En casa estamos de fiesta y de celebración, el próximo lunes 4 de septiembre Luna y Manuela cumplen dos años. Permítanme tomarme la licencia de escribir una vez más desde el corazón y sobre mi vida personal. Han pasado dos años de ese momento mágico e irrepetible de poder abrazarlas por primera vez. Esas niñas tan deseadas y que tanta sorpresa supusieron en mi vida. Dos niñas que vinieron a colocarme en este mundo de otra manera, con otra mirada y con otra escala de prioridades. Durante un tiempo pensé que la llegada de mis niñas habían puesto patas arriba mi mundo, mi vida y mi universo hasta entonces… pero mis hijas habían venido a mi vida a colocarla en su sitio, a ponerle orden, cabeza y mucho más amor del que yo nunca imaginé.
Mis hijas Luna y Manuela han venido a mi mundo para hacerlo más bonito. Ellas son todo alegría, amor y ternura. Son el milagro de mi vida, el milagro de la vida.
Ellas son las responsables y las causantes que mi vida se haya detenido durante estos dos años. Un parón inevitable y que he necesitado para volver a resurgir de una vivencia tan poco esperada y tan tremenda en todos los sentidos. Nunca pensé que podría quedarme embarazada de mellizas tal y como me indicaron el equipo médico que me atendía por diferentes razones que no vienen al caso. Recuerdo perfectamente sus palabras: “ si te quedas embaraza de dos, saldrás en el Libro Guiness de los Records” . Y contra todo pronóstico médico me quedé embarazada de mellizas… aunque no haya salido en ese libro de momento.
Luna & Manuela
Mis hijas son tan bonitas por fuera como por dentro. Esta declaración de amor no tiene ninguna valía cuando viene de su madre, pero créanme cuando les digo que son todo amor y ternura. Verlas crecer juntas es una experiencia más que enriquecedora, es una enseñanza de vida.
Luna y Manuela pueden parecerse físicamente en algo, por eso son hermanas si atendemos a razones genéticas… pero están desarrollando personalidades totalmente diferentes. Tendemos a compararlas todo el tiempo y a pensar que deberían ser iguales pero tengo que parar y recordarme a mí misma que son personitas totalmente diferentes.
Si Luna es más autónoma, independiente y sociable de primeras, Manuela va por delante cuando coge confianza y seguridad. Mientras Luna es más movida y activa, Manuela es mi reconciliación con la maternidad pues con ella todo es fácil. Son alegres, divertidas, sociables, extrovertidas, risueñas y llenas de vida… como cualquier bebé que está rodeado de amor, cariño, cuidado y atención.
Luna y Manuela son niñas despiertas y avanzadas a su edad pues cuentan con los estímulos naturales y vitales de su hermana mayor. Mientras no tienen la tranquilidad y el sosiego que quizá a esa edad deberían tener, cuentan con los estímulos, la energía y el amor incontrolable de su hermana mayor que zarandea los cimientos, la tranquilidad y el sosiego de sus vidas en el buen sentido de la expresión. Leo hace que sus hermanas sean unas autenticas supervivientes.
Ahora con los dos años de Manuela y Luna, mis tres hijas interactúan, juegan, se pelean, marcan sus espacios y reclaman su atención, pero desde que tienen uso de razón mis hijas están acostumbradas a que su mamá no está siempre. Están acostumbradas a llorar y reír en brazos de otras personas que las quieren y las cuidan tan bien como su mamá.
Ver crecer a Luna y Manuela es el milagro de mi vida. Las miro y no me las acabo aunque no consigo llegar a ellas y atender nuestras necesidades como me gustaría, pues ya he aprendido a aceptar que nunca llegaré como madre monoparental de tres niñas que soy.
La mamá de Luna y Manuela no puede estar siempre con ellas pues no hay brazos suficientes de una mamá para atender las necesidades de sus tres hijas. Y es que Luna y Manuela completan la familia numerosa y monoparental especial en que nos hemos convertido.
Ya saben quienes me conocen que he vivido dos maternidades de tres hijas completamente diferentes. Siempre lo digo y me repito. Dos maternidades que he encajado de manera totalmente diferente. La primera maternidad no la esperaba y fue el regalo de mi vida; y la segunda maternidad buscada, meditada y deseada me regaló dos hijas maravillosas, que son el milagro de la vida y de mi vida.
Leo-Kadija tuvo otra manera de llegar a este mundo totalmente diferente y tuvo mi atención exclusiva como hija única durante 5 años hasta que llegaron sus hermanas y toda mi entrega y mi amor dedicada a ella al 100%. Esta realidad hace inevitable que Leo-Khadija sea más demandante a día de hoy en todos lo sentidos y que Luna Y Manuela sean más autónomas por naturaleza y que hayan tenido que trabajarse la frustración desde muy pequeñitas.
Pero para ello cuento con una red extensa y llena de amor, una red que se ha convertido en mi familia. Una red que refuerza la ayuda que mi familia me brinda diariamente. Somos una tribu. Una tribu de mujeres fuertes, trabajadoras y poderosas. Una tribu que nos apoyamos las unas a las otras como podemos y creamos lazos familiares sin serlo. Mi vida a día de hoy es la que es gracias a esta tribu, mi tribu. Una tribu que me ha ayudado a no pensar cada día en mi vida de antes.
Hoy no puedo sentirme más agradecida a la vida y en deuda de por vida con ella porque no tendré vidas suficientes para agradecer lo afortunada que me siento de haber tenido mellizas… y del regalo de mi vida: mis tres hijas. Hoy celebro la vida de mis mellizas con el deseo de poder cuidarlas y verlas crecer sanas y rodeadas de amor… ¡por muchos años más!
La semana que viene… ¡más!