VALÈNCIA. En algunos mapas medievales y renacentistas, cuando los coordenadas trazadas se aproximaban a un territorio inexplorado era costumbre incluir la frase Hic sunt dracones (Aquí hay dragones) junto al dibujo de alguna feroz criatura mitológica. Una advertencia al viajero de que si seguía su travesía en tal dirección se encaminaba hacia rutas salvajes y peligrosas. En pleno siglo XXI apenas quedan centímetros del globo terráqueo por cartografiar y sin embargo, todavía hay quien siente cierto recelo ante lo desconocido cuando se aproxima a un museo. El arte sigue siendo para muchos esa terra incognita que representaba el horizonte para los navegantes del siglo XIIV. Por suerte, en nuestras singladuras por los mares del patrimonio cultural no estamos solos: contamos con profesionales dedicados precisamente a acompañarnos en estos periplos por salas de exposiciones y hacer que indaguemos todas las posibilidades que nos ofrecen las obras allí expuestas: sus ramificaciones, sus ecos, la tierra en la que hunden sus raíces y la trascendencia que intentan rozar con la punta de los dedos.
Dentro de estos expertos en la alquimia de la experiencia artística encontramos distintas figuras. La más tradicional y conocida es la del guía que nos conduce por distintos itinerarios y va hilvanando relatos magnéticos sobre lo allí expuesto; vamos, los Scheherazade de la museografía. Sin embargo, en los últimos años también han ganado fuerza los mediadores artísticos y los educadores, que buscan ofrecer nuevos prismas desde los que vivir las manifestaciones culturales. A este segundo colectivo pertenece Berta Durán, cofundadora de la plataforma de actividades formativas a través del arte Luminaria: “en las dinámicas que organizamos, nosotras no le decimos a la gente lo que viene a ver, sino que buscamos poner en común lo que las piezas mostradas le sugieren a cada uno; desde ahí, ampliamos y alimentamos esas perspectivas e intereses que surgen en el grupo. Esto permite que el recorrido sea más vivo y la generación de conocimientos se produzca de manera colectiva a partir del grupo que comparte y disfruta. A las exposiciones no hay que venir sabiendo, sino abierto a aprender, a descubrir”, explica. Y en la misma línea se manifiesta Isabel Puig, responsable de la empresa de educación y gestión cultural Rima (que ha trabajado en recintos como La Nau o Convent Carmen): “nuestra labor es establecer un espacio en el que los asistentes puedan compartir sus percepciones, fomentar un diálogo entre el arte y las personas que lo transitamos y generar nuevas experiencias”.
Como uno de los arqueólogos responsables de las visitas guiadas al yacimiento arqueológico y a la colección museográfica del Puntal dels Llops en Olocau, para Víctor Chaos gran parte de su tarea consiste en tejer lazos de “unión con el pasado”. “Los espacios y objetos arqueológicos no tienen voz por sí mismos, así que los guías ejercen como esa voz del pasado que nos une con un momento que ya no existe. De esta manera, consiguen que dichos objetos y espacios nos cuenten su historia. Sin la visita guiada, las cosas no se ven de la misma manera. En el caso de los yacimientos, sin guía ven piedras”, subraya este intérprete del patrimonio histórico.
“Más que visitas guiadas preferimos hablar de visitas dialogadas, y el diálogo que se establece con las obras se hace a través de la palabra, conducido por una mediadora; del cuerpo y el movimiento, acompañado por bailarines; a través de lo audiovisual…”, explica Sonia Martínez, coordinadora actividades y educación en Bombas Gens. Así, señala que desde este espacio se entienden las visitas “como un marco de trabajo más que como una actividad concreta que empieza y acaba. La interacción con el usuario puede pasar por diferentes grados de participación. Por supuesto que se puede visitar una muestra de forma autónoma y puede ser igualmente transformadora. No se trata de sustituir a la visita autónoma e individual, sino de que haya varias opciones y podamos elegir la que nos interpele en cada momento”.
