A escala entre diferentes producciones como 'La Vall', 'La Fossa' o la nueva adaptación teatral de 'Al Anochecer', el artista vila-realense señala los aciertos y las flaquezas que tejen el sector audiovisual y teatral en la Comunitat
CASTELLÓN. Sergio Caballero (Vila-real, 1974) vive en constante tránsito de camerinos. Si se topa con él, mejor apúntese su teléfono porque quizá no lo vuelva a ver. Desde que el artista vila-realense empezase hace veinticuatro años interpretando papeles femeninos en una compañía local (Visitants), no ha dejado de subirse a los estrados de los escenarios, tanto para actuar como para dirigir sus propias creaciones. El teatro de calle fue la piedra angular de una profesión que le ha permitido participar en muchos otros proyectos como las series Nissaga de Poder, El cor de la ciutat o Infidels, para TV3; o Maniatics i Autoindefinits para la antigua Canal 9. Además, ha sido protagonista o actor de reparto en films nacionales como Dé Pupura y Escarlata (2017, Juanra Fernández) o en Tots a una veu: el juicio inicial (2012, Mar Solana).
"Me siento afortunado de los proyectos en los que he trabajado, desde mis inicios en Visitants", expresa Caballero. Y es que aunque su contacto con el teatro de calle no terminó de cuajar por "la dureza" que habita en esta vertiente de la profesión, el dramaturgo recalca lo "importante" que es salirse de las salas para relacionarse con el público y "reconocer lo que es tuyo".
Desde esta misma premisa, el vila-realense se encuentra en estos momentos inmerso en el rodaje de una nueva miniserie para À Punt, La fossa, en coproducción con la televisión catalana y dirigida por Agustí Vila, con guión de Xavier Romero y Llorenç Espanyol. Igualmente, Caballero interpreta a Carles Simó en La Vall, primera serie de la cadena autonómica, basada en la despoblación que viven muchos municipios rurales. Y a la par, este viernes, estrena en València su particular adaptación de la obra Al Anochecer de Juli Disla, obra que dirige junto a los actores Helena Font y Pablo Díaz del Río. Con ello, ante tal conglomerado de trabajos, desde Castellón Plaza nos reunimos con el profesional para desmembrar su actividad y hacer una radiografía del sector audiovisual y teatral en la Comunitat.
-Se encuentra trabajando a seis manos- por decir algún número- con creaciones valencianas de todo tipo. Desde el teatro, a la televisión, sin olvidar el cine. ¿Nos topamos ante un momento idílico tanto para creadores como para intérpretes?
-El mundo de la interpretación es muy inestable, pero dentro de su inestabilidad hay momentos de luz y de mucho trabajo. Sin embargo, la Comunitat Valenciana estaba sometida además a una etapa de oscuridad por el cierre de la televisión pública, porque desapareció el circuito teatral valenciano y porque estábamos en plena crisis. La cultura siempre es el hijo más desfavorecido, el menos importante en la sociedad, cuando es lo que nos hace diferentes frente al resto de razas.
"Ahora se trata de recuperar lo que se nos robó o se nos perdió por el camino"
Hace seis meses que À Punt arrancó y tenemos muchas ganas de que pasen más cosas, pero tenemos que tener la paciencia suficiente para dosificar. La Vall ha sido la primera ficción que se ha hecho para la televisión valenciana y su calidad es excepcional, porque los productores han sido conscientes de que en estos años el espectador ha adquirido mayor rigor. No se pueden hacer las mismas propuestas que antes; la ficción ha avanzado y los televidentes con ellos.
Aún así, esto es el mínimo que tendríamos que tener en una sociedad adulta, donde se cuida la comunicación para vertebrar la cultura entre tantos pueblos. Ahora se trata de recuperar lo que se nos robó o se nos perdió por el camino. Hay una sensación compartida de que los profesionales estamos haciendo muchas creaciones, pero porque antes no había nada de esto. Es sin duda el momento de despertar.
-¿Cómo se está tejiendo la ficción valenciana con la abertura de la nueva televisión pública?
-Con el cierre de Canal 9 se desmembró la red de profesionales que había en la Comunitat. Los huecos en el sector se hicieron tan grandes que todavía hoy hay que aunar las partes rotas a fin de volver a tejerlas. Además, es necesario para que ante un nuevo apagado, la producción valenciana no enflaquezca. En este momento, las productoras se están recuperando y pueden ofrecer trabajo, también hay ilusión de que todo el sector renazca. Por lo que hace a La Vall, a mitad de este mes sabremos si se renueva la serie, pero un problema general que acompaña a la ficción es que no hay visión a largo plaza. Funciona como una falla; creamos una idea y la quemamos rápido. Por eso, se habría de caminar pensando un futuro más lejano.
-Tanto ‘La Vall' como ‘La Fossa’ se formulan como un thriller donde el pueblo es el hilo conductor. ¿Coincide esta tendencia con una necesidad de À Punt por representar la sociedad valenciana?
-En ambos casos sí, el pueblo se involucra en la narración. De hecho, se ha rodado también una nueva serie llamada La forastera que centra su argumento en ellos. Años atrás había una ola en el audiovisual que venía cargada de producciones de época o futuristas, pero hay que pasar a otros esquemas. Igualmente, Canal 9 mermó la vertebración entre los diferentes pueblos después de desaparecer. Por eso, À Punt vuelve con la necesidad de recuperar la comunicación entre diferentes comarcas.
