MADRID. La opinión es generalizada: solo el físico puede apartar a Rafael Nadal de sumar este domingo su decimocuarto título de Roland Garros, el vigésimo segundo grande de su carrera. Y no porque el noruego Casper Ruud no tenga calidad para derrotarle, pero la diferencia de palmarés es enorme entre ambos.
Nadie ha ganado antes a Nadal en la final de su torneo predilecto y Ruud es el octavo en intentarlo y el más joven de todos, dispuesto a triunfar a sus 23 años donde fracasaron Mariano Puerta (2005), Roger Federer (2006, 2007, 2008 y 2011), Robin Soderling (2010), Novak Djokovic (2012, 2014 y 2020), David Ferrer (2013), Stanislas Wawrinka (2017) y Dominic Thiem (2018 y 2019).
De los tres pilares que te llevan a levantar un torneo grande, el tenis, la mentalidad y el físico, solo el último ha dado síntomas de flaqueza a lo largo de los casi quince días que han conducido al español hasta el último escalón del torneo.
Nadal llegó a París sin apenas rodaje, pero ha sabido adquirirlo a lo largo de los partidos, hasta conseguir el punto álgido en los cuartos de final contra el serbio Novak Djokovic, donde completó uno de los partidos más espectaculares de su carrera.
La mentalidad nunca está en duda en el mallorquín, definido con frecuencia como una roca, su principal activo en el circuito, alabado por los rivales. Gracias a ella, ha conseguido el objetivo que perseguía: "darme la oportunidad de poder volver a ganar", algo que no estaba seguro tras un año sin trofeos sobre tierra batida.
En el aspecto físico las cosas no están tan claras. Su imagen cojeando al abandonar el torneo de Roma hace menos de un mes, sus declaraciones algo desalentadoras y las dudas que él mismo ha dejado planear sobre el estado real de su pie izquierdo, afectado por una necrosis crónica que le provoca mucho dolor, dejan abierta la puerta a la incertidumbre.
Nadal asegura que para este torneo el pie no será un problema, pero su falta de entrenamiento, de rodaje, no es fácil saber cómo responderá su físico.
En la semifinal contra el alemán Alexander Zverev saltaron algunas alarmas. El ambiente húmedo de París, con lluvia en el exterior y el techo cerrado, densificó el juego y obligó al español a un mayor esfuerzo. Él mismo reconoció que lo pagó, que "todo el mundo tiene sus limitaciones" y que con menos entrenamiento, la respuesta de su cuerpo es otra interrogante abierta.
Su equipo, empezando por su entrenador, Carlos Moyá, confía en su capacidad de superación y de reinventarse tras cada partido. Nadal es Nadal y en Roland Garros todavía más.
¿Hasta cuándo? Nadal es el segundo finalista más veterano de todos los tiempos en la arcilla francesa y si levanta el trofeo, dos días después de cumplir los 36, será el ganador más viejo, superando a su compatriota Andrés Gimeno que lo ganó con 34.
La edad, el físico, el pie. Las únicas dudas del campeón que ya ha acostumbrado a todo el mundo a retrasar su jubilación, tantas son las veces que ha renacido cuando se le daba por muerto.
Su triunfo en el pasado Abierto de Australia, tras meses lejos de las pistas, es el último ejemplo y este Roland Garros puede ser otro más. De hecho, sería la primera vez que Nadal encadena los dos primeros grandes del año, camino de agrandar su leyenda, esa que el torneo de París ha marcado con una estatua de acero que simboliza su dominio sobre la tierra.
Y luego está Ruud, ese rival callado y taimado, un caballero sobre la pista, pero un temible rival en tierra batida, su superficie de preferencia, donde ha ganado más partidos que nadie en los dos últimos años, pero que le falta licenciarse en los grandes torneos.
A sus 23 años, el futuro 6 del mundo, actual 8, ha bebido de las fuentes "nadalistas", pues entrena regularmente en la academia de Mallorca que lleva el nombre de su rival de mañana, contra el que nunca ha jugado.
Exponente de una saga de tenistas, su padre y entrenador, junto al español Pedro Clar, jugó octavos en el Abierto de Australia y representó a su país en los Juegos de Barcelona, Atlanta y Sydney.
Casper, apodado el fantasma, será el rival número 74 del español en Roland Garros. Los otros 73, tarde o temprano, acabaron cayendo