VALÈNCIA. No es una pregunta fácil de responder. La posibilidad de que el conseller de Educación, el castellonense Vicent Marzà, uno de los grandes referentes de Compromís, abandone el Gobierno valenciano para sustituir a Fran Ferri como portavoz de la coalición en Les Corts, ha agitado el panorama político en la Comunitat.
Cualquier analista político con cierto recorrido diría, a primera vista, que es una operación sin demasiado interés para el protagonista: ceder el control de una cartera tan visible y relevante por ocupar el cargo de síndic de la segunda fuerza política del Botànic podría considerarse hasta una autodegradación en el escalafón jerárquico-político. No obstante, hay matices de interés que pueden equilibrar la balanza en esta decisión.
El primero es la trayectoria. Marzà lleva siendo conseller de Educación desde 2015, algo más de seis años y medio. No son pocos los que consideran que el grueso del trabajo del dirigente de Castelló ya se ha realizado: siempre quedan cosas por hacer, pero es una cartera que genera un desgaste. Puede decirse que, dentro de las dificultades, Marzà ha lidiado relativamente bien con esa erosión, pero también es razonable preguntarse qué le queda por ganar al frente de la citada conselleria.
El segundo es relativizar la visibilidad. Aplicar una lectura de protagonismo a un cambio de aires de esas características provoca una conclusión desenfocada: obviamente, un conseller de Educación dispondrá, muy probablemente, de mayor notoriedad que un portavoz en Les Corts, especialmente cuando pertenece a un grupo del Botànic, dado que el protagonismo se lo llevan en mayor medida los miembros del Ejecutivo y no son sus compañeros del Parlamento valenciano. Así pues, el movimiento estaría dirigido, precisamente, a salir de ese foco de visibilidad para entrar en otras ruedas de conocimiento.
El tercer matiz, por tanto, es la diversificación política. Quitarse la chaqueta de conseller y pasar a ser síndic permitiría a Marzà empezar a trabajar otras facetas que pueden ser muy necesarias en la idea de apuntalarle como futuro candidato de la coalición, a la espera de lo que pueda suceder con Mónica Oltra y la plataforma que pretender articular Yolanda Díaz. Marzà fue uno de los firmes promotores e impulsores de la refundación del Bloc -ahora denominado Més Compromís- y, precisamente, abogó en aquel debate por construir un partido más transversal que permitiera a la coalición alcanzar públicos que hasta ahora se han resistido. Ejemplo de ello son las zonas castellanoparlantes o áreas donde el discurso de Podemos logró tener calado, como en la provincia de Alicante. Así pues, y al margen del nuevo papel como portavoz parlamentario, Marzà tendría la ocasión de configurarse una agenda más de representante del partido y, en esta nueva faceta, recorrer la Comunitat Valenciana sin la mochila de ser el conseller de Educación.
Un cuarto elemento a tener en cuenta es la coyuntura política. Las fuerzas conservadoras están insistiendo en el debate lingüístico: el propio líder del PP, Pablo Casado, ya no sólo señala a Cataluña sino también, en apoyo a su compañero valenciano, Carlos Mazón, a la Comunitat Valenciana. El conseller de Educación ha tenido que enfrentarse últimamente a la anulación, vía Tribunal Supremo, de 12 artículos de su decreto que regulaba la Oficina de Derechos Lingüísticos, una decisión muy celebrada por los populares, que habían recurrido la iniciativa. Una muestra de que, ya de camino a un año preelectoral, el aumento de la crispación política será constante y las cuestiones lingüísticas apuntan a convertirse en un arma arrojadiza. Un escenario que Marzà, quien también ha sufrido reproches por esta cuestión desde la propia ala educativa más vinculada en teoría a Compromís, podría preferir eludir asumiendo un cargo político más transversal como es el de portavoz en Les Corts.
Un quinto condicionante de carácter más organizativo es la capacidad de dirigir la sucesión. No todos los dirigentes tienen la posibilidad de orquestar su relevo: en el caso de Marzà, sí tendría la ocasión de tener un peso definitivo en la elección de su sucesor. Una cuestión muy importante a la hora de continuar las políticas puestas en marcha en los últimos años así como la seguridad de que se respeta buena parte del equipo que ha diseñado el conseller en este tiempo. O lo que es lo mismo, la seguridad de que su marcha no significaría un reseteo del departamento.
Una exposición de motivos que ayudan a comprender o, al menos, equilibran en cierta medida la balanza respecto a una decisión que, a priori, no tendría demasiado sentido dentro de un análisis político tradicional, que suele basarse en la máxima de que ningún alto cargo cambia su puesto por otro de rango inferior. Así, incluso algunas fuentes consultadas por este diario de Més Compromís creen ambas posibilidades son buenas para Marzà: marcharse, por lo todo lo señalado, pero también quedarse para cumplir con la construcción y reforma de colegios programada y cerrar de esta manera una segunda legislatura al frente de Educación. En cualquier caso, tal y como apuntan las citadas fuentes, son días de "reflexión" sin que exista una decisión definitiva tomada.