¿Y TÚ QUÉ MIRAS? 

¿Nos hemos vuelto idiotas los espectadores?

20/11/2021 - 

VALÈNCIA. Uno de los acontecimientos cinematográficos de la semana ha sido, atención, el estreno del tráiler de Spiderman: no way home, nuevo episodio de la inacabable y aparatosa serie Universo Cinematográfico Marvel. Sí, un tráiler. Que se estrena, como si fuera una película entera, y se anuncia machaconamente durante los días anteriores. No es una cosa insólita: los tráilers de los grandes blockbusters ahora son noticia y se reciben con alborozo universal, como un gran evento. Y, tras su estreno, son analizados, desmenuzados y comentados hasta la saciedad.

Claro que he dicho “acontecimiento cinematográfico” y en vez de cinematográfico debería haber dicho propagandístico, publicitario o de marketing, esa herramienta del mal. Es una de las caras del fenómeno fan, que es, por definición, acrítico y basado en la adhesión puramente emocional y no racional. No se me enfaden los fans de lo que sea, que ya les estoy viendo fruncir el ceño; no es un reproche, es lo que es. Fan viene de fanático y, a estas alturas de hiperconsumo cultural capitalista, los fans mandan y los frikis (o friquis), nerds y demás denominaciones son totalmente mainstream, esto es, corriente mayoritaria y dominante en la producción y el consumo audiovisual. Sus gustos se han impuesto. Este uno de los motivos (hay más), por los que el grueso de la producción de Hollywood está constituida, básicamente, por secuelas, precuelas, reboots, remakes y crossovers.

El problema no es que los tráilers sean sometidos a escrutinio por los fans y que los compartan o comenten por las redes, que se peguen por tal o cual detalle o que especulen sobre la película que no han visto. Para eso son fans. El problema es que la mayoría de los medios de comunicación, especializados o no, caen en lo mismo (el dinero manda) y venden el tráiler como una noticia o un producto cultural cuando, no lo olvidemos, no es más que un anuncio de algo que aún no ha llegado. Les dedican artículos y amplios espacios, con titulares cómo: “¿Qué significa que en el tráiler de Talycual aparezca este personaje?”, “5 cosas del tráiler que no te esperabas” o “¿Te has fijado en este detalle del tráiler?”. Detalle probablemente solo visible en un visionado frame a frame y dándole a la pausa, pero qué más da, se trata de vender. Por haber, hay tráilers que tiene teasers previos: el tráiler del tráiler, como si dijéramos.

Así que ahí estamos todos, gastando tiempo y energía en hablar sobre una película que no hemos visto, para satisfacción de las grandes multinacionales que están detrás del título anunciado en el tráiler. Cueste lo que cueste el dichoso anuncio les sale rentable. No es amable lo que voy a decir, pero creo un poco tonto prestar tanta atención a esas descaradas campañas publicitarias y hacerles gratis y con cara de felicidad el trabajo de promoción. Como cuando lucimos en nuestra ropa y complementos las marcas que los han fabricado, como si fuera un adorno más, aunque no lo es. Es publicidad. Nos convertimos en hombres y mujeres anuncio y lo hacemos pagando. Mal, todo mal.

El final explicado

Hay más síntomas de esta idiotez en el mundo audiovisual. Verbigracia, esos artículos, cada vez más frecuentes, que nos explican los finales de las películas o las series y que encontramos en innumerables vídeos de youtube, pero también en medios como Fotogramas, Esquire, Diez Minutos, El Español, Revista GQ, las webs especializadas como Fuera de series o Espinof y muchos más: “el final explicado de Talycual”. A ver, que si es 2001, una odisea en el espacio, Los Soprano, Perdidos, Origen, Tenet o cualquiera de las idas de olla de Nolan puede tener cierta justificación que dediques un artículo a desentrañar el final o a especular. Pero no. Me refiero a títulos como Mare of Easttown, Una joven prometedora, Misa de medianoche, El juego del calamar, La casa de papel 5, Lupin o Lucifer, por citar varios de los que pueden encontrar en una búsqueda rápida por google.

Como ven, relatos dificilísimos de entender, fruto de una narrativa vanguardista y experimental que cuentan historias nunca antes vistas, un auténtico desafío al especta¡¡¿Enserio?!! ¿Un artículo para explicar el final de El juego del calamar, La casa de papel 5 o Lupin, paradigmas del relato convencional, con su planteamiento, su nudo, su desenlace y su sucesión de causas y efectos? Y con sus subrayados musicales, sus flashbacks, la sobreexplicación típica de este tipo de productos, donde se repite en diálogos altamente explicativos lo que hemos visto, o viceversa, o se insertan las imágenes de aquello de lo que están hablando para que no perdamos ripio. ¿Qué no se ha entendido del final de estas series? 

Luego vas al artículo en cuestión, que suele llevar un subtítulo tipo “¿Qué han querido decir sus creadores con la película?” y lo que hace es desmenuzar la trama de pe a pa, una pura descripción del argumento. Por menos de eso suspendo yo a mis alumnos de la asignatura de Historia del cine: por no analizar, sino limitarse a describir lo que están viendo.

Deberíamos sentirnos profundamente ofendidos cuando vemos estas cosas. Molesta que te tomen por tonta y supongan que eres incapaz de seguir y entender una producción comercial. Y molesta aún más si nos paramos a pensar que este tipo de textos e información superflua y redundante están ocupando muchas veces el lugar que deberían ocupar el análisis y la crítica. Es otra parte del proceso de infantilización de la audiencia en el que nos encontramos y en el que son cómplices muchos medios de comunicación dedicados a la cultura.

Me explico. Las producciones cinematográficas que triunfan son películas que masajean nuestro yo infantil y adolescente a través de nuestro sentido de la maravilla. Que es precioso y no hay que perderlo. Que podemos disfrutar de ver naves espaciales surcar el universo, adentrarnos en paisajes desconocidos, ver monstruos y seres imaginarios y disfrutar extasiados del despliegue de los poderes sobrenaturales de los personajes. Y cierto es también que esos relatos, como cualquier obra cultural, están diciendo muchas cosas sobre nuestro mundo y nuestro presente que conviene analizar y atender.

Pero esto es el parque de atracciones: mucho ruido, mucha adrenalina, mucho ‘más difícil todavía’, mucho estímulo visual y emocional. Pura evasión, en medio de la precariedad creciente. Quizá nunca el concepto “industria del entretenimiento” fue más exacto. Y hago hincapié en el concepto industria. Entre el bombardeo de teasers y tráilers convertidos en noticia y las explicaciones innecesarias de aquello que ya hemos entendido sobradamente o no requiere la menor explicación, entretenidos nos tienen, no cabe duda. Y cada vez más sometidos al marketing y a las trampas del consumo despiadado, también. No sé si nos hemos vuelto más idiotas, pero un poco cómplices sí somos.

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