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ALPINISMO 

Una expedición castellonense alcanza por primera vez la cima del Ama Dablam, en pleno Himalaya

26/12/2024 - 

CASTELLÓ. Tienen grabada a fuego la fecha: 16 de diciembre de 2024. El día en el que una expedición castellonense alcanzó, por primera vez en la historia, la cima de Ama Dablam, la montaña más bella del mundo, en plena cordillera del Himalaya y a 6.812 metros de  altitud. "Hollar la cumbre y ver que estás rodeado de las cimas más altas del planeta, contemplando una de las vistas más bellas del mundo, te da una sensación muy placentera; se acaba la agonía del esfuerzo; la alegría es indescriptible", explica, prácticamente recién aterrizado, el alpinista de Borriol y curtido 'ochomilista' Carlos Pitarch, uno de los cuatro montañeros castellonenses que han integrado esta expedición épica.  

Junto a Pitarch se han embarcado en este reto José Manuel Zapata, natural del Grau e impulsor de esta aventura; Manuel Renau, desde Almassora, con más de 30 años de experiencia en montaña, y el también alpinista y escalador villarrealense Manuel Castillo; además del albaceteño Óscar Cardo, experimentado montañero y 'ochomilista', y el madrileño Javier Paz.  

Cinco de los seis integrantes de la expedición han podido hacer cumbre. El líder de la misma, José Manuel Zapata, se quedó a pocos metros de lograrlo. "Una mala aclimatación para adaptarse a la presión atmosférica y el agotamiento le obligaron a renunciar a la cima cuando se encontraba a una altura sobre 6.600 metros. A pesar de ello formamos un equipo, y la formidable logística de Zapata ha permitido que cinco de nosotros hayamos logrado pisar la cima de esta codiciada montaña", detalla Pitarch.  

Coinciden en que ha supuesto "un reto a nivel alpinístico, porque es una montaña muy alta, con el consecuente riesgo de hipoxia, en la que se da una escalada muy exigente, con fuertes  desniveles y vertiginosas caídas a la base; requiere de mucha concentración, sobre todo en el descenso, porque cualquier error puede ser fatal; Ama Dablam no da tregua; a esto hay que añadir que hemos ido fuera de la temporada normal de ascenso, que suele ser la primavera o el otoño; hemos subido con las condiciones extremas del invierno", indican. 

Se han enfrentado a temperaturas mucho más frías, dificultando la escalada; pero se quedan con lo positivo: "Diciembre suele ser un mes en el que nieva poco y hay muy poca gente. Esa soledad  en la montaña crea una atmósfera especial, que es lo que buscamos". Aunque con el reto climático, dicen haber tenido suerte: "Hemos soportado temperaturas de 30 grados bajo cero en altura, pero los fuertes vientos que suelen arreciar en esta montaña nos han respetado. Hemos jugado nuestras cartas y ha salido bien, una buena aclimatación tras haber escalado el pico Lobuche (6.119 metros) nos ha permitido poder subir a la primera oportunidad que el viento nos ha dado". 

El viento, el otro gran hándicap

Y es que el viento era el otro hándicap a sortear en estas fechas. "Ama Dablam es una montaña desprotegida, sin cumbres que la envuelvan. En nuestro caso tuvimos suerte y el día que hicimos  cima tuvimos vientos que no sobrepasaron los 45 kilómetros por hora", añade Pitarch.  

En total han sido 26 días de aventura. La fase de aclimatación duró 10. "Se trataba de ir día a día, aumentando la altura para obtener esa aclimatación en el organismo", explican los integrantes de la expedición. Durante esa fase de aclimatación ascendieron a dos montañas, el Kala Pattar (5.643m) y el Pico Lobuche (6.119m). "Una vez aclimatados fuimos al campo base del Ama Dablam (4.600m), donde sólo permanecimos un día. A la jornada siguiente, hicimos noche en el campo 1 (5.300m), otra noche en el campo 2 (5.900m) y del campo 2 tiramos hacia la cumbre. Fue todo muy rápido, una buena aclimatación y condiciones meteorológicas favorables hicieron que tuviéramos éxito", describe Carlos Pitarch.

Aunque insisten en que el equipo estaba "física y técnicamente muy preparado, tras meses de entrenamiento", como todo en la montaña "siempre hay cosas que no controlas, que no dependen de ti". Recuerdan en este sentido que en uno de los rápeles de bajada, "Manuel Castillo tuvo un percance con la cuerda: la funda se salió y quedó el interior al descubierto, lo que se llama el 'alma' de la cuerda; esto podría haber tenido un resultado fatal,  pero afortunadamente Manuel se dio cuenta a tiempo y rapeló con otra cuerda. Nunca puedes bajar la guardia, siempre hay que estar muy atento a todas las maniobras tanto de ascenso como de descenso de la montaña", aseveran.  

Tras el éxito de la expedición, que marca esa cumbre a la icónica, y bella, Ama Dablam (que significa en nepalí 'el collar de la madre y de la perla') los nuevos retos fluyen en la mente de este grupo de alpinistas, aunque desde la prudencia y con el firme deseo de saborear la emoción del momento.  

"Formamos un equipo muy sólido y compenetrado. Nos conocemos muy bien y esta es una de las claves del éxito para afrontar una montaña tan difícil como Ama Dablam. En nuestras cabezas siempre hay retos, sueños, montañas nuevas que queremos escalar. Hay una que nombramos mucho, el Alpamayo (5.947m), en la Cordillera Blanca de Perú. Bella, con unas líneas espectaculares. Estamos muy emocionados y, aunque todo se verá, casi con toda seguridad, algo haremos", concluyen. 

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