SILLÓN OREJERO

Cómics de Supermaño: "hojas con poca letra y muchos santos" de un "hijo del pueblo y de su madre"

Los cómics de Calvo en los 90 comenzaron en el underground de Canibal, Makoki y TMEO y acabaron en El Heraldo de Aragón. Su personaje más conocido, Supermaño, reproducía los clichés del humor baturro de forma corrosiva. Bastaba una tira en la que Supermaño se limitaba a comerse un melón para hacer reír más que el más ingenioso de los chistes

8/04/2019 - 

VALÈNCIA. Con dos décadas encima de siglo XXI resulta difícil recordar cómo era la vida antes de Internet, pero conviene no olvidar que era dura. Si no te movías, estabas a merced nada más de lo que había en el kiosco ordinario y en la tele. No faltaba diversión en ambos, pero las propuestas extremas no eran tan fáciles de conseguir. Lo que superaba todos los límites había que irlo a buscar a los fanzines y a las librerías especializadas. Mira que se hacen políticas culturales absurdas, pero a nadie se le ha ocurrido recopilar toda la producción fanzinera posible, digitalizarla y colgarla en la web de la Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.

En mi caso, una vez cayó en mi mano un número de El Pregonero. Era un pequeño cuaderno que traía monográficos de algunos personajes o dibujantes que ya habían salido en el TMEO. Inmortal fue la parodia que Kalitos realizó de la Patrulla X con el nombre de Celta-Logroñés-X. El de Ata, Unas historietas de mucha risa, era escandalosamente bueno. Mauro hizo dos, uno de ellos es uno de sus mejores trabajos, La patrulla galáctica y parque de atracciones. Y con ese mismo aire de parodia de cómics de acción de superhéroes o ciencia ficción, había un número dedicado al personaje que nos ocupa: Supermaño.

Con todo el respeto a todos los pueblos de España, para un servidor hay dos poblaciones en la península que destacan por su sentido del humor. Se trata de Galicia y de Aragón. Alberto Calvo Escobar, autor del tebeo, es natural de Zaragoza. Desconozco cuál fue la primera aparición de Supermaño. En la ficha de la Tebeosfera parece que fue en el fazine Kaspa de rata, editado por el propio Calvo entre 1986 y 1993. Pero en la publicación donde se popularizó fue en el Makoki de la segunda época y en los últimos años ya fue recogido por El Heraldo de Aragón. En un vídeo ochentero se ve al dibujante explicando en una entrevista que su labor en la revista es "dar mal" y que todos se dedicaban a "hacer tonterías para que la gente se ría". No hay que buscarle peros porque era así, claro y meridiano.

Supermaño era "hijo del pueblo y de su madre" y nos llegaba en "hojas con poca letra y muchos santos", esto es, tebeos. Muchas historietas a lo largo de su trayectoria han consistido en la simple transcripción de letras de jotas. La gracia estaba en la literalidad con la que las interpretaba el dibujante, generalmente con Supermaño como protagonista. Una tonadilla podía decir "las chicas de Zaragoza tienen el mear espeso y el médico las receta puntas de rábano tieso" Y, efectivamente, en la última viñeta un galeno iba a entregarle un rábano a la moza. Fue costumbre en el estilo Calvo, también hizo lo mismo alguna vez con letras de canciones de grupos del momento, como la de Pueblos del mundo, extinguíos de los vigueses Siniestro Total.

Los momentos fuertes de Supermaño eran cuando se encontraba con extraños. Podía ser un constructor que le expropiaba su pequeña tierra para construir "una macro cárcel, un super manicomio, un macro vertedero y una macro discoteca", en una historieta que reflejaba las noticias típicas de la época con el lenguaje propio de los medios de comunicación, que todavía hoy no se han librado del "macro" para las redadas, por ejemplo, o las operaciones contra la mafia.

También se le podían aparecer ángeles o la virgen, a los que agredía. A la Virgen que se le aparece en el río le azota porque le espanta a los peces mientras pesca. A un hari-krisna, lógicamente, le reventó la cabeza también, por "desustanciau". Otros, como un senderista, huía solo con contemplarlo por sorpresa en mitad de la era.

