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CINE

Paolo Sorrentino: "Aconsejo ver películas malas porque se aprende mucho de ellas"

22/10/2023 - 

VALÈNCIA. Si en la gala de inauguración de La Mostra de València Paolo Sorrentino decidió no hacer un gran parlamento, el viernes parecía no tener escapatoria. Por la mañana, rueda de prensa; por la tarde, masterclass. El director italiano frente a las preguntas de los medios y de los fans. Aún así, consiguió ser esquivo en no pocas ocasiones. Rehuyó todas las preguntas sobre política, también las que eran más complicadas, y contraatacaba con humor los lugares comunes de este tipo de encuentros. Ni Meloni es un personaje para su cine, ni tiene nada que decir sobre Gaza, ni sabe cuál es el secreto del éxito de su cine, ni por supuesto su cine tiene algo que ver en especial con el Mediterráneo, a pesar de ser homenajeado en un festival sobre el mismo; y además, el premio lo ha recibido “pronto” porque aún le queda carrera. Sorrentino, en realidad, materializó uno de los pilares de su filmografía, lo aparentemente naif transformado en una belleza que profundiza en lo esencial de lo humano.

Porque claro que sabía contestar todas las preguntas que le formularon. De hecho, dejó entrever, a pesar de su esfuerzo porque no fuera así, su brillantez y socarronería cuando planteo que “la religión, el fútbol y el cine son tres espectáculos”. O cuando definió su cine como una realidad distorsionada que busca “restituir una verdad a través de invenciones”. Huyendo intencionadamente de las preguntas largas y los intelectualismos, colocó respuestas igualmente brillantes en la pregunta inesperada. Un guion y un personaje más allá de la cámara. Una voz y un autor que intenta supurar su propuesta artística frente a cualquier atención mediática. Sonrisa desafiante frente a un público totalmente desprotegido por la admiración que se le profesa.

Parecía que no sabía y no quería saber (“Pongo música a todo volumen y de ahí sale algo. Ese es mi proceso creativo. Si quitan Spotify, estoy acabado”, respondió preguntado por su proceso creativo), pero nada más lejos de la realidad. Hubo hueco de sobra para respuestas interesantes a preguntas afortunadas. 

Sobre su cine, lo más básico tal vez sea entender que para Sorrentino “una película es un objeto complejo que repite la vida pero inventándola a la vez y traicionándola. Por eso dura hacerla dos o tres años, porque hay que preocuparse y replicar aspectos de la vida, que son tantos…”. “Toda película es una síntesis, y una imagen sintetiza mejor que el texto. Además, quedan en la memoria con más facilidad”, explicaba unas horas antes a la prensa.

Foto: Rober Solsona / Europa Press

De lo general a los específico, cabe conocer ahora lo que es una buena película, con mensaje incluido al cine de autor. “Una película buena es cuando me creo todo lo que he visto. Si no me creo algo, entonces empieza a quebrarse algo. Una mala película es cuando es raquítica. Si tengo que ver una réplica realista de mí mismo, no me gusta. Si me enseñan un mundo (tal vez de mí mismo, pero reinventado), entonces es una buena película. El cine de autor, a veces por ser riguroso, acaban haciendo películas tacañas. Yo prefiero hacer películas más imperfectas pero más generosas”. En todo caso, aconsejó ver “películas malas”: “se aprende mucho de ellas, de lo que no hay que hacer. Las buenas películas solo las pueden hacer los buenos directores de verdad”.

Y entonces, las respuestas llegan a territorio Sorrentino. Resumió su cine en dos declaraciones: “Me gustan los hombres que están cayendo porque es así como me siento. Me gusta la decadencia”; y “el tiempo es el tema de los temas. A menudo hago películas sobre personas mayores. El transcurso del tiempo es el tema que más me interesa: el transcurso del tiempo. Los jóvenes también sienten la angustia ligada a ese paso del tiempo: porque sienten que están perdiendo el tiempo, que no alcanzan sus sueños”.

Sobre su poética, su puesta en escena, sus decisiones autorales, pasapalabra. Prefiere definirse como un autor puramente intuitivo, y sobre todo, que no le debe nada ni siquiera a las ideas: “Lo importante es que yo entienda la película. El único espectador del que me tengo que preocupar soy yo porque los espectadores son demasiados y no me puedo ocupar de todos ellos. En este sentido, estoy bastante satisfecho”. Más madera: “Sigo pensando que lo que hago no sirve para nada. Me sirve a mí, para ausentarme de la realidad. Yo no he tratado de hacer nada útil y no soy capaz de hacerlo”.

Ahondó algo más en su proceso cuando explicó que había cambiado su método de trabajo a lo largo de su carrera: “En las primeras películas estudiaba todas las tomas y lo calculaba todo. Ahora llego al set media hora antes, estoy solo, tomo apuntes… El set es un lugar muy sugestivo: llega el vestuario y otras cosas que pueden hacer cambiar la decisión de crear una imagen concreta. Si lo estudias antes, eso puede ser más rígido”.

Foto: LA MOSTRA DE VALÈNCIA

El paso del tiempo que tanto le preocupa en sus personajes también deja huella en él. Cuenta que cuando era joven veía con más profundidad y existencialismo a sus personajes, que estaba mucho más motivado a la hora de hacer sus películas y que era un espectador más atento. Hizo suyas unas palabras de Fellini, una de sus grandes inspiraciones sin caer en ser su “copia barata”, en las que decía que, cada vez que iba a ir al cine, se acababa encontrando con algo más interesante por la calle.

Para aligerar aún más, Sorrentino tiene claro que la clave de un mundo bello y divertido es que sea ridículo. Y las fiestas son un gran ejemplo. Confesó con no vive, ni mucho menos, las de La Gran Belleza, pero sí le interesan porque son “ridículas”. El gran ejemplo, es el momento en el que uno deja de bailar: “ya no estás bailando, pero aún no has vuelto a la realidad. Son un par de segundos de absoluto ridículo”.

En una de las últimas respuesta de su masterclass, dictaminó: “Nunca he pensado que ser honesto con uno mismo tenga valor. Lo importante es que la película sea coherente con lo que narra. Me gustan películas que dicen que son deshonestas. ¿Quién es honesto con uno mismo? Nos contamos mentiras constantemente”. Sorrentino fue coherente a lo que narra en su cine y también se mintió a sí mismo cuando rehuía las preguntas más elaboradas (a veces, demasiado). Las respuestas, a la vista de esta crónica, simplemente estaban escondidas en otras interpelaciones; las aparentemente mundanas, las que encajan mejor en su visión del mundo.

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