Nos hemos acostumbrado a pensar que está todo en las ciudades y con ello hemos desprotegido el origen de donde venimos, y es que las personas tendemos a descuidar o despreciar lo que ya hemos utilizado. Por ejemplo en Japón prima la cultura de reponer las cosas; mientras que en España si un jarrón se rompe, compramos otro fácilmente, en lugar de cogerlo, volver a pegarlo y mimarlo. Es como las arrugas, el aprendizaje, la vejez y el avanzar en la vida, y sobre todo esto habla La Vall. Mientras tanto, La Fossa narra la historia de un pueblo del interior de Cataluña donde se está excavando una fosa común, cuando aparece un muerto y la policía empieza a investigar. Al final la historia es más que una fosa, la serie habla de la necesidad de sacar a la luz la verdad. Las personas siempre tendemos a ocultar aquello que no hemos hecho bien, sin embargo es mejor darnos cuenta de ello, primero para que no se repita y segundo para que se haga justicia. En este caso, aunque no trata sobre la Guerra Civil, hay varias capas de oscuridad que tratar.
-¿Ha notado una diferencia notable entre ambas series, por contar esta última con la coproducción de TV3?
-En La Vall se han puesto todos los medios posible, pero los presupuestos de una serie de À Punt no son los mismos que los de TV3. Aun así, Mediterráneo Media ha hecho muy buen trabajo y ha sabido suplir esta carencia económica. Se ha ganado en calidad de fotografía y texturas, y con ello se ha adquirido una identidad propia.
-Por otro lado, se encuentra a punto de estrenar en València una adaptación de la obra de teatro Al Anochecer, de Juli Disla. ¿En qué medida puede otro dramaturgo reinterpretar una creación que no es suya?
-Lo rico de un texto es que cualquier director que lo coja va a tener en su mente un montaje diferente al que el autor original tuvo en su día. En mi caso, me considero muy pulcro y exigente con la puesta en escena para lograr el matiz y la diferencia. Intento trasladar al equipo técnico el filtro con el que yo veo la obra, ya que todo ha de ir conjugado. Además, es importante que un actor tenga verdad. Nos obcecamos en buscar la naturalidad, cuando en la interpretación no hay nada de esto, porque los intérpretes dicen su mismo texto “100 veces” al día; lo que hay que buscar es credibilidad.
-Y siguiendo con el argumento de la representación…¿qué ocurre en las noches que todo trasciende con más soltura a pesar de haber menos luz?
-Ocurre que necesitamos ocultarnos para que no se descubra cómo somos. Tenemos miedo al rechazo, por eso hay tantos problemas con la homosexualidad o el racismo, porque parece que hay que ocultar lo diferente. Los protagonistas de Al anochecer son como dos animales nocturnos que necesitan bajar la basura cada noche para completarse, en efecto lo que echan en ella habla sobre quién son. Mucha gente hace el amor con la luz apagada para no verse, tenemos vergüenzas físicas y psicológicas. En este caso, nos topamos con una obra de valientes, de aquellos que no tienen miedo a equivocarse.
-València acogió recientemente los premios valencianos de las artes escénicas, tras ocho años sin celebrarse. ¿Ve en ellos el impulso definitivo?
-Fui y tuve la sensación de que nos ponen música, un poco de humo, nos echan fotos y ya nos hace ilusión, como si fuéramos niños. No obstante, le di más valor a la recuperación de la cita que al despliegue que tuvo. Me parece bien que vinieran políticos, pero no hay que politizar estas citas, porque los premios son por y para la profesión. De hecho, había momentos en los que parecía que lo más importante era concentrar caras televisivas para À Punt, que me parece perfecto que se cuente con este componente, pero siempre y cuando no se pierda la prisma de que la celebración es de la cultura. No puede ser que muchos intérpretes no tuvieran su espacio en el patio de butacas, porque lo ocuparon los star system del mundo de la moda o del deporte, y quienes han de ser los importantes ese día son los artistas y profesionales de una profesión que ha sido desbaratada.
“Siempre se ha protegido a los tótems, pero hay que cuidar a los jóvenes talentos”
Del mismo modo, para mi fueron unos premios precipitados. Muchas de las nominaciones no se entendían porque eran espectáculos de hace dos o cuatro años; los propios artistas seleccionados se sorprendieron de ello. Está claro que los galardones siempre van a parecer injustos, pero serán justos, aunque no los ganes, cuando se siga un criterio. De todos modos, es una elección subjetiva y un galardón casi nunca te da trabajo.
-¿Qué radiografía hace de la escena teatral valenciana?
-Vamos bien encaminados…han nacido nuevas compañías y los jóvenes talentos no tienen la necesidad de emigrar, pero siempre digo lo mismo, en la Comunitat Valenciana nos tendríamos que cuidar mucho más. Admiro otras autonomías que van cogidas de la mano, codo con codo y no dándose codazos. Igualmente, falta cuidar más a los que empiezan, siempre se ha protegido a los tótems, esas enormes compañías que han recibido subvenciones y han gozado de espacios para desarrollar sus ideas. Mientras los jóvenes han sido enviados a salas alternativas y se les ha criticado por no contribuir a la profesionalización del sector.
-¿Y qué ocurre con Castellón?
-Muchas veces no me siento de aquí porque mis espectáculos no pasan por Castellón, no son representados ni en la UJI ni en el Teatro Principal. He hecho una quincena de obras y posiblemente se hayan exhibido tres. En Castellón ocurre que has de demostrar que estás aquí, hay que levantar el brazo desde el fondo. Nunca quise irme de aquí, pero me fui porque el audiovisual no avanzaba. Aún así, soy de pueblo, mi raíz es de Vila-real y mis inicios fueron en el teatro de calle con la compañía local Visitants.