“Desde la mediación se intenta generar una experiencia distinta a aquella que tiene lugar con una visita guiada en su sentido más clásico. El guía, con todos sus matices, guía; el mediador es quizás una figura más compleja y todavía sin una definición cerrada”, manifiesta la mediadora de Bombas Gens Sara Losada, quien considera su profesión “porosa y flexible. El mismo acto de mediar es un proceso cambiante y en transformación”.
“Los guías recogen la información que rodea a las obras y la ofrecen, la difunden entre el público. Esa transmisión directa de contenidos la forma más clásica de trabajar y por la que siguen apostando la mayoría de entidades- señala Isabel Puig-. Las tendencias sobre las que se está investigando actualmente se centran en las visitas performativas y están más relacionadas con establecer una relación diferente con la obra y una conversación entre ella y el público”. “Muchas veces, la aproximación que se ha buscado hacia el arte acaba generando lejanía. Tradicionalmente, las explicaciones sobre piezas de museo se han basado en datos técnicos que hacen que la obra sea percibida como algo elitista”, apunta Durán. En ese sentido, destaca que Luminaria optan por una perspectiva “más interpretativa, en la que se tengan en cuenta y se dé validez a las impresiones de los asistentes. Muchos dicen que no pueden opinar sobre las obras porque no saben de arte, pero no es así: esas producciones intentan transmitir un mensaje y a cada uno nos llegará de una manera diferente”.
Preparar una visita a una nueva propuesta expositiva supone adentrarse en una geografía inédita. Empezar de cero en un ecosistema distinto y del que quizás se tengan pocas pistas. Por ello, para guías, mediadores y educadores artísticos resulta primordial establecer hilos invisibles con cada producción en la que van a sumergirse, esbozar una historia de amor con ella. Beberse la esencia de cada pieza a través de las pupilas y las neuronas. Poner en marcha su propio proceso creativo. Y hacerlo, además, desde metodologías que seduzcan al público.
“Se trata de una cuestión muy personal y cada uno lo enfoca de una forma distinta”, destaca Puig, quien señala que en su caso la primera fase pasa por leerse “todo lo relacionado con el artista, su carrera y su contexto. A partir de ahí, cojo palabras clave y trato de introducir otros elementos, Igual que a partir de una anécdota tonta puedes llegar a una reflexión profunda. Debes estar receptiva a todo lo que hay a tu alrededor y encontrar vías y caminos que te puedan servir”.
Según Sonia Martínez uno de los pilares a la hora de planear esas ‘visitas dialogadas’ se encuentra en que en Bombas Gens las mediadoras “forman parte del personal del centro, no es personal externo, y están en constante comunicación con el resto del equipo de arte. Se trabaja de una forma horizontal, si bien partiendo de la colección que sustenta el proyecto, la Colección Per Amor a l’Art”. Explorar esos bordes de los mapas creativos es uno de los ejes que vertebran la figura del mediador en el recinto en el que opera Martínez: “investigamos cuáles son los distintos papeles que puede abordar en cada momento. La transversalidad en su formación permite, por ejemplo, conocer una exposición de fotografía japonesa de posguerra acompañados por una experta en arqueología que pone el foco en los cambios económicos y sociales de ese marco temporal”. En 2019, más de 13.000 personas participaron en algunas de las 1.227 visitas ofrecidas.
En el caso de Luminaria, responsable de actividades de mediación en enclaves como el IVAM, se realiza una primera indagación sobre la exhibición y después “seleccionamos los temas según la audiencia a la que nos dirigimos y el momento que estemos viviendo. Consideramos crucial reunirnos previamente con los comisarios de la muestra para que nos expliquen cuál es su visión y así poder trasladar a los visitantes que ese recorrido responde a la labor interpretativa de uno especialistas concretos; es decir, que no hay una verdad única y absoluta, sino que se trata de un discurso abierto, construido y que permite conversar con él. Una obra se completa con la mirada externa”, apunta Durán. Para ella resulta “esencial” que el espectador, “sea el protagonista, el centro, y plantear la actividad desde su punto de vista y necesidades. Se trata de generar conexiones entre la obra de arte y la realidad de las personas que vienen a verlo. El arte nos habla de cuestiones que son humanas, que nos atañen y están relacionadas con la vida de todos. Buscamos que sea accesible a todas las personas, que lo sientan como algo cercano y acabe formando parte de su vida cotidiana”.
