Los Hombres de Paco fue una de las series icónicas de comienzos de los años 2000. Su humor, su registro rompedor respecto a las series de televisión del momento, supuso un éxito que conquisto a millones de espectadores que cada semana esperaban las aventuras de los Lucas, Mariano y compañía. Junto a ellos creció un tal Carlos Santos, entonces desconocido, que en la piel de José Luis Povedilla comenzó a cimentar una carrera artística que le ha llevado a ganar el Goya a actor revelación (por El hombre de las mil caras ), a trabajar con Garci ( en El Crack Cero) y a convertirse en uno de los actores españoles más reputados.
MURCIA. Con él charlamos durante cuarenta minutos para hacer repaso de su carrera y repasar ese viaje del niño que hizo teatro por primera vez en los Maristas de Murcia al hombre que vive del sueño que tuvo de pequeño viendo a Indiana Jones o Mujeres al borde de un ataque de nervios.
-¿Cómo has vivido el confinamiento?
-Supongo que como la mayoría. Con paciencia, con la suerte de no haber tenido que lamentar ninguna desgracia en mi entorno más cercano, con disciplina y siguiendo las recomendaciones sanitarias. Por supuesto, lo he pasado viendo muchas películas, muchas series, muchos libros, mucha música y, también, pasando momentos sin hacer nada en absoluto. No hay que estar todo el rato haciendo muchas cosas.
-En un actor como tú, que desde hace unos años encadenas proyectos de forma regular, ¿has ‘agradecido’ este parón por aquello de ponerle pausa a tu día a día?
-Agradecerlo no porque la causa del parón es la que es. Tenemos casi 30.000 muertos solo en España. Agradecerlo no se agradece. Se toma con filosofía y con resignación. A mí me pilló en medio del rodaje de una película (nos aclara que no puede decir de que película se trata, aunque sí nos cuenta que está producida por Pokeepsie Films), que retomaremos cuando se pueda, y con otros proyectos que, en un principio, se podían haber llevado todos acabo, pero que con el parón quizá tenga que renunciar a alguno.
Por otro lado, me considero un privilegiado ya que, en esta profesión, con tanto paro, tal y como están los teatros, tengo la seguridad de tener una película por terminar y proyectos por empezar nada más se pueda. En ese sentido me considero un privilegiado y solo puedo dar gracias. Y espero que siga sonando el teléfono.
Evidentemente, se agradece el tiempo para uno, para hacer cosas que uno siempre quiere hacer pero por falta de tiempo no hace. Ese libro que no has leído, ese ciclo de cine que te quieres pegar tranquilamente en casa… Tener tiempo para uno para reflexionar, para hablar con los tuyos, para reencontrarte un poco, se agradece en cualquier circunstancia. Eso se puede tener en un fin de semana tranquilo. Ahora con el parón, se agradece pero con matices.
-Recientemente has aparecido en El Ministerio del Tiempo como Pedro Almodóvar, vuelves próximamente a la segunda etapa de Los Hombres de Paco, con Pepón Nieto y Paco Tous, aunque aún esté en una fase primigenia. ¿Echabas de menos la televisión? ¿Qué sientes como actor entre teatro, cine y televisión?
-Yo siempre digo lo mismo. Al final lo importante no es el medio donde desarrolles tu oficio, lo importante es la historia que vayas a contar. Que la historia te interese, que merezca la pena. Que el personaje merezca la pena. Son otros elementos los que se tienen en cuenta. El medio es lo mismo. Da igual contar una historia en un teatro, que en una pantalla de televisión o en una sala de cine. Lo que uno busca de los proyectos que va asumiendo es que la historia tenga algo que decir y que te interese y te llene.
Cada uno de los medios tiene sus particularidades. El teatro será la cuna de casi todos los actores. El aquí y ahora del teatro, esa sensación de que es algo único cada vez que subes a un escenario, ante un público que va a verte, aunque sea una obra que lleva ya 300 funciones, cada público va a ver esa única función, ese día. Esa sensación de la comunión con el público solo te la da el teatro. La televisión es un gimnasio actoral brutal por la velocidad a la que se trabaja, la velocidad a la que te van llegando los guiones y las situaciones a las que tienes que enfrentarte como actor…Es un gimnasio maravilloso, una escuela brutal. El cine tiene esa cosa, el séptimo arte. Ese aire de perpetuidad, que parece que una película es más de hoja perenne que de hoja caduca. Y esos estrenos en pantalla gigante, tiene otras connotaciones. La diferencia para un actor prácticamente nula. Lo que te importa es el personaje y que le cuentes al público.
