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atracón de pantallas

‘El Palmar de Troya’: sexo, substancias y mucha oración

A finales de los sesenta, desafiando al mismísimo Vaticano, surge en España la rocambolesca Iglesia Cristiana Palmariana de los Carmelitas de la Santa Faz. Su fundador, el papa Gregorio XVII ‘el muy grande’, gana adeptos y recauda suculentas donaciones sin disimular demasiado una vida de alcohol, derroche y desenfreno

13/03/2020 - 

VALÈNCIA. De película de Berlanga. El auge y caída de la secta católica palmariana bien podría pertenecer a la trama de una película del director de Los jueves, milagro. Aunque parezca increíble, cuando en 1968 unas niñas de Utrera (Sevilla) aseguraron haber visto un toro con los cuernos verdes junto a un ahorcado y, ya de paso, a la virgen María, no venían de haber vivido una experiencia lisérgica. Sin embargo, la estrambótica anécdota sirvió para que unos cuantos liaran una rave en toda regla. Entre los más delirantes estaba el crápula Clemente Domínguez, un vecino, candidato al Goya por la mejor interpretación, que actuó en aquellos encuentros místicos con sus populares “éxtasis” mientras mostraba unos estigmas en el cuerpo que bien podrían haberse realizado con una cuchilla de afeitar, por lo superficiales, pero que quedaron totalmente creíbles para la escena, por la cantidad de sangre. Clemente Domínguez le cogió el gusto a grabarse en audio a sí mismo en voz baja mientras vaticinaba próximos milagros, salvaba al mundo del anticristo, echaba cizaña a la Iglesia Católica y, como buen predicador, pasaba debidamente el cepillo.

Pongan un poquito de superstición y otro poquito de histerismo envuelto gracias a la difusión a través de unos medios de comunicación exentos de criterio y volcados con la surrealista noticia (a falta de otras más verídicas). En 1975, con Franco en las últimas, el tal Clemente fundó la Iglesia ‘El Palmar de Troya’ gracias a las donaciones de los incautos que se tragaron la performance. Hasta una rica baronesa cayó en el timo. Una década antes le había ganado la delantera Kiko Argüello, fundador de ‘los kikos’, aunque con una línea opuesta en lo estético. Mientras que el papa Gregorio XVII (Clemente Domínguez al poco tiempo se autodenominó papa) criticaba los avances del Concilio Vaticano II, como que se abandonase el hábito de rezar de rodillas, que se simplificaran las sotanas, que se olvidase el antihigiénico acto de besar el suelo y que se dieran las misas en español, el otro predicador del momento, el fundador de la corriente predilecta de Ana Botella, prefirió despojar a los curas de su sotana y hacerse pasar por marxista mientras cantaba en misa con su guitarra.  Eso sí, el segundo fue aceptado por la Iglesia católica mientras que el primero no.

Pese al envoltorio, es fácil detectar la enajenación o el abuso de substancias en formato alcohol 24x7. Un hábito, en el caso de Clemente, vox populi. Kiko Argüello, más sobrio pero igual de delirante, vendía la máxima de que “el Espíritu Santo es el esperma de Dios” y que, en consecuencia, “el embrión necesita el útero de la comunidad” (wtf!). En el polo contrario, el papa palmario vendió muy bien, y en el momento adecuado, su postura política reaccionaria. “Hijitos míos de España, rogad por vuestro jefe del Estado. También está sufriendo. España lamentará su muerte. Rogad por él”, se escucha en un audio con su propia voz durante la serie documental, producida por Movistar+, El Palmar de Troya. Cuatro episodios grotescos de la mejor comedia berlanguiana. Gracias a sus soflamas a favor de Franco y sus críticas al concilio ecuménico convocado por Juan XXIII, el papa Clemente vio emerger su iglesia entre los católicos más inmovilistas y con mayores tragaderas.

Pillados con las manos en la masa

El acierto de la serie documental está principalmente en el enfoque, que pone sobre la mesa las reiteradas contradicciones. Escuchamos diferentes testimonios de antiguos fieles de la secta palmaria, pero desconocemos en realidad quiénes fueron dentro de la jerarquía religiosa. La sorpresa llega en el último episodio, cuando los sucesores del fallecido papa Gregorio XVII cogen las riendas y sacan a la luz la bufonada con sus rocambolescas acciones. Se alcanza el clímax tras ser pillados in fraganti en un intento de robo a la desesperada.

Gregorio XVIII, tercer papa de la iglesia palmariana

La vida de los obispos de la iglesia del Palmar de Troya a partir del boom de los años 70 fue puro desenfreno. Los vecinos de la comarca sevillana les veían atónitos de juerga por el Rocío, de borrachera en cualquier bar y en más de una ocasión recuerdan al papa Gregorio XVII dando misa con una cogorza impresionante. Mientras unos se bebían el DYC de litro en litro, unos cuantos incautos vivían en la mayor de las miserias dentro de la congregación, avasallados con cada vez más penitencias y estrictas normas.

Para entonces, sin embargo, la secta ya estaba montada en el dólar y a sus dirigentes no les preocupaba en absoluto el “qué dirán”. Algunos testimonios hablan, además, de encuentros sexuales entre algunos sacerdotes (incluso de abusos), hasta llegar al periodo del último papa, Gregorio XVIII, el tercer sucesor del papa Gregorio XVII, ‘el muy grande’ (sic), que abandonó la sotana para casarse con Nieves Triviño, una monja de la congregación, tras fugarse con ella en su papamóvil, un BMW de alta gama. Si Berlanga levantase la cabeza no necesitaría guiones.

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