Pese a todo, las historietas más simples eran las más divertidas. Como Supermaño piensa, donde en una página de seis viñetas no veíamos más que al protagonista resolver la suma 2+2. Todo épica. O algunas que eran puro arte, seguro que Warhol las hubiese admirado, como una en la que Supermaño se limitaba a abrir un melón. Es curioso que algo tan simple como eso fuese un descojono, pero es que Calvo lograba imprimir su personalidad, el humor baturro y un gamberrismo difícil de describir en viñetas que no necesitaban presentación, nudo y desenlace o gag alguno. Supermaño comiéndose una sandía, como aparecía una vez que iba a una feria, ya era brutal. Era como neorrealismo o nouvelle vague, pero despachado en tres viñetas y con el objeto de matar de risa. Pocas veces se habrá visto algo así.

Leímos las meditaciones filosófica de Supermaño con un amigo, que se preguntaba si en el más allá habría algo "que flota y porai". De Premio Nobel de Literatura eran las tres viñetas en las que no le dejaban entrar a la discoteca por ir en alpargatas y él preguntaba al portero si es que acaso había barrillo dentro. Nunca olvidaremos La muerte de Supermaño tras dirimir quién paga una consumición metiendo la cabeza en un cubo de agua a ver quién aguanta más.

Histórica fue tan bien el partido de fútbol que disputaron el Baturro FC contra el Iruñaco CD, "el fútbol llevado hasta la alevosía", rezaba el título. Arbitraba el cura y se jugaba con una piedra. El famoso chiste que se hacía antaño con vascos, el del jamón que sabría a jabón, pero que era queso, también estaba en una de sus múltiples tiras.

A veces entre las andanzas de Supermaño se colaba Pepe Persona, un personaje que parecía salido de los cromos de La Pandilla Basura. Se podría extraer el cerebro rascándose el oído o matar sin querer a su loro al cortarse las uñas y salir estas despedidas. No había más. Algún crossover, si acaso, en la feria a la que iba Supermaño y él hacía de faquir sacándose las heces introduciéndose una espada por la boca. A lo que Supermaño contestaba "muy fino ahí".

También tuvo Calvo fijación con las monjitas. El número que sacó el TMEO dedicado solo a él, Supercalvo, traía bastantes historias de misiones en África. Por citar el argumento de una descriptiva, un hombre entraba en un hospital con un machete, mataba a todos los enfermos por ser de otra etnia y violaba a la monja que los cuidaba. El desenlace era que la monja le había pegado la sífilis. No obstante, lo más brillante de Calvo fuera de Supermaño fue, indiscutiblemente Feim, inspirada en Fama, en la que, por ejemplo, Liroi, (Leroy Johnson) mataba a una persona haciendo un paso de baile en el que se le reventaban los leggins por abrir las piernas en el aire, saliendo despedido su pene como un ariete en la cabeza de una alumna.

En publicaciones como Canibal se puede ver que los primeros dibujos de Calvo no tenían nada de particular. Pero luego, siguiendo la estela de Ja e Ivá, a los que definió como maestros en alguna ocasión, llegó a depurar un estilo inconfundible cargado de expresividad y con capacidad para hacer reír con sin alharacas ni exhibiciones extraordinarias. Muy pocos han logrado que cada detalle dentro de una viñeta sea un gag en sí mismo. Sin embargo, también escribió buenos textos. En los de COLEUZION ESPARGATA. Falordietas Debuxatas, donde había historietas suyas, de Kalitos y alguna de Ja, se puede leer cómo fue percibiendo todos los problemas de la crisis de los 90 y dejaba sentencias del tipo "Pa subir los precios no hace falta estudiar", resumiendo bastante bien la audacia y preparación de nuestras clases extractivas. Un artista a reivindicar.

Noticias relacionadas

SILLÓN OREJERO

Vuelve 'Odio', posiblemente, el mejor cómic que he leído nunca

Por  - 

Peter Bagge ha decidido continuar la saga Odio, uno de los cómics icónicos de los años 90 y que, desgraciadamente, dejó de publicar. Buddy Bradley, el personaje que nos enseñó que el brillo del grunge y la juventud de esa década era más bien una luz desvaída, inserta ahora a su personaje en los EEUU de Trump y “el género fluido”, con cargas de profundidad la constatación de cómo ha bajado el poder adquisitivo de cada generación. La obra, ‘Odio desatado’, sigue igual, o sea, sublime