En relación a la tele, no sabría cuanto tiempo hace que no hacía televisión. No tengo la sensación de que haya pasado tanto tiempo. Me ha encantado participar en una serie tan emblemática como El Ministerio del Tiempo, con un personaje tan icónico como Pedro Almodóvar. Un director internacional, referente de nuestro cine. Ha sido maravilloso y la respuesta del público al reto, porque era un reto, un caramelo envenenado, ha sido muy buena. Pedro es un personaje con una forma de expresarse muy particular. Había que interpretar a la persona, al ser humano. En una época, los años ochenta, muy característica, en la que él formaba parte de la llamada ‘Movida madrileña’, esa explosión de libertad que fueron aquellos años…Estamos contentos con el resultado.
Respecto a Los Hombres de Paco, decirte que no está en una fase tan primigenia como comentas. Está bastante avanzado, queremos empezar a rodar bastante pronto. Cuando se pueda. En mi caso tengo que terminar de rodar esa película, pero la idea es empezar a grabar este mismo verano. Están ultimando detalles, de cara al cásting, ver que personajes se incorporan… Pero está bastante avanzado.
-¿Qué sensaciones te produce el volver a una serie tan icónica? ¿Cómo fue esa llamada para que te incorporaras al elenco en esta segunda etapa de la serie?
-Te comentaba antes el gimnasio que es la televisión para un actor, el ir cada día a un plató a rodar una serie durante varios meses. Sobre todo, las de hace diez o quince años que duraban cuatro o cinco años, grabando durante nueve meses al año, 116 capítulos como Los Hombres de Paco. Povedilla para mí fue sin duda el entrenador personal más duro que he tenido. La cantidad de situaciones límite a la que me sometieron los guionistas en la serie fue exhaustiva. Me pusieron al límite en muchas ocasiones, desde ponerme tetas, enterrarme vivo…Pasé por todo tipo de situaciones que como actor te permiten descubrir un montón de cosas sobre mis límites, lo que puedo potenciar, en lo que tengo que mejorar… Le debo muchísimo a Povedilla y a Los Hombres de Paco. Fue mi trampolín para darme a conocer y acceder a lo que ha sido mi carrera después.
La llamada fue hace unos cuantos meses en un primer sondeo. Nos preguntaron que si estábamos interesados… Varios de nosotros dijimos: “Adelante. Queremos saber más”. Queríamos saber un poco que se quería contar, como se quería contar, que gente se sube en el barco… Fue un poco dejarlo en stand by con ese primer acercamiento. Dos meses después nos dicen que el proyecto va para adelante y ya nos reunimos, vamos viendo, nos van contando de forma más concreta… Los nombres que ya se conocen estamos encantados de volver a esta serie. Todos los que hemos formado parte de esta serie le tenemos un cariño especial. Como dices, es una serie que con el tiempo es icónica, casi de culto. Por muchos Goya que gane, por muchas cosas que haga seguiré siendo Povedilla cada vez que salgo a la calle. Eso es inevitable. Y eso quiere decir que la serie caló, que fue un éxito. En el equipo que va a hacerse cargo de los guiones y la producción ejecutiva hay mucha gente que ya estuvo en la primera etapa, con lo cual el espíritu de la serie está garantizado.
.Confírmame si estoy en lo cierto. Tengo entendido que el caso de Los Hombres de Paco es muy curioso porque cuando sale no obtiene las audiencias deseadas y en el equipo de la serie no están muy contentos con el resultado. Por ello la serie hace un alto en el camino, se reescribe y cuando vuelve a emitirse se convierte en el éxito que fue. ¿Esto es así?
-Más o menos fue así. La serie la estrenamos con la idea de mostrar algo rompedor. El creador de la serie es Álex Pina, creador también de La Casa de Papel. En ese momento quería hacer también algo rompedor con Los Hombres de Paco. Quería romper ciertas reglas. En un primer momento la respuesta no fue la deseada porque era una época en la que se necesitaban grandes audiencias para mantenerte. Con los primeros capítulos ven cosas que se pueden mejorar. No es que la serie se pare. Se toma un respiro, un paso atrás para coger impulso. Se cambian ciertas cosas, se potencia lo que estaba funcionando…En ningún momento hubo peligro de que se cancelara la serie. Había mucha confianza en el proyecto. Lo que se buscó fue afianzarlo y mejorando lo que se podía mejorar y potenciando lo que funcionaba. Fue algo que no había ocurrido antes. Normalmente cuando una serie no funcionaba se le daba carpetazo y listo.
-¿Cómo viviste esa situación siendo parte del reparto?
-Fue hace mucho tiempo, estamos hablando de 2005 (risas). Realmente los cinco años que estuvimos en antena vivimos siempre en el filo del alambre. No tuvimos unas audiencias espectaculares. Había capítulos que sí, llegando a los cuatro millones, pero otros no. Siempre vivieron los creadores y los productores de la serie ingeniando y maquinando para darle vueltas de tuerca en cada temporada. Eso lo recuerdo perfectamente. No era una máquina de churros, en la que en cada temporada los creadores hacían lo mismo. La serie se estuvo reinventando prácticamente en cada temporada.
