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análisis

Trump vence con más claridad que en 2016

6/11/2024 - 

CASTELLÓ. Las encuestas mostraban insistentemente un panorama muy igualado, y así ha sido... Pero con una ventaja indudable para los republicanos, suficiente no sólo para que Donald Trump obtuviera la presidencia de Estados Unidos, sino también para que los republicanos controlaran ambas cámaras, Congreso y Senado. Se trata de un giro a la derecha en toda regla de Estados Unidos, y sobre todo de un giro hacia el trumpismo, signifique lo que signifique la fe en Donald Trump a efectos políticos. Porque es Trump quien, cuatro años después, le da la vuelta a la tortilla política en Estados Unidos, dejando arrinconados a los demócratas.

Las elecciones se disputaban en siete Estados clave en los cuales las encuestas mostraban igualdad absoluta. Trump empezó ganando Carolina del Norte y Georgia y remató su victoria con la conquista de Pensilvania. Un escenario en el que el candidato republicano se iría por encima de los 300 delegados, 30 más de los necesarios para obtener la nominación.

En los demás Estados de Estados Unidos ha vencido quien estaba previsto que lo hiciera. Por tanto, no puede decirse que las encuestas hayan fallado. De hecho, han funcionado bastante bien: habrían acertado en todos los Estados en los que veían un ganador claro. Sin embargo, quizás no se supo ver claramente la magnitud de la victoria republicana, teniendo en cuenta que el Partido Republicano no sólo va a ganar la presidencia, sino también el Senado (como previeron las encuestas) y la Cámara de Representantes (esto no lo previeron con claridad). Y que, además, todo indica que Trump logrará esta vez vencer también en el voto popular, cosa que no sucedió en su primera victoria de 2016.

Como hace ocho años, la probable victoria de Trump genera perplejidad en Europa. Parece increíble que alguien de sus características pueda conseguir el puesto. Y además ahora contamos con tres elementos que no existían en 2016. Por un lado, Trump ya ha sido presidente, ya sabemos lo que da de sí un mandato con él al frente. Por otro lado, también sabemos a qué está dispuesto Trump si pierde el poder. El expresidente y probable nuevo presidente alentó un surrealista golpe de Estado fallido con su asalto al Capitolio para impedir su sustitución por Joseph Biden. Que dicho asalto fuera una chapuza no le resta responsabilidad a Trump en ello. Finalmente, Trump ha sido ya condenado por uno de los múltiples asuntos judiciales que tenía pendientes.

Todo ello no ha impedido que Trump obtenga un segundo mandato. Es más, en algún caso cabría pensar que hasta le ha ayudado a volver. O sencillamente que lo que Trump ofrece (proteccionismo, aranceles, un discurso contrario a la inmigración, al aborto, y a la diversidad social y sexual) es lo que una parte mayoritaria de Estados Unidos (como mínimo, de la población que vota) está buscando. 

El público español, que en su mayoría es contrario a lo que Donald Trump representa, podrá "consolarse" pensando que los trapicheos de los republicanos en las redes sociales, comenzando con la red social X (ex Twitter) de Elon Musk, habrán contribuido a la victoria republicana, cosa que está por ver, aunque sin duda se habrán utilizado para difundir bulos e historias sesgadas de todo tipo. Pero sería un error reducir la magnitud de esta victoria a eso. La victoria republicana, conviene insistir, no se ha dado sólo en las elecciones presidenciales, sino que es un giro generalizado. 

Ahora muchos mirarán hacia los evidentes problemas del Partido Demócrata, que mantuvo como candidato a una persona, Joe Biden, que manifiestamente no estaba en condiciones de repetir, hasta tal punto que tuvieron que echarle de la nominación tarde y mal, cuando no era posible que los demócratas tuvieran unas primarias en condiciones, o al menos una competición entre varios candidatos por la nominación, y tuvieron que "resignarse" con Kamala Harris, la vicepresidenta, porque era vicepresidenta y su puesto consiste en sustituir al presidente cuando está incapacitado o muere. Una vicepresidenta a la que Biden había arrinconado y con la que no contaba demasiado, y que no tenía un perfil público sólido y diferenciado. Tanto es así que, durante la campaña, aunque ha intentado distanciarse de Biden, tampoco ha podido decir nítidamente qué haría ella que no hubiera hecho en este mandato el todavía presidente demócrata. Un desastre en toda regla que ahora les estalla a los demócratas, que perderían claramente contra Trump ocho años después de que lo hiciera otra mujer, Hillary Clinton (que, a diferencia de Harris, no perdió también en el voto popular).

¿Y todo esto a nosotros qué nos importa? La elección del Presidente de Estados Unidos nunca es inocua para el resto del mundo. Bien al contrario, las consecuencias siempre son determinantes. En el primer mandato de Trump, sin embargo, el mandatario se limitó sobre todo a incrementar el aislacionismo de su país y la guerra comercial con China (que Biden ha mantenido). Está por ver lo que hace en su segundo mandato. Pero dos cuestiones, al menos, parecen claras. 

La primera es que Estados Unidos, con Trump al frente, se desentenderá de la guerra de Ucrania y la política de confrontación con Rusia liderada por Biden. Es decir, que parece probable que en un futuro próximo la guerra en Ucrania sea un conflicto en el que los países europeos tengan que sostener en solitario el esfuerzo bélico por reforzar y sostener a Ucrania frente a Rusia. Todo ello incrementa las posibilidades de que se llegue a una paz victoriosa para Rusia, porque la situación actual ya es de desgaste y cansancio. Desde luego, en Ucrania; pero también en los países europeos que apoyan a Ucrania, en particular países como Alemania (donde el incremento del voto a partidos, tanto en la extrema derecha como en la extrema izquierda, contrarios a involucrarse en Ucrania es palpable). Y habrá que ver si, más allá de Ucrania, Trump cumple sus amenazas de salirse de la OTAN y, con ello, dejar a los europeos a su suerte en política de defensa. Con ello, la Unión Europea y Gran Bretaña habrán alcanzado la tormenta perfecta: involucrarse agresivamente en un conflicto como el de Ucrania bajo el liderazgo de Estados Unidos para que apenas tres años después Estados Unidos les deje tirados, más pobres y mucho más indefensos. Y eso por no hablar de cómo quedaría Ucrania.

Por otro lado, una segunda presidencia de Trump ignorará a Europa con más vehemencia si cabe que en la primera, y se centrará en su enfrentamiento con China, que probablemente se intensifique. Estados Unidos es una potencia en decadencia, en diversos órdenes (y que alguien como Trump pueda ganar dos veces las elecciones presidenciales constituye un claro síntoma de ello), pero lógicamente no se resigna a perder el rol de país más poderoso del mundo. Para ello, Trump va a liderar unas políticas y unas formas de obrar en el espacio público que muchos van a emular, como ya sucedió a partir de 2016. Su victoria va a alentar a diversos liderazgos y movimientos extremos en órdenes variados, en Europa y en otras regiones del mundo, modificando tanto el escenario político como los temas de debate y la propia gestión de los asuntos públicos. Muy probablemente, a peor. Por ejemplo, el nulo interés y preocupación de Trump por el ecologismo y el cambio climático. 

Estos cuatro años pueden hacerse muy largos.

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