La actriz madrileña protagoniza en el Teatro Principal de València la adaptación de la novela de Virginia Woolf La señora Dalloway
VALÈNCIA. Tanto en el monólogo de Colm Tóibin El testamento de María como en la ficción sonora de Carlos Alsina para Onda Cero Madre en Belén, Blanca Portillo dotó de sencillez a la icónica figura de la Virgen, mostrándola ante el espectador como una mujer más. Estos días, la actriz madrileña afronta el proceso inverso. Del 10 al 12 de enero defiende en el Teatre Principal de València el personaje de Mrs. Dalloway, un ama de casa superficial y dependiente. Pero tan solo en apariencia, ya que en su cuarta novela, Virginia Woolf se aplicó en revelar el rico mundo interior de esta mujer que ha dedicado su vida a hacer felices a los demás y ha tomado decisiones sin tener en cuenta sus propios anhelos.
La versión escénica, firmada por Michael De Cock, Anna M. Ricart y Carme Portaceli, sitúa a Clarisa Dalloway en el siglo XXI, donde hace un recorrido de 24 horas en la vida de la protagonista, una persona que Portillo revela como extraordinaria.
- Has declarado que sientes a todos los personajes que has interpretado como sanadores, ¿de qué te ha curado la señora Dalloway?
- Así es, todos te enseñan algo, te hacen mejorar… La señora Dalloway me ayuda a entender el paso del tiempo, a aceptar que la belleza de la vida no reside solo en la juventud, sino en nuestra capacidad para valorar lo que tenemos, a valorar la vida en sí misma en cada momento.
- La novela de Virginia Woolf es una invitación a mirar al interior, ¿te ha animado a hacer una introspección?
- Mi obligación como actriz es mirar hacia adentro. Nuestro trabajo consiste en encontrar en nuestro interior aquellas cosas que nos habitan y que, en algún momento, habremos de poner al servicio de un personaje. Tenemos que entendernos para entender a los demás.
- ¿Quién ha sido Virginia Woolf para Blanca Portillo?
- Una figura emblemática de nuestros tiempo, una mujer que nos puede servir a todos y a todas de espejo.
- Como hermana de siete, ¿cuánto has necesitado Una habitación propia?
- ¡Mucho! Me gusta el silencio y necesito la soledad. Mi espacio, mi conversación permanente conmigo misma. Mi lugar para tomar decisiones sin demasiado ruido alrededor.
- La señora Dalloway dice: «Eres una mujer, tienes que ser generosa y hacerle la vida feliz a los demás». ¿Cuánto resuenan esas palabras todavía en la mujer actual?
- ¡Me temo que demasiado! Aún persiste la idea de la mujer como elemento que produce (o debe producir) bienestar a su alrededor. El cuidado, la ternura, la paciencia, la abnegación siguen siendo términos asociados a la mujer y eso es difícil de cambiar.
- En el monólogo de Colm Tóibin El testamento de María lograste devolver su condición de mujer sencilla a la Virgen María. ¿Cómo ha sido el proceso inverso al resaltar la riqueza interior de un ama de casa?
- Trato de acercarme a los personajes como a seres humanos, más allá de su género o su estado civil. Aunque, indudablemente sus condicionantes sociales o humanos les marcan. El interior de cualquier ser humano es siempre apasionante y lleno de cosas por descubrir, de contradicciones, de matices… Y Clarisa, a pesar de su aparente sencillez, es un pozo sin fondo.
- Tras el monólogo de Colm Tóibin aseguraste que no te gustaba nada estar sola en un escenario. ¿Por qué?
- Me produce mucho vértigo… Concibo el teatro como un trabajo básicamente grupal. Es el arte más aglutinado, que precisa de un equipo, de un conjunto de personas que naveguen con un mismo rumbo. Al estar sola en el escenario siento un cierto desamparo, aunque detrás de ti siga habiendo un equipo. Enfrentarse al público sola da miedo. Ya lo da cuando hay más gente contigo, así que imagina el que se puede llegar a sentir estando sola. Lo que descubrí es que es el propio espectador quien se convierte en tu compañero de viaje, los ojos en los que mirarte, de quien recibes respuesta, aunque sea su silencio.
- ¿Cambiarias de idea si te volvieran a ofrecer un Orlando?
- No tendría que ver sólo con el texto, sino con el proyecto en sí. No digo que no vuelva a hacer jamás un monólogo, Dependería de qué y quién quiera contar la historia.
- Tras casi cuatro décadas sobre las tablas, ¿qué te hace crecer en esa profesión?
- Lo que me hace seguir es que sigue conmoviéndome, abriéndome los ojos, ayudándome a entender al ser humano… Me sigue haciendo crecer porque me da oportunidades, me abre caminos… Es como la vida misma: siempre te ofrece cosas nuevas si no das nada por hecho, si no sientes que “ya te lo sabes”, mantiene viva en mí la mirada de la niña que llevo dentro, que busca, que se sorprende y que descubre.
- ¿En qué medida se puede extrapolar el Londres de entreguerras a nuestros días?
- Es curioso, pero, quienes no conocen la novela de Woolf, no sienten que lo que se dice en la función pertenezca a otra época. Los sistemas sociales y familiares han cambiado, pero aún hay cosas que permanecen. La universalidad e intemporalidad de lo que estos personajes sienten y viven hace que se escapen de esas coordenadas sociales en las que fueron creados.
- ¿Cómo puede ser un canto a la vida una obra que plantea el suicidio como posibilidad?
- Porque lo plantea como una decisión consciente, como una opción del ser humano, no un acto impulsivo. Nos cuesta verlo o no queremos verlo o no nos enseñan a verlo pero la muerte siempre está ahí, es la otra cara de la vida.
- Ahora que se está replanteando la forma de abordar el suicidio en los medios, ¿de qué manera puede colaborar esta obra al debate?
- Creo que lo mejor que puede hacer el teatro es plantear preguntas, no dar respuestas. Ayudarnos a cuestionar lo que nos rodea y a nosotros mismos.
- Mrs. Dalloway fue la primera producción que Carme Portaceli dirigía en el Teatro Español desde su nombramiento como directora artística. ¿Qué sentiste cuando la destituyeron?
- Que fue algo totalmente injusto. No había razones objetivas para tomar esa decisión.
- ¿Cuánto tiene que ver este hecho y “la oscuridad de los despachos” en tu paso por el Festival de Mérida con tu decisión de no entrar en política?
- Creo que, en nuestro país, los políticos valoran poco la cultura. No trabajan para ella, no la consideran fundamental para el progreso de la sociedad.
- Entre tus próximos estrenos está Retrato de mujer blanca con pelo cano y arrugas, sobre una cuidadora, y precisamente, el último 8M lo pasaste atendiendo a tu madre. ¿Cuánto ha resonado este papel cinematográfico en tu experiencia personal?
- Como decíamos antes, los personajes aparecen por algo y para algo. La idea de la mujer cuidadora sigue ahí. Me puso un espejo delante.
- ¿Cómo piensas pasar tu próximo 8 de marzo?
- Trabajando! Estaré representando Mrs. Dalloway, una bonita forma de homenajear a las mujeres y de reivindicar nuestro lugar en el mundo.
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