CASTELLÓ. Aquellas madrugadas del 6 de enero eran prodigiosas en los tiempos de la inocencia. Dejabas tres pequeños platos con un polvorón y tres copas de coñac para el frío invernal madrileño. Mi hijo pequeño contaría, muchos años después, a sus amigos, que su madre vio una vez, de madrugada, salir por una ventana a un Rey Mago en Madrid. Y era verdad. Era la prueba indiscutible de que los Reyes existen. Las mañanas del 6 de enero eran frenéticas, un sofá lleno de regalos, sin envoltorios, un juguete para cada uno de los tres hermanos y un regalo en común. Un año llegaron los Juegos Reunidos Geyper, el todo en uno de los juegos de mesa, y fue el mejor regalo que tuvimos. Recuerdo mis muñecas Virginia, que apretando los brazos de goma, ejercía un efecto ventosa en su boca y te daba besos. Paulina, sin embargo, toda vestida de rosa, podía hablar. Tirabas de una anilla, en su espalda, y escuchabas Dame un besito. Era magia. Pura magia y toda la felicidad que desborda la infancia.
El tiempo me ha regalado cuatro nietos que anoche soñaron mirando la bellísima Cabalgata de Reyes de Morella, desde uno de los balcones del Hotel Rey Don Jaime. Aimar, Biel, Quim y Guillem abrieron de par en par sus ojos, y sus bocas, al paso de la comitiva real. Uno de los pajes, cargando una escalera, subió hasta el balcón para entregar los regalos a mis nietos. Ese momento es indescriptible. Es muy bonito y emocionante para los pequeños.
La noche de Reyes es ilusión y pura magia para pequeños y mayores. Este año he pedido que mi perro Pancho mejore su salud, no puede caminar, la artrosis le ataca de lleno. Desde el primer día del año no hemos podido llegar al parque Ribalta. Es muy duro, y muy triste, ver la expresión de su mirada y pensar que ha comenzado la cuenta atrás para tu compañero de vida. Hoy, día de Reyes, espero que los antiinflamatorios y analgésicos hagan un mayor efecto, para celebrar que estamos juntos y podamos pasear por los caminos de arena del parque, persiguiendo a las palomas, olfateando entre los arbustos, removiendo las hojas amarillas del invierno castellonense, corriendo con alegría hacia mi cuando le llamo… Ojalá.
Hoy es un día para la alegría infantil, para que las niñas y niños llenen las calles con esa bicicleta nueva, con ese triciclo, con esas muñecas bien abrazadas que salen a pasear, o esos héroes del universo que vuelan y trepan como arañas… Es un día de muchos colores, de felicidad. Y es el último día de las fiestas navideñas, último día de excesos y celebraciones. Ayer, cinco de enero, mi vecina Carmen y yo comimos fideuà, una receta que borda con encajes culinarios. Sepia, gambas y langostinos -sobras de Nochevieja- acomodados sabrosamente entre los finos fideos cabello de ángel, horneados y disparados hacia arriba. Mi vecina es una experta cocinera de los platos marineros. Acompañamos con una ensalada de tomate, lechuga, espárragos, atún, cebolla dulce, huevo duro, remolacha cocida casera, y palomitas de maíz, que son un espectáculo sabrosón. Y todo aliñado con un buen aceite de oliva y vinagre de vino añejo.
Ayer, cinco de enero, hablamos de lo divino y lo humano, asustadas frente a un año que no será mejor que el pasado. Muy preocupadas por la llegada, otra vez, de Trump a la Casa Blanca. Muy tristes porque no van a cesar las guerras. El genocidio de Israel contra Gaza y Cisjordania no va a detenerse ni el acecho permanente a otros países vecinos por parte del criminal de guerra Netanyahu. Hay situaciones gubernamentales que no van a cambiar, como no sucederá en este pequeño país mediterráneo azotado duramente por una DANA. Sentimos como propio el sufrimiento de las decenas de miles de personas que lo han perdido todo, de quienes han sufrido perdiendo su vida, de esas niñas y niños que no han vivido plenamente su noche de Reyes.
Terminamos la poca absenta que nos quedaba en la botella de Segarra, de Xert, brindando por el inicio de un nuevo año, por mi aniversario, que fue el pasado viernes. Carmen me hizo pedir centenares de buenos deseos antes de apagar 1 vela en un trozo del Roscón de Reyes. Cumplí a rajatabla su mandado, deseando que nuestra amistad sea eterna, que mis hijos y nietos, y sus madres, tengan suerte en esta vida y mucha salud, y felicidad. Deseo que Pancho sea eterno. Mi vecina se reía con ternura, y seguimos brindando. Por los Reyes Magos que son nuestros auténticos monarcas. Por la paz, la justicia social, la tolerancia, las palabras y la estima.
Buena semana. Buena suerte.