CASTELLÓ. Son poco más de las 11 de la mañana del miércoles 14 de agosto. El Alan Kurdi, amarrado en el dique transversal interior del puerto de Castellón, pasa desapercibido entre tanto ir y venir de camiones. Inmóvil, solitario y a merced de un sofocante calor parece incluso abandonado a una suerte incierta. Nada más lejos de la realidad. La presencia de unos operarios, anunciando que deben proceder al repostaje de agua, rompe la calma. De inmediato, aparece el capitán, Waldemar Mischutin. Tras él, varios navegantes. La cubierta se llena de actividad. Es momento de realizar algunas comprobaciones en el exterior, poniendo así fin a la reunión iniciada minutos antes en el interior del barco con vistas a planificar la siguiente salida al Mediterráneo después de rescatar a 65 personas, a bordo de una lancha neumática, en el mes de julio, a 35 millas de la costa de Libia.
La embarcación de la ONG alemana Sea-Eye, cuyo nombre rinde homenaje al pequeño encontrado ahogado en una playa de Turquía en 2015 (una imagen impactante, que removió conciencias), permanecerá atracada varios días en PortCastelló para obtener unos certificados. Después, hará escala en Burriana, donde efectuará reparaciones de maquinaria.
“Hemos venido aquí porque el barco ya estuvo anteriormente en el astillero de Burriana y nos trataron muy bien. Como necesitamos unos documentos, creemos que por la proximidad recibiremos el mismo buen trato, como así está siendo”, explica Barbara Held, jefa de misión, acompañada por la mecánica Gina Coll, a la vez intérprete.
No es la primera vez que un buque humanitario fondea en el puerto de Castelló. Tiempo atrás la consignataria, Bergé Marítima, gestionó la presencia del Open Arms para realizar operaciones de mantenimiento.
Sea-Eye lleva desde 2016 surcando las aguas del Mediterráneo central con el único propósito de auxiliar a las personas más vulnerables. “La organización nació para hacer rescates ante la situación de los refugiados”, recuerda Held. Sin embargo, pronto la cruda realidad precipitó un cambio de estrategia. Los dos barcos operativos, Sea I y Sea Fox, eran insuficientes para responder a la tragedia social. La grave situación de los migrantes obligó a adquirir una embarcación mayor. Así, desde diciembre de 2018 la ONG funciona con el Alan Kurdi, con un balance de cinco misiones y más de 300 personas salvadas de una muerte segura en el mar.
“Algunos rescates, como el último que hicimos, muy fácil y sencillo, te causan satisfacción y felicidad. No había nadie en situación extrema. La gente te agradece que los auxilies pero realmente nadie tiene que dar las gracias por ser rescatado, es un derecho humano y una obligación”, precisa para, a continuación, abordar el lado más terrible de los salvamentos marítimos. “Hay otros [rescates] que te marcan y es duro convivir con ello psicológicamente. Hemos visto gente muerta, gente hundiéndose y hemos pasado mucho miedo por los enfrentamientos con la guardia costera de Libia”, relata Held.
Los ojos, en ese instante lastimeros, de la jefa de misión del Sea-Eye delatan una impotencia contenida. “Si fueran personas blancas las que están pidiendo rescate, todos los barcos que pasan por el Mediterráneo, helicópteros o lanchas acudirían al rescate, a su auxilio”, denuncia.
La activista de la ONG alemana sabe que la Unión Europea tiene en su mano ofrecer una solución al problema de los refugiados. “No entendemos la insolidaridad de algunos Estados, ya que podrían ayudar mucho más. Los países de la costa Mediterránea son los que están recogiendo más refugiados en los últimos años, sobre todo Italia, España, Malta o Grecia. Los del norte tienen que hacer más esfuerzos y ser más solidarios”, sostiene.
Held avisa que lo que está ocurriendo con la migración en la actualidad no es más que la punta del iceberg. Vaticina más avalanchas y más persistentes en el futuro. “Van a seguir viniendo muchos más inmigrantes. La gente huye de guerras y explotación y hasta que esto no pare las personas seguirán viniendo. Además, hay que sumar otro factor: el clima está cambiando. Nosotros luchamos contra el síntoma de todo esto y nos encantaría atacar a la base del problema, pero no hay políticos que defiendan nuestras causas”, subraya.
La portavoz del Sea-Eye, para concluir, alerta que “haciendo estas misiones solo se ataca al síntoma”, por lo que insta a la sociedad, en general, y a los estamentos internacionales, en particular, a que reaccionen ante una crisis humanitaria que adquirirá tintes dramáticos si las acciones no nacen desde el consenso y el sentido común.
Fotos: ANTONIO PRADAS