En ese sentido, lo vivimos con mucha intensidad porque no tuvimos tiempo de aburrirnos. Entraron directores nuevos que se curtieron como Jesús Colmenar, director de La Casa de Papel, Carlos Therón…Mucha gente entrando en el proyecto, lo que evidencia que siempre estuvo muy vivo. Hubo mucho interés en innovar y en que se hicieran cosas diferentes, con giros de guion inesperados. Apostar a lo que luego vimos que funcionaba en Perdidos, en la misma La Casa de Papel… Tenía ese espíritu de no repetir la fórmula clásica de “cuatro tíos la cagan y luego lo arreglan”. No, vamos a investigar, a hacer cosas diferentes. Por supuesto con el humor, que era fundamental.
-Hablabas antes de que el personaje de Povedilla fue el trampolín de tu carrera. ¿Cómo recuerdas ese cambio de no ser reconocido por la calle a ser tan popular?
-Es un cambio. Ya llevo quince años y estoy acostumbrado. Cuando algún actor dice eso de “a mí la fama no me ha cambiado”. Eso es mentira. No es que te cambie tu forma de ser, pero si te cambia. Cuando sales a la calle ya sabes que la gente te va a mirar. Tienes una especie de radar para detectar quién se va a acercar, quién te va a pedir una foto. Eso se te activa. Es un cambio el sentirte observado. Tienes que aprender a convivir con ello. No es ni malo ni bueno. Es una cosa más con la que mucha gente no tiene que convivir. Hay momentos en los que puede ser más fácil de llevar o más difícil. Lo importante es no pelear con la fama. Asumirlo. La gente te va a reconocer no por ser el mejor actor del mundo si no porque sales en la televisión. Aprende a convivir con ella y serás más feliz. También puede ser que luego dejes de hacer cosas, o hagas muchas menos, y la gente se olvide de ti. Entonces lo echarás de menos. Como aquella maravillosa serie de ¿Qué fue de Jorge Sanz?.
-Le escuché el otro día a Alejandro Sanz que hablaba sobre la fama y como le había hecho algo más antisocial y que ahora se cerraba más a las amistades que ya tenía de siempre. ¿Te pasa lo mismo?
-Hay algo de eso. Hay algo de misantropía. Te metes un poco en tu mundo. Por ejemplo, yo salir por el Bando de la Huerta en Murcia puede ser una odisea. No por mí, por mi familia y mis amigos, que al final acaban hartos. Puede ser que te ocurra eso. Que no quieras acudir a sitios concurridos. Y por supuesto, donde mejor y más protegido vas a estar es en tu entorno más cercano, antes que dejarte llevar por gente que busque tu amistad con otros propósitos. No me he vuelto antisocial, pero entiendo a que se refiere Alejandro Sanz con eso. Te encierras un poco y buscas en la gente más cercana para que esas luces de neón que es la fama no te cieguen mucho. La familia y los amigos más cercanos son los que te mantienen pegado a la tierra.
-Decía en una entrevista Fernando Torres que “no olvidar de dónde vienes y lo que te ha costado conseguir las cosas te permite seguir teniendo la ilusión de conseguir otras”. En tu caso, ¿qué te ha servido de tu infancia para no desfallecer en tu sueño de lograr ser actor?
-Me identifico mucho con eso que dice Torres. Tengo una anécdota con una persona, con la que estaba en un festival pequeño hace unos años, en el que precisamente estaba Pedro Almodóvar. Había coincidido con Almodóvar en premios Goya y en otras situaciones. En esas circunstancias, con mucha gente de la profesión, ni te acercas. Pero en ese festival, en el que él era la figura central del certamen y yo entregaba uno de los premios, si me acerqué después y me hice una foto con él. Entonces, una compañera actriz que estaba por ahí me dice: “¿Por qué le pides una foto a Pedro Almodóvar? Si tú eres ya de la profesión, mañana podrías trabajar con él”. Y le contesto: “Ya, pero Pedro es el director de Mujeres al borde de un ataque de nervios que yo la vi con ocho años en un cine de verano de Murcia Parque y siempre será ese director. Que luego recogió un Oscar por Todo sobre mi madre. Para mí sigue siendo un ídolo”.
No sé si la anécdota se entiende. Nunca he perdido la ilusión. Me dedico a esto porque de pequeño veía Superman, Indiana Jones…Y yo quería hacer eso. Soy muy mitómano en ese sentido. No olvido para nada la ilusión con la que empecé a hacer teatro. Si ahora mismo me voy a ese chaval que empezó a hacer teatro con quince años en Maristas y que 25 años después voy a estar como estoy ahora, no me lo creo.
