1936 en el seno de una familia humilde y creyente. Fue un joven muy trabajador, alegre y sociable. Formó parte de la rondalla, tocando la bandurria, y de los grupos de teatro y de danzas tradicionales. Le gustaba estar bien informado, y para ello se solía acercar a un bar del pueblo donde recibían diariamente la prensa para leerla. Pero como los periódicos eran, naturalmente, afines al régimen, completaba su visión de la actualidad escuchando por las noches con sumo sigilo La Pirenaica, la emisora clandestina contraria a la dictadura.

Estudió bachillerato con una beca, y al terminar cursó Magisterio por libre en Alicante porque consideraba que la educación era un pilar muy importante para el progreso de la sociedad. Pero nada más convertirse en maestro, Llidó decidió emprender la vía del sacerdocio. Pepa Llidó, que bien recuerda la juventud de su hermano, sigue desconociendo hoy día el motivo de su decisión; pero conviene con el arriba firmante que, dada su posterior trayectoria personal, es probable que guardara relación con la doctrina social de la Iglesia como medio para ayudar a los demás. 

Llidó ingresó en el seminario valenciano de Moncada que fue, casualmente, una excelente elección pues era una de las escasas instituciones religiosas en que se estaba produciendo una cierta apertura. Se organizaban audiciones de música clásica y cinefórums con la proyección de películas de Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, entre otros, y su biblioteca estaba suscrita a revistas intelectuales críticas con el franquismo. Estudió francés y en los veranos marchó a Francia para perfeccionarlo, viajes que además le sirvieron para ampliar su horizonte cultural. Pero el seminario también prosiguió su andadura renovadora abriendo sus ventanas para que entraran los nuevos aires del Concilio Vaticano II, entre cuyos puntos se instaba a los países ricos a que prestaran su ayuda a los del Tercer Mundo. Conviene recordar que la jerarquía católica y el franquismo se opusieron a esta modernización vaticanista. De hecho, Franco nunca permitió que el papa de entonces, Pablo VI, visitará España.

Llidó fue ordenado sacerdote en 1963 y destinado a Balones y Quatretondeta, dos pueblecitos de la montaña alicantina, donde instauró iniciativas pedagógicas pioneras como ofrecer a aquellos agricultores que en su día no pudieron estudiar la posibilidad de cursar el bachillerato por radio. También animó a los padres para que sus hijos, tras terminar los estudios primarios, prosiguieran con los secundarios. En ese tiempo, la mayoría de las familias aspiraban únicamente a que sus hijos aprendieran a leer, escribir y aritmética para que no los engañaran cuando vendieran sus cosechas. Además, tuvo la idea de contactar con profesores universitarios de Valencia y convencerlos para que los fines de semana se desplazaran para impartir clases.

Para ello cogían un autocar hasta Alcoy y allí eran recogidos por una camioneta que los trasladaba hasta su casa donde se alojaban durante su estancia. Esta labor meramente educativa la complementó sensibilizando a sus feligreses en valores cristianos y en otros, no propiamente religiosos, como el humanismo, la libertad y la justicia social.

Como era de esperar, su labor no gustó a sus superiores que fueron alertados por los sectores franquistas de ambos municipios. Fue cesado en 1967 y trasladado como capellán castrense al Hospital Naval de El Ferrol, donde su misión consistió en ayudar a los marineros ingresados. En una carta a un amigo escribió: «Por ahora estoy solo y mis guardias son de 24 horas diarias. No puedo ausentarme ni un minuto del hospital pues en cualquier momento puedo ser necesario». No obstante, su labor no fue bien vista por los mandos que, además, le echaron en cara que confraternizara más con la tropa que con ellos. Finalmente, fue destituido.

La biografía de Antoni Llidó fue publicada en 2007 por el historiador noveldense Mario Amorós bajo el título Antonio Llidó, un sacerdote revolucionario, y es el texto que ha servido de guía al autor de estas líneas. Amorós refiere que, tras abandonar Balones y Quatretondeta, Llidó sabía que era vigilado por la dictadura; pero, tras el cese de El Ferrol, fue consciente de que su situación era ya insostenible, por lo que empezó a barajar la opción de salir de España. Así, un día acudió al arzobispado de Valencia, donde le informaron que la archidiócesis tenía un convenio de cooperación con la región chilena de Valparaíso, adonde ya se habían desplazado sacerdotes para cubrir la falta de vocaciones que por allí sufrían; y, al preguntar Llidó cuál podría ser su destino, le anunciaron que sería bienvenido en la población de Quillota. No lo dudó un instante y pidió marchar como misionero.

Al poco embarcó y, durante la larga travesía, tanto por las conversaciones que mantuvo con el pasaje como al bajar a tierra en las escalas para visitar las poblaciones, se dio cuenta de la miseria e injusticia que envolvía a buena parte de Hispanoamérica. Fue en esos días cuando le cruzó por la mente que una revolución como la cubana podría constituir la mejor opción para mejorar la vida de esas naciones.

En el verano de 1969 arribó a Valparaíso, y pronto descubrió la extrema pobreza que golpeaba a la región y su deficiente educación infantil. Se desplazó a Quillota donde se integró en el profesorado de las escuelas y, además, se puso a ayudar a los más desfavorecidos con los escasos medios de que disponía. En aquella época gobernaba el país un partido de derechas, y cuando a finales del año siguiente se convocaron elecciones, colaboró en la campaña electoral del partido socialista de Salvador Allende en el convencimiento de que era la mejor elección para el pueblo chileno. 

Salvador Allende ganó y entonces Llidó tuvo vía libre para desarrollar su activismo. Medio año después, en julio de 1971, se produjo un devastador terremoto en la región de Valparaíso donde el padre Toño, como así era llamado cariñosamente el cura alicantino, tuvo una valiente y arriesgada actuación logrando rescatar a numerosas víctimas. A los pocos días, Allende visitó la zona y, al pisar Quillota, el gobernador quiso que el presidente lo conociera personalmente. Allende, tras ser informado de su heroica labor, lo felicitó efusivamente.

Unos meses más tarde Llidó se afilió al Movimiento de Izquierda Revolucionaria y a Cristianos por el Socialismo; y justo por esas fechas Fidel Castro viajó a Chile en visita oficial. El líder cubano mantuvo una reunión con miembros de la asociación cristiana en la que Llidó tuvo un papel destacado, llegando a debatir con el mismo Castro diversos temas, entre ellos la posibilidad de que la denominada «vía chilena al socialismo» llegara a buen puerto. Pero en septiembre de 1973 se produjo el golpe de Estado del general Augusto Pinochet. Antoni Llidó decidió permanecer en el país y luchar junto con sus compañeros contra la dictadura. El 1 de octubre de 1974 fue detenido por la policía secreta e ingresado en prisión, donde fue torturado para sacarle información sobre la Resistencia clandestina. Se cree que fue asesinado alrededor del día 25 y que su cuerpo se enterró en una fosa común.

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