Existe la creencia indiscutible de que las cosas más sanas que podemos comer son las frutas y las verduras y que una nutrición basada en plantas es sustancialmente óptima y saludable. Pero curiosamente, como suele ocurrir con las creencias que nadie demuestra, esto podría estar muy lejos de la realidad.
Además de los inevitables pesticidas añadidos y de que el aporte de azúcares de los vegetales es potencialmente dañino desde el punto de vista metabólico, las plantas producen la casi totalidad de las sustancias tóxicas conocidas, desarrolladas tras eones de evolución darwiniana: glicoalcaloides, micotoxinas, lectinas, cancerígenos, oxalatos, alérgenos, disruptores hormonales y una interminable lista de antinutrientes y sustancias peligrosas a los que se añaden subproductos recreativos pero letales, como el alcohol y todas esas cosas acabadas en -ina que tan mala fama merecen.
Los riesgos del mundo vegetal no se reducen solo a venenos o drogas, sino que también residen en las humildes hortalizas de nuestras despensas. Las solanáceas, por ejemplo, entre las que destacan las patatas o los tomates —también el tabaco— esconden varias sustancias tóxicas entre las que destaca la solanina, especialmente abundante en la piel y en los brotes verdes de estos adorables alimentos. La solanina de las patatas, que no se elimina con la cocción, por cierto, es responsable cada año de la muerte de unas noventa personas en el mundo, unas diez veces más que las producidas por tiburones, el arquetipo del peligro mortal de la naturaleza.
Tomates, berenjenas y pimientos no escapan del riesgo de contener solanina, sobre todo algunas variedades o si están inmaduros, siendo causantes de más eventos tóxicos de lo que creemos. ¿Cuántos saludables gazpachos veraniegos pueden esconder una amenaza tóxica en su interior?
Pero, además de su infrecuente potencial dañino, existen otros peligros en la sombra. Veamos, por ejemplo, el caso del kumato, un tomate pequeño y oscuro que ha triunfado en los lineales de los supermercados desde su lanzamiento comercial en 2004.
Los riesgos del mundo vegetal no se reducen solo a venenos o drogas, sino que también residen en las humildes hortalizas de nuestras despensas
El kumato®, como bien indica este símbolo, es una marca registrada de la empresa Syngenta. Se trata de un tomate compacto, resistente, duradero y de sabor marcado. Aunque existen imitaciones, nadie puede cultivar kumatos sin pasar por la caja de Syngenta.
Se ha denunciado al kumato como un OGM (organismo genéticamente modificado), pero la empresa ha mantenido siempre, aunque sin pruebas, que se trata de un producto de hibridación “natural”.
Lo que quizás no parezca tan natural es la propia empresa que lo fabrica.
Syngenta, con HQ en Suiza, proviene de la fusión de las divisiones agroquímicas de Novartis y AstraZeneca, herederas a su vez de las viejas Sandoz, Ciba e ICI. Tiene 50.000 empleados y obtiene unos saludables beneficios de 4.600 millones de dólares. En 2017 el conglomerado de empresas que forman Syngenta pasó a ser propiedad de la empresa china ChemChina tras el pago de 43.000 millones de dólares, la mayor compra jamás realizada de una firma extranjera por una empresa china. ChemChina forma el mayor grupo agroquímico del mundo, especialmente después de unirse a Sinochem, otro colosal holding chino del sector químico. A través de sus filiales, el agregado controla un gran número de empresas a nivel global, como por ejemplo Adama o Pirelli. ChemChina tiene 250.000 empleados y factura 62.500 millones de dólares. Está administrada por la Comisión estatal para la supervisión y administración de los activos del Estado y su propietario es el gobierno chino, esto es, el Partido Comunista de China.
Resulta fácil decir que aquí hay tomate. Y más rojo de lo que parecía.