-Hace unos meses estrenaste El crack cero (disponible en Movistar+). ¿Cómo ha sido trabajar con Garci? Porque ha dicho él en alguna entrevista que cuando te vio tuvo claro que eras el elegido para el papel protagonista.
-Pues tiene que ver un poco con la pregunta que me hacías anteriormente. Uno de mis ídolos de pequeño era Garci. Yo aprendí a ver cine con ¡Qué grande es el cine! , a diseccionar la película, viendo las tertulias posteriores con los invitados que llevaba. Y que de repente, 25 años después, protagonice la precuela de El crack, retomar el personaje de Alfredo Landa, Germán Areta, es un sueño cumplido. Si de niño me dicen mientras veo su programa que años después iba a trabajar a sus órdenes no me lo creo ni de broma. Esa ilusión sigue.
Efectivamente fue así mi ‘cásting’, por decir algo, porque realmente no hice cásting. Me llamaron para decirme que me quería conocer aunque no sabía para que personaje era. Luego me cuentan que era para el de Germán Areta. Fui a esa entrevista pensando que estaba entre los candidatos pero que habría alguno más. Que aunque no fuera un cásting, si era una entrevista para intercambiar sensaciones. Sin embargo, cuando abro la puerta del despacho me dice: “Hombre, si está aquí Areta. Pase usted detective”. Y ya me empezó enseñar bocetos del decorado, como era la casa del personaje, su vestuario… Salí alucinado. Nunca había hecho un cásting tan sencillo (risas).
-Con esta crisis, ¿cómo ves el panorama para la cultura en España? Nunca ha tenido un escenario ideal, siempre ha tenido que pelear mucho pero ahora la situación es quizás más acuciante.
-Lo veo jodido. Muy complicado. Evidentemente, la industria audiovisual lo tiene un poco más fácil porque, aunque los cines están cerrados, pero afortunadamente estás las plataformas. Me refiero a que el trabajo va a seguir fluyendo. Va a impactar pero menos. Lo verdaderamente complicado lo tienen los teatros, las compañías de teatro, la ópera, la danza…Todo lo que es espectáculo en vivo. Ahí tenemos un problema que o los de arriba ponen soluciones, que las están poniendo, o las compañías de teatro van a sufrir mucho para subsistir. Por ejemplo, para Bonjour mon amour, en la que yo estaba trabajando con la obra Volvió una noche, un mes sin los bolos que teníamos al mes es terrorífico. Es dejar de cobrar. O se implementan ayudas y otro tipo de beneficios para que esas compañías retomen su trabajo, o lo vamos a tener muy complicado. Hay una gran cantidad de actores que viven de los dos o tres bolos que tienen al mes. Ahora han dejado de ingresar sin fecha de retorno.
Es algo que les ha pasado a muchas otras industrias, pero la nuestra, como bien decías, siempre ha sido muy sensible a cualquier cambio. Con la subida del IVA (el llamado IVA cultural), se sufrió muchísimo. Para que te hagas una idea, una compañía de teatro, para ser rentable, tiene que llenar cada día el teatro, o llegar al 80% del aforo. Que de repente, se subiera el IVA, hizo mucho daño y ahora una pandemia… En cualquier caso, mandemos un mensaje positivo. Llevamos diciendo que el teatro está muerto desde Grecia. Y ha subsistido. Como decían en Independence Day: Permaneceremos.
-Como personas, ¿crees que nos va a cambiar a la sociedad? ¿Vamos a salir cambiados? Decía Ana Belén que quién era idiota seguirá siendo idiota.
-Creo que al principio estábamos todos muy positivos, muy optimistas. Pensábamos que era una oportunidad para salir mejor, más fuertes. Creo que en ese momento si lo sentíamos así. Viendo ahora lo que está ocurriendo, al nivel de la calle, todo este ruido que no cesa, como decía Miguel Hernández, estoy más con Ana Belén. El que era idiota seguirá siendo idiota. Es bastante probable. No deberíamos mezclar churras con merinas. El que nos ha atacado no es el de enfrente sino un virus. Habría que preguntarse qué virus hay que curar, si el virus de la covid-19 u otros que circulan por la sociedad.
Las escisiones de la iglesia mormona en Estados Unidos siguen practicando la poligamia y, en muchos casos, la pederastia, al forzar matrimonios con menores de edad. Tienden a aislarse de la sociedad, localizándose en regiones remotas, donde llegan a instalar sus propias cabañas e, incluso, se distancian en la ropa, con la que quieren diferenciar a cada miembro del culto desde que es niño. Las detenciones policiales de sus líderes por incesto y abusos no hacen más que aumentar las escisiones, que llegan a ser dirigidas desde la cárcel