Siempre es buen momento para parafrasear a Gabriel Celaya y, en este caso, podemos decir que, en el cosmos de las visitas guiadas, la palabra ‘es un arma cargada de futuro’. Así, Víctor Chaos destaca la importancia de “la adaptabilidad del discurso, no es lo mismo dirigirte a un grupo de familias, escolares o técnicos. Si no eres capaz de expresar bien la información, tu trabajo no tiene sentido porque no lograrás conectar con la gente. La interacción entre audiencia, guía y espacio ha de ser fluida, debes evitar que el público sea un ente pasivo, tanto aquellos que han acudido muy interesados en el tema como los que no lo estaban tanto.”. Interiorizar como propia la materia con la que trabaja es otra de sus claves: “como guía, cuando preparas tus discursos expositivos generas un vínculo con aquello estudiado. A medida que acumulas visitas lo vas haciendo tuyo y quieres compartirlo con los demás, intentando limar aquellos detalles que te gustan menos e intentas que el público entienda el nexo existente entre quien lo explica y lo explicado. De ahí la necesidad de transmitir emociones además de contenido”.
¿Y qué hay de los potenciales asistentes? ¿Todavía observan con recelo ese acompañamiento por las rutas más allá de los dragones o van integrándolo en sus expediciones? “Creo que la percepción de la sociedad va cambiando con las distintas vivencias que atraviesa. Algunas elegidas, por ejemplo, cuando decide unirse a una visita conducida, y otras azarosas, como encontrarse un recorrido desde lo sonoro en la sala - apunta Sonia Martínez-. Cada vez es más habitual poder compaginar distintos modos de disfrutar una exposición y que la sociedad es un poco más libre en la elección y percepción de las distintas opciones”.
“Nuestra profesión todavía no se entiende demasiado a nivel social”, resume la integrante de Luminaria, mientras que Sara Losada destaca la necesidad de lograr “un reconocimiento de su importancia dentro del propio sector para poder desarrollarla con todo su potencial”. Eso sí, en este minuto y resultado del arte que se goza junto a los especialistas la penúltima palabra la tienen los museos. Al fin y al cabo, son ellos los que cortan el bacalao expositivo y también quienes pueden enfocar su parné hacia unas actividades de acompañamiento u otras. Y aquí, malas noticias: según Isabel Puig la mayoría de estas entidades “están algo anticuadas en cuanto a mediación y a menudo se quedan en la fachada. Hay iniciativas, pero son las mínimas: pocos recursos, presupuestos bajos... Adaptarse a esas nuevas metodologías es difícil, supone comenzar procesos complejos de cambio, que implican también un ejercicio de analizar la institución y repensarla de forma crítica”. Y aquí otra derivada: según destaca Chaos, “muchos centros no disponen de guías permanentes o tienen el servicio externalizado con lo que no en todo momento un visitante puede disponer de un guía. Nuestro papel todavía no está suficientemente reivindicado”.
De hecho, la integrante de Rima considera que los centros expositivos se han centrado “en las cuestiones cuantitativas: en las cifras, en llegar a mucha gente. Y quizás sea más relevante plantearse que no importa tanto cuántos asistentes recibes al año, sino la calidad de las propuestas que ofreces y su capacidad de fidelización”. “El acceso al arte y al patrimonio cultural son un derecho universal y como tal se debe garantizar, no se trata de responder a una demanda de mercado. Para lograr que forme parte de la vida de todos, es necesario que las instituciones sean conscientes de esta misión social y hagan un mayor esfuerzo”, concluye Durán.
¡Hic sunt experiencias artísticas que pueden llevarte a rincones insospechados de ti mismo!