VALÈNCIA. El principio de una relación es vertiginoso. Las mariposas en el estomago, las promesas de futuro, la pasión desenfrenada. Todo un festín glucosa-friendly. Pero después llega la realidad. La rutina, las rencillas y las primeras decepciones. Y acabas como en La La Land: separados y sin Óscar. Que se lo digan a Damien Chazelle. Y es que entre el amor y el desamor solo hay tres letras, una delgada línea que parece haber cruzado la industria cultural valenciana. Tras los primeros coqueteos entre empresas y administración ha llegado una realidad que no satisface a los primeros. Hace solo cuatro años que se ponía en marcha la maquinaria del primer gobierno del Botànic, que prometía ser un balón de oxígeno para los profesionales de la cultura tras la gestión del Partido Popular, una primera legislatura progresista que contará con una segunda parte que ya acusa el desgaste. Y es que lo que hasta ahora eran conversaciones de pasillo, murmullos de corrillo, han dejado el segundo plano.
La Associació d’Empreses d’Arts Escèniques del País Valencià (AVETID) ha emitido un contundente comunicado en el que expresa su “decepción” por algunas de las decisiones tomadas por el gobierno valenciano, un texto que no solo pone negro sobre blanco esas opiniones hasta ahora vertidas a título personal, sino que sienta las bases de una nueva relación entre la administración y la industria cultural que poco tiene que ver con el clima post-María José Català. La gota que ha colmado el vaso para las empresas firmantes ha sido que el Botànic II haya mantenido en la misma conselleria Educación y Cultura, a pesar de que durante la campaña electoral habían apuntado a la conveniencia de dar un espacio propio a Cultura para evitar que se diluyera en una “macroconselleria”. A pesar de que durante las negociaciones entre Compromís-PSOE y Unides Podem estuvo sobre la mesa esta necesidad de independizarse, finalmente quedó en nada.
“Encontramos de nuevo una conselleria subordinada a educación y, lo que es peor, una falta de cargos conocedores de las problemáticas del sector cultural”, reza el comunicado. A falta de conocer quién ocupará la dirección general de Cultura y Patrimonio, el organigrama suma al conseller Vicent Marzà, que repite al frente del área, y a Raquel Tamarit, profesora y exalcaldesa de Sueca, que ocupará la secretaría autonómica de Cultura y Deportes, hasta ahora capitaneada por Albert Girona. En este caso, la única novedad en la arquitectura cultural de la Generalitat es la absorción de la dirección general -ocupada por Carmen Amoraga en la primera legislatura- por parte de Presidencia, una división de competencias que, por cierto, en el caso del Ayuntamiento de València ha sido duramente criticada. Tanto es así, que el propio Govern de la Nau se ha comprometido a revisar la estructura. Veremos cómo queda.
“La organización profesional quiere manifestar su decepción y la necesidad urgente de poder contar, en los estamentos superiores del Consell, con personas experimentadas y conocedoras de los sectores culturales que permitan activar con urgencia unas políticas coherentes con la finalidad de favorecer el desarrollo del este sector sin tener que empezar de cero”. Ouch. A pesar de que desde AVETID valoran “positivamente” algunos de los avances de la pasada legislatura -como el aumento económico en la partida de ayudas-, los considera “claramente insuficientes”, medidas que “hasta ahora no están dando los resultados previstos en las empresas del sector, que continúan en estado crítico”, apuntan. Ya daba una pista del clima entre las empresas del sector la presidenta de AVETID, MªÁngeles Fayos, durante la presentación de la cuarta edición del festival Tercera Setmana. “Ya no quiero impulso, quiero sostenibilidad […] Las empresas privadas de la cultura siguen siendo deficitarias”, declaró frente a un patio de butacas copado de políticos.
Hagamos un alto en el camino. Sostenibilidad. Esta es una de las palabras clave, especialmente en unas semanas en las que la ciudad de València ha lamentado el cierre de numerosos negocios culturales, como la galería de arte Pepita Lumier. Es a partir de esta idea que se retoma el debate sobre la posible distorsión entre la respuesta a la oferta pública -en gran medida gratuita- y el raquítico estado de las empresas culturales. “A pesar de las buenas palabras y hechos de los gestores públicos no conseguimos ver una auténtica estructura fuerte que consolide el mapa escénico y lo convierta en un sector estratégico, competitivo y estable. La principal conclusión es que el sector de las artes escénicas sigue en crisis después de cuatro años de gobierno del Botànic”, reza el texto emitido por AVETID. Cierto es que desde la administración se han generado espacios de comunicación como la Mesa de la Cultura, que nació para poner en marcha iniciativas de la mano del sector privado. Sin embargo, tras una primera fotografía que sumaba a un centenar de creadores, gestores y asociaciones profesionales, la ‘mesa’ se fue diluyendo poco a poco, evidenciando una distancia entre unos y otros.
Desde la asociación también lamentan el “increíble caso” del Teatro Escalante, dependiente de la Diputación de València, que esta misma semana se quedaba sin director, José Policarpo, al que se le acababa el contrato tras tres años al frente del proyecto. El gestor se despedía apuntando a la necesidad de encontrar una sede estable para el centro -“con esta situación no podemos continuar, tiene que haber una solución definitiva”-, que en la próxima temporada volverá a repartir su programación en los escenarios de Les Arts, La Mutant o El Principal a la espera de que la administración concrete un espacio propio. De igual forma, AVETID apunta al Ayuntamiento de València: “Incomprensiblemente ha dejado en este ejercicio fuera de las ayudas al sector escénico a las salas de teatro privadas. Además, nos sorprende que no esté prevista la continuidad de la gestión y dirección de las salas públicas municipales”, critican. Efectivamente, el proceso de selección de director de La Mutant quedó paralizado y todavía está a la espera de resolución, un problema que se suma a las críticas por las ayudas, que ya denunciaron un buen número de salas en un comunicado conjunto este mismo mes.
Con todo, la asociación ha dado un puñetazo encima de la mesa que, se intuye, busca situar como urgencia en la agenda política la cuestión cultural, un debate que, una vez se ataque en profundidad, no solo pasa por replantear el papel de la administración, sino también la responsabilidad de los públicos y la necesidad de hablar de las empresas culturales como una industria como cualquier otra. Sea como fuere, las empresas de artes escénicas quieren abrir el melón para poner freno a un estado de, apuntan, "precariedad insostenible". Toca caminar hacia